2004
La restauración del sacerdocio: El Sacerdocio Aarónico
abril de 2004


La restauración del sacerdocio: El Sacerdocio Aarónico

He aquí algunos ejemplos de la influencia mundial del sacerdocio expuestos por medio de los testimonios de sus poseedores.

Cuando Juan el Bautista se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery a orillas del río Susquehanna el 15 de mayo de 1829, les confirió el Sacerdocio Aarónico. Poco tiempo después, Pedro, Santiago y Juan, tres de los apóstoles de Jesús en el Nuevo Testamento, también se les aparecieron a José y a Oliver y les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec.

En los siguientes 175 años, el sacerdocio —el poder y la autoridad para actuar en el nombre de Dios— se ha ido confiriendo ordenadamente a todo joven y varón adulto digno de la tierra, concediéndoseles así la autoridad para efectuar las sagradas ordenanzas del Evangelio que bendicen la vida de hombres, mujeres y niños en todas partes.

El Sacerdocio Aarónico

El Sacerdocio Aarónico recibe su nombre de Aarón, hermano de Moisés. Este sacerdocio obra bajo la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec, y aquellos que lo poseen tienen autoridad para administrar ciertas ordenanzas del Evangelio que ayudan a la gente a prepararse para recibir el Espíritu Santo y volver a vivir con nuestro Padre Celestial. El deber principal de todo poseedor del Sacerdocio Aarónico es “invitar a todos a venir a Cristo” (D. y C. 20:59). El Sacerdocio Aarónico ayuda a quienes lo poseen a prepararse para el Sacerdocio de Melquisedec, y sus cuatro oficios son: diácono, maestro, presbítero y obispo.

Diácono. Un joven digno puede ser ordenado diácono a la edad de 12 años. Entonces podrá cumplir con deberes del sacerdocio como el repartir la Santa Cena, recoger las ofrendas de ayuno, actuar como acomodador, servir como mensajero del obispo o presidente de rama y contribuir al mantenimiento de los bienes raíces de la Iglesia.

“Cuando reparto la Santa Cena, pienso en Jesucristo sacrificándose por nosotros. Él me recuerda y yo le recuerdo a Él”, dice Cornelius Williams, 13 años, del Barrio Abura, Estaca Cape Coast, Ghana.

Es una responsabilidad imponente representar al Salvador durante el reparto de los sagrados emblemas de la Santa Cena a los miembros de la congregación. Tales pensamientos inspiran reverencia. “El pan representa el cuerpo de Jesucristo y el agua representa Su sangre”, dice Benjamin Opoku Gyewu, 12 años, también del Barrio Abura. “Cuando me toca repartir la Santa Cena”, dice Jacob Abow Acquah, 12 años, del Barrio Cape Coast 2, “pienso en cuando Jesús dio la Santa Cena a Sus apóstoles”.

Mientras los diáconos comparten estos emblemas del sacrificio del Salvador, la ordenanza adquiere un significado personal. Jorge Benjamín Cervantes Gutiérrez, 13 años, del Barrio Libertad, Estaca Reforma, Guadalajara, México, dice: “Participar de la Santa Cena significa que podemos renovar nuestros convenios y arrepentirnos de nuestros pecados”. También considera que el poseer el sacerdocio significa una bendición para toda la familia. “Mi madre está agradecida por tener hijos que poseen el sacerdocio porque desea tener las bendiciones del sacerdocio en nuestro hogar. Es muy importante para ella”, dice Jorge.

Muchos poseedores del Sacerdocio Aarónico se dan cuenta de que éste los prepara para toda una vida de servicio. Gerardo Emmanuel Bagnati, 12 años, del Barrio Floresta, Estaca Liniers, Buenos Aires, Argentina, dice: “Siempre deseé recibir el sacerdocio. Me encantaba preguntarles a mi padre y a mi abuelo sobre él y escucharles contar sus experiencias. Cuando por fin llegó el día de mi ordenación, desperté temprano, di gracias al Señor por Su confianza en mí y le prometí que jamás le decepcionaría adrede. Cuando mi padre puso las manos sobre mi cabeza y me ordenó diácono, sentí que había dejado de ser niño para convertirme en adulto. Jamás lo olvidaré”.

Maestro. Un joven digno puede ser ordenado al oficio de maestro a la edad de 14 años. Aun cuando puede seguir desempeñando los deberes de un diácono, ahora cumple también con responsabilidades adicionales como el preparar la Santa Cena, servir como maestro orientador, velar por los miembros del barrio o de la rama y ayudarles a vivir el Evangelio (véase D. y C. 20:53–59).

Luka Pečnik, 15 años, de la Rama Celje, Distrito Ljubljana, Eslovenia, está “muy feliz al poder ayudar en la Santa Cena”. Ávido de aprender más sobre sus responsabilidades del sacerdocio, Luka dice que no quiere perderse ninguna de las reuniones dominicales y que ve la relación que hay entre el honrar el sacerdocio y el guardar los mandamientos. “Trato de llevar una vida digna para que el Señor esté complacido conmigo”, dice.

Joshua Adduru, 15 años, presidente del quórum de maestros del Barrio Bagbag, Estaca Ciudad Quezón, Filipinas, llega al centro de reuniones “antes que la mayoría de los miembros del barrio para verificar que la Santa Cena esté lista antes del comienzo de la reunión. Me hace sentir bien saber que el Señor confía en mí para ayudarle en Su obra”. A fin de explicar por qué esa asignación es tan importante, Joshua cita un pasaje de las Escrituras: “El Señor dijo que Su ‘padecimiento… hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu’ (D. y C. 19:18). Ninguna otra persona podía hacer lo que Jesucristo hizo por nosotros. Cuando participamos dignamente de la Santa Cena, nos acercamos más a Él”.

La oportunidad de participar en la orientación familiar “es otra forma de bendecir a los demás”, dice Joshua. “Cada mes compartimos el mensaje de la Primera Presidencia con las familias que nos han asignado. Los mensajes les ayudan a hacer frente a las pruebas con las que se enfrentan diariamente, mientras que las visitas nos ayudan a conocerlas mejor. Les preguntamos cómo están, qué les inquieta y en qué problemas podemos ayudarles o cuáles desean que transmitamos al obispo. Les ayudamos a sentirse amados y bienvenidos. Si hay jóvenes en la familia, les invito a asistir a la Mutual y a otras actividades”.

Presbítero. Un joven digno puede ser ordenado al oficio de presbítero a la edad de 16 años. Aun cuando puede seguir desempeñando los deberes de un diácono y de un maestro, ahora cumple también con responsabilidades adicionales como bautizar, bendecir la Santa Cena y ordenar a otros presbíteros, maestros y diáconos (véase D. y C. 20:46–51).

Alexandr Masenkov, 17 años, de la Rama Nevsky, Distrito San Petersburgo, Rusia, estaba nervioso la primera vez que bendijo la Santa Cena. “Me preparé durante toda la semana”, recuerda. “La primera vez que bendije la Santa Cena, el Espíritu tocó mi corazón. En una ocasión se nos asignó a mi padre y a mí llevar la Santa Cena a un hombre ciego y paralítico. Era la primera vez que bendecía la Santa Cena fuera del centro de reuniones. Sentía que tenía la responsabilidad de ser un siervo y un testigo de Jesucristo y de hacer lo que haría Él si estuviera allí”.

Joel Bader, 16 años, del Barrio Pratteln, Estaca Berna, Suiza, dice sentir el Espíritu “cuando me he preparado espiritualmente. Cuando durante la semana pienso en quién soy en realidad y lo que debo hacer, es más fácil guardar los mandamientos y asegurarme de que utilizo un lenguaje limpio, así como de que doy un buen ejemplo”. Él aprecia la oportunidad de ser miembro de un quórum del sacerdocio. “Cuando estamos unidos como quórum, se puede aprender mucho sobre cómo llevarse bien con los demás y sobre cómo planificar y llevar a cabo reuniones. Lo más importante del sacerdocio es servir a los demás y recibir las bendiciones gracias al sacerdocio”. Joel fue bautizado por su hermano mayor, que en ese entonces era presbítero, y cuando él mismo fue ordenado presbítero, le pidió a un amigo que ya era presbítero que ayudara en la ordenación.

David Wichtermann, 17 años, miembro del Barrio Schwamendingen, Estaca Zurich, Suiza, sabe lo que significa ser receptor de la ayuda del sacerdocio. “Estaba enfermo y con mucho dolor”, dice. “Cuando mi padre me dio una bendición, el dolor desapareció de inmediato. Anhelo el momento en que también yo pueda usar el sacerdocio para dar bendiciones”. Mientras tanto, David disfruta sirviendo con la autoridad del sacerdocio que ya posee. “Pude ayudar a ordenar a mi hermano menor al oficio de diácono”, dice. “Se siente bien ayudar a conferir el sacerdocio a otra persona”.

Obispo. En todo barrio se ordena y aparta a un sumo sacerdote para servir como obispo, un oficio del Sacerdocio Aarónico. El obispo preside el Sacerdocio Aarónico del barrio y sirve como presidente del quórum de presbíteros. También dirige el cuidado de los pobres y supervisa otras cuestiones temporales. Al ser el sumo sacerdote presidente, tiene autoridad para presidir el barrio entero, servir como juez en Israel y entrevistar a los miembros para recibir recomendaciones para el templo, ser ordenados al sacerdocio y otros fines.

Lu Ming-De, 38 años, es obispo del Barrio Neihu, Estaca Taipei Este, Taiwán. “Debo ser un siervo humilde”, dice, “para poder servir a los demás como hizo el Salvador. El sacerdocio se debe utilizar para bendecir a los demás, y no para ejercer injusto dominio. Es para la gloria de Dios, y no de la persona”.

Como presidente del Sacerdocio Aarónico de su barrio, el obispo Lu tiene “muchas esperanzas depositadas en los jóvenes. Deseo que todos sean poseedores del sacerdocio fieles y diligentes. Ese proceso requiere tiempo, mucha paciencia y amor. Considero que existen ciertos pasos esenciales para que los jóvenes maduren en el sacerdocio: asistir a seminario, servir en una misión y casarse en el templo”.

Gran parte de la labor de un obispo consiste en aconsejar a los miembros del barrio. “Una entrevista es una oportunidad para que los miembros experimenten el amor de Dios y reciban consejo”, dice el obispo Lu. “Es una ocasión para recordarles aquellas doctrinas y enseñanzas que pueden servirles de ayuda para resolver problemas y sanar espiritualmente”.

El obispo del Barrio Alberto González, Estaca Conchalí, Santiago, Chile, Luis Alberto Rodríguez Alarcón, de 43 años, se esfuerza por incrementar la asistencia a la reunión sacramental y por “ayudar a cada miembro del barrio a regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial”. Una de sus responsabilidades principales es su llamamiento como presidente del Sacerdocio Aarónico. “Mi meta es fortalecer a los jóvenes y ayudarles a prepararse para servir en misiones de tiempo completo”, dice. Los domingos se reúne con el quórum de presbíteros. “Trato de asegurarme de que todo presbítero haya tenido un llamamiento antes de dejar el quórum. Damos a todos los varones oportunidades para que sirvan y puedan madurar”.

El obispo Rodríguez dice que el éxito con los jóvenes y las jovencitas reside en que “no sólo soy su obispo, sino su amigo. Me reúno con ellos, charlo con ellos, les enseño y los amo. Tanto si estamos en el salón de clase, en mi despacho o en una actividad, conversamos y les animo a expresarse libremente. Mi gran deseo es estar con ellos lo máximo posible. Yo recibí idéntico liderazgo de mi obispo en Concepción, Chile”, recuerda. “El obispo Pascual Saavedra siempre me daba su apoyo, e intento hacer lo mismo con cada uno de mis jóvenes”.

El Sacerdocio de Melquisedec

El sacerdocio mayor se conocía en un principio como “el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios. Mas por respeto o reverencia al nombre del Ser Supremo, para evitar la demasiado frecuente repetición de su nombre”, recibe el nombre de Sacerdocio de Melquisedec, según un “gran sumo sacerdote” que vivió en la época de Abraham (véase D. y C. 107:2–4). Los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec pueden cumplir con los deberes del Sacerdocio Aarónico. Los oficios del Sacerdocio de Melquisedec son: élder, sumo sacerdote, patriarca, setenta y apóstol.

Élder. Se llama a los élderes para enseñar, bautizar y velar por la Iglesia. Éstos tienen autoridad para conferir el don del Espíritu Santo mediante la imposición de manos, dirigir las reuniones, bendecir a los enfermos y dar nombre y bendecir a los niños pequeños.

Cuando Makoto Ishizaka, 26 años, del Barrio Senzokuike, Estaca Yokohama, Japón, cumplió 18 años, recibió el Sacerdocio de Melquisedec y fue ordenado élder por su padre. Aunque Makoto aún asistía a la escuela secundaria, había una necesidad imperiosa de que sirviera a su familia como poseedor del Sacerdocio de Melquisedec, pues su hermano de 14 años, Isamu, tenía un tumor cerebral maligno.

Cuando Isamu despertó de la operación, lo primero que dijo fue: “¿Pueden darme una bendición?”. Durante más de un año, Makoto se unió a su padre para dar frecuentes bendiciones del sacerdocio a su hermano. “Antes de darle las bendiciones, meditaba y oraba en el pequeño cuarto del hospital”, dice Makoto. “Cuando doy una bendición, siento que mi Padre Celestial me emplea como Su instrumento”.

Mientras convalecía en el hospital, Isamu estudiaba sus lecciones de seminario, no se quejaba y expresaba gratitud por sus bendiciones. Cuando su estado empeoró sin previo aviso, Makoto oró desesperado: “¿Qué está pasando?”. Entonces oyó la voz del Señor. “Me atravesó el alma misma. Por medio del Espíritu, supe que Isamu era requerido en el cielo. Mi ira y mi inquietud se desvanecieron y fueron sustituidas por la paz y la esperanza. Isamu falleció cuarenta y ocho horas más tarde, a la edad de 16 años”. Makoto dedicó la tumba de su hermano y recibió las ordenanzas del templo a favor de él. Posteriormente sirvió en una misión de tiempo completo. “El sacerdocio bendice tanto al que efectúa la ordenanza como al que la recibe, y purifica a ambos”, dice.

Simione Sema, 29 años, un élder del Barrio Suva 3, Estaca Suva, Fidji, es secretario de estaca y presidente de los Hombres Jóvenes del barrio. “Cuando fui ordenado al Sacerdocio de Melquisedec”, dice, “fue para mí algo nuevo y a veces mi esposa tenía que recordarme que podía bendecir a los enfermos y efectuar otras labores del sacerdocio”. Después de que Simione, su esposa y su hijo fueran sellados en el Templo de Nuku’alofa, Tonga, nació su hijita, y él le dio el nombre y una bendición. “Fue una experiencia increíble”, recuerda. “¡Estaba cumpliendo con mi deber de patriarca de mi familia! Es maravilloso bendecir a mis familiares y a otras personas por medio del sacerdocio y saber que puedo hacer uso de un poder celestial que obra por medio de la obediencia y el poderoso nombre de Jesucristo”.

Sumo sacerdote. Los sumos sacerdotes tienen el derecho y la responsabilidad de presidir. Se ordena a los varones al sumo sacerdocio cuando se les llama a la presidencia de la estaca, al sumo consejo o al obispado, o cuando así lo determine el presidente de estaca.

Wolfgang Pilz, 50 años, sumo sacerdote del Barrio Darmstadt, preside la Estaca Mannheim, Alemania. “Mi vida ha sido bendecida muchas veces por el poder del sacerdocio”, dice, “como cuando mi padre, mi abuelo, mi obispo, el presidente de estaca o un apóstol del Señor han puesto las manos sobre mi cabeza para conferirme autoridad en el sacerdocio o apartarme para un llamamiento en la Iglesia. Esos hombres han hablado en nombre del Señor y han invocado Sus bendiciones sobre mí”. A cambio, el presidente Pilz dice que ha sido capaz de “invocar las bendiciones del cielo sobre mis seres queridos. Ha sido algo natural que mis hijos me pidieran una bendición siempre que tenían dificultades”.

Presidir una estaca suele ser “una gran responsabilidad”, dice, “especialmente cuando pienso en los cientos de miles de personas que hay dentro de los límites de nuestra estaca y que aún no tienen suficiente conocimiento en lo que al Evangelio se refiere. Por medio del sacerdocio y de una conexión directa con el cielo, esa carga es llevadera, el desasosiego y el nerviosismo desaparecen y son reemplazados por la paz y la seguridad”.

Algunas de las experiencias más importantes del llamamiento del presidente Pilz han ocurrido mientras ayudaba a los miembros de la Iglesia en el proceso del arrepentimiento. “No hay nada que me proporcione mayor paz y satisfacción que el experimentar con los demás el milagro del perdón divino”, dice.

Gérald Jean Caussé, 40 años, del Barrio Versalles, sirve como presidente de la Estaca París, Francia. Él trata de modelar su liderazgo siguiendo “el ejemplo de Jesucristo”, dice. “El que preside debe ser un siervo; no puede limitarse a fijar reglas ni decirle a la gente cómo definir sus vidas, sino enseñarles a ser espiritualmente autosuficientes. Logro mi objetivo cuando alguien desarrolla la capacidad para escudriñar y recibir del Espíritu Santo la inspiración para hacer lo correcto”.

Delegar permite que otras personas presten ayuda y maduren. “Aprecio a quienes me rodean y con quienes comparto responsabilidades”, dice el presidente Caussé. “Mis consejeros me sugieren buenas ideas y representan al Salvador en sus labores. Siento lo mismo hacia los miembros del sumo consejo, los obispos y todos los líderes de la estaca. La presidenta de la Sociedad de Socorro de la estaca conoce bien a las hermanas y se percata de muchas cosas que a mí se me pasarían inadvertidas”.

La parte más fortalecedora de su llamamiento es la relacionada con entrevistar a los miembros de la estaca. “Cuando intento ayudar a alguien durante una entrevista, suelo yo también enriquecerme espiritualmente, me siento pletórico y consolado, aun cuando se trate de una circunstancia difícil”, dice.

Patriarca. Los patriarcas dan bendiciones patriarcales a los miembros de la Iglesia. Estas bendiciones se graban y transcriben para que se estudien durante toda la vida, pues brindan a su receptor conocimiento sobre su potencial espiritual, le indican su linaje y le ofrecen palabras de consejo y de bendición.

Humberto Ardón Hernández, 77 años, pertenece al Barrio Victorias y sirve como patriarca de la Estaca Las Victorias, Ciudad de Guatemala, Guatemala. “Es un gran privilegio ser un instrumento en las manos del Señor para bendecir a Sus hijos”, dice. “El llamamiento de patriarca consiste en bendecir, no en atender a cuestiones administrativas. Un patriarca debe dedicarse por completo a su llamamiento y asegurarse de que vive dignamente para disponer de la influencia del Espíritu del Señor”. El hermano Ardón dice a quienes aún no hayan recibido su bendición patriarcal: “Les insto a cumplir con todo lo que se necesita para recibir esta maravillosa bendición”. A aquellos que ya la tienen les dice: “Léanla con frecuencia. Descubrirán mensajes de un amoroso Padre Celestial que desea bendecirles”.

Jack R. Carver, 62 años, pertenece al Barrio Yuma 4 y sirve como patriarca de la Estaca Yuma, Arizona. A fin de estar preparado para dar estas bendiciones, dice el hermano Carver, “me es cada vez más importante vivir a diario el Evangelio lo mejor que pueda. Siempre lo tengo presente”. El hermano Carver ha descubierto que el tener el Espíritu durante la bendición tiene “mucho que ver con la persona que la va a recibir. Esa persona también debe prepararse y acudir con el espíritu de oración”.

José Humberto González Garza, 69 años, pertenece al Barrio Campestre, sirve como patriarca de la Estaca Roma, Monterrey, México, y ha visto cómo las bendiciones patriarcales cambian vidas. Recuerda a una mujer mayor a la que se prometió que podría servir en el templo. Ella creía que no iba a poder ser a causa de su edad y lo distante del templo. Pero posteriormente se construyó un templo más cerca y ella disfrutó de su servicio en él.

“Me satisface cumplir con mi deber”, dice el hermano González. Al ser parcialmente ciego, necesita un bastón para caminar. También necesita un audífono para oír. Por todo eso, a veces piensa que ya no puede hacer tanto como antes, pero dice: “Cuando mis hijos me preguntan: ‘¿Das bendiciones, papá?’, les contesto: ‘No, las recibo’ ”.

Setenta. Los setenta son testigos especiales de Jesucristo que colaboran en la edificación, la regularización y el fortalecimiento de la Iglesia allí en la parte del mundo donde se les asigne. Se sostiene a los miembros del Primer y Segundo Quórum de los Setenta como Autoridades Generales, y a los del Tercer, Cuarto y Quinto Quórum como Setenta Autoridades de Área.

“Cuando se les ordena, los miembros de los Setenta… reciben autoridad apostólica para dar testimonio de que Jesús es el Cristo y para ir a cualquier parte del mundo donde les envíen los Doce”, explica el élder Earl C. Tingey, de la Presidencia de los Setenta1.

El élder Tan Su Kiong, 60 años, que es Setenta Autoridad de Área del Área Asia, es ciudadano malayo de ascendencia china que reside en Singapur. “Mi llamamiento me permite experimentar la Iglesia mundial en acción”, dice. “Mis asignaciones abarcan Mongolia, Camboya, Indonesia, India, Pakistán, Malasia, Sri Lanka, Singapur, Tailandia, Taiwán y Hong Kong”. Esa asignación ha cambiado enormemente su perspectiva. “Es como si me llevaran a una ‘montaña extremadamente alta’ y me pidieran que mirara (véase 1 Nefi 11:1, 8). Tomo parte en visitas a las misiones, en conferencias y en reorganizaciones de estacas. Todas estas experiencias requieren que me apoye en el Espíritu a medida que contribuimos al establecimiento de líderes y a la edificación de la fe y la comprensión.

“Cuando asisto a las reuniones en esos países y oigo cantar los himnos de Sión, las oraciones y los testimonios que se expresan en tantas lenguas”, dice, “y al ver a los misioneros enseñando y dando testimonio, me doy cuenta de que estoy presenciando el cumplimiento de una profecía: ‘Porque acontecerá que en aquel día todo hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua y en su propio idioma, por conducto de los que son ordenados a este poder’ (D. y C. 90:11)”.

El élder Tan no hace sino repetir lo que muchos líderes del sacerdocio dicen respecto de la importancia del apoyo que reciben de sus familias: “No tendría este privilegio o bendición de no ser por el apoyo de mi esposa y de mi familia. Me siento muy agradecido por la fe y el testimonio de mi esposa y por la maravillosa influencia que ella tiene sobre nuestros hijos”.

El élder Lindsay T. Dil, 52 años, Setenta Autoridad de Área en el Área Australia/Nueva Zelanda, dice que “al ser Setenta, se aprende rápidamente a amar a gente que ni siquiera conoces, porque el Espíritu te confirma que son hijos e hijas de Dios. Viajo a menudo y a dondequiera que vaya, me reúno con Santos de los Últimos Días fieles y con líderes del sacerdocio magníficos. Me hace experimentar humildad el sentirme tan inepto, pero a la vez capaz, con el Espíritu, de cumplir con lo que requiera de mí el Señor.

“Dondequiera que vaya, trato de dar el mensaje de que Jesús es el Cristo y testificar que ‘no hay otro modo o medio por el cual el hombre pueda ser salvo’ (Alma 38:9). Gracias a este llamamiento, tengo un testimonio cada vez más profundo de la expiación del Salvador. Soy un testigo de la función divina del Salvador”.

Apóstol. Los apóstoles son testigos especiales de Jesucristo a todo el mundo. Los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles administran los asuntos de la Iglesia en todo el mundo. Aun cuando cada apóstol recibe todas las llaves del reino de Dios, sirve bajo la dirección del apóstol mayor —el Presidente de la Iglesia—, que es el que hace uso de todas ellas.

El élder Dallin H. Oaks, 71 años, del Quórum de los Doce Apóstoles, sirve actualmente como Presidente de Área en las Filipinas. “El sacerdocio ha bendecido mi vida”, dice, “al ponerme bajo convenio de hacer uso de su autoridad y dedicar mis esfuerzos personales al servicio del Señor y de Sus hijos. Estas obligaciones han ejercido una profunda influencia disciplinante en las decisiones que he tomado en mi vida. El sacerdocio de Dios también me ha bendecido con la certeza de que aquellos a quienes más amo son míos por la eternidad si somos fieles.

“Al observar los convenios relacionados con el sacerdocio, inevitablemente bendecimos la vida de muchas personas, algo que hacemos mediante el servicio a los demás y mediante nuestro ejemplo de servicio, todo lo cual beneficia a muchos más que a aquellos a los que servimos directamente. Servimos al tener cargos de liderazgo, al enseñar, al oficiar en las ordenanzas del sacerdocio o, simplemente, al guardar los mandamientos.

“En cuanto a mi llamamiento, lo que más me llena de satisfacción es lo relacionado con las oportunidades de ver cómo mejora la vida de la gente al ser bendecida por el Evangelio de Jesucristo y el relacionarme con la mejor gente del mundo, personas dispuestas a dar de su tiempo para servir al Señor y realizar con alegría el sacrificio que ello implica”.

El élder Oaks explica la función de los apóstoles como testigos especiales de Jesucristo: “Un testigo especial de Jesucristo es un testigo del sacerdocio, o sea, de la autoridad del Señor y de Su labor de salvación como Creador, Resucitador, Redentor, Salvador, Juez, y Luz y Vida del Mundo. Ello conlleva dar testimonio de la veracidad y del poder del plan de salvación con todas sus doctrinas, ordenanzas, mandamientos, convenios y bendiciones, y testificar de su glorioso fin, que es que cada uno de los hijos de Dios alcance su potencial divino de tener vida eterna”.

Algo magnífico y maravilloso

El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho que sobre los que reciben el sacerdocio “se ha conferido algo maravilloso y magnífico, una porción de la esencia misma de la divinidad… Tiene que ver con la vida y la muerte, con la familia y la Iglesia, con la grandiosa y trascendente naturaleza de Dios mismo y Su obra eterna”2.

Para más información, véase Principios del Evangelio, 1997, págs. 85–93; véase también D. y C. 13, 20, 84 y 107.
Colaboraron en la preparación de este artículo las siguientes personas de la plantilla de las revistas de la Iglesia: Michael y Marged Kirkpatrick, Ghana; Néstor Curbelo, Argentina; Albin Lotriã, Eslovenia; Mike Ramírez, Filipinas; Vladimir Egorov, Olga Dilevskaya y Sandra VanDyke, Rusia; Shirleen Saunders, Suiza; Emily Chien, Taiwan; Marcela Opazo Sandoval y Claudia Moncada Valdés, Chile; Okada Takuji, Japón; Sera Balenagasau, Fidji; Mark McKenzie, Alemania; Jean-Marie Hauser, Francia; Virna Rodríguez, Guatemala; David y Linda Thornell, Hong Kong/Singapur; y Susan Watkins, Australia/Nueva Zelanda.

Notas

  1. “Setenta Autoridades de Área: ‘Para que… testifiquen de mi nombre en todo el mundo’ ”, Liahona, octubre de 2002, pág. 28.

  2. “Lealtad”, Liahona, mayo de 2003, pág. 58.