2005
Multiplicad y henchid la tierra
abril de 2005


El fortalecimiento de la familia

Multiplicad y henchid la tierra

Una serie continuada en la que se proporcionan perspectivas para el estudio y el uso de “La familia: Una proclamación para el mundo”.

“El primer mandamiento que Dios les dio a Adán y a Eva tenía que ver con el potencial que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento que Dios dio a sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece inalterable”1.

Se valora cada vez menos a los hijos

El presidente James E. Faust, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, habló de un “cambio de actitud acerca del propósito del matrimonio. Más y más jóvenes consideran el matrimonio como ‘una relación de pareja que tiene por objeto satisfacer las necesidades emocionales de los adultos, en vez de ser una institución para la crianza de los hijos’…

“Otro desafío perturbador para la familia es que a los hijos se los valora menos. En muchas partes del mundo, la gente tiene menos hijos; y probablemente el aborto sea la señal más clara de que las parejas no desean hijos. Se calcula que una cuarta parte de todos los embarazos que se gestan en el mundo terminan en abortos inducidos”2.

Una práctica devastadora

El aborto es una espada de dos filos: no sólo insta al egoísmo y al uso promiscuo de los poderes de la procreación, sino que esta práctica generalizada a menudo dificulta más la adopción por parte de los matrimonios que no pueden tener hijos propios.

En 1991 la Primera Presidencia publicó una amplia declaración en cuanto al aborto. Aunque reconocieron que hay ciertos “casos raros en que se puede justificar el aborto inducido”, recalcaron que “esos casos no son motivos para realizar el aborto automáticamente” y aconsejaron “a las personas de todas partes que se apartaran de la práctica devastadora del aborto por conveniencia personal o social”3.

Traer hijos al mundo ciertamente no es fácil; en la mayoría de los casos ocasiona dolor físico seguido de gran sacrificio y abnegación. Pero las bendiciones que se reciben al guardar el mandamiento de Dios de criar hijos son de las más dulces que Él ofrece. De hecho, en muchas formas, el ser padres nos permite probar por anticipado lo que es ser un dios.

La maternidad fuera de los lazos del matrimonio

Por más importante que sea el mandamiento de multiplicar y henchir la tierra, el Señor ha dicho claramente que debemos demostrar nuestra obediencia a ese mandamiento únicamente dentro de la relación matrimonial. Existen cuantiosas razones para esa restricción, pero dos de las más importantes son: desalentar la promiscuidad sexual y proporcionar un entorno familiar estable y saludable para los hijos.

En la mayoría de las sociedades, tradicionalmente se ha considerado como una vergüenza y un escándalo tener hijos fuera de los lazos del matrimonio; pero en el mundo de hoy, en el que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo (véase Isaías 5:20), el estigma de dar a luz hijos fuera del matrimonio se ha desvanecido casi por completo. Esa práctica no sólo es un pecado a los ojos de Dios, sino que los investigadores científicos han descubierto que el nacimiento de un hijo fuera del matrimonio está ligado a varios riesgos para el bebé. Por ejemplo, comparados con los niños nacidos dentro del lazo matrimonial, los que nacen fuera del matrimonio tienen más probabilidades de morir del síndrome de muerte infantil súbita, de morir debido a una herida o de, con el tiempo, llegar a ser delincuentes juveniles.

Los hijos que nacen fuera de los lazos del matrimonio y son dados en adopción corren una suerte mucho mejor que los que no son adoptados. Experimentan menos problemas de aprendizaje, logran niveles vocacionales más altos y tienen menos probabilidades de depender económicamente del gobierno cuando llegan a ser adultos4. Es obvio que traer hijos al mundo y criarlos a la manera del Señor da como resultado bendiciones espirituales y temporales.

Henchir la tierra

Después que el Señor mandó a Adán y a Eva “fructificad y multiplicaos”, les mandó “llenad la tierra y sojuzgadla” (Génesis 1:28). Durante muchos años hemos escuchado advertencias acerca de la superpoblación y de los efectos tan devastadores que ésta puede causar. Aunque en algunas partes del mundo se experimenta el impacto negativo de una extrema densidad de población, el mundo en general en realidad se dirige en dirección contraria. De hecho, las investigaciones científicas indican que para el año 2040, la población mundial alcanzará su punto máximo y comenzará a declinar5.

Quizá el tema más relevante no sea la densidad de la población sino cómo utilizamos los recursos que nos ha dado Dios para mantener a la población tanto en la actualidad como en el futuro. “Porque la tierra está llena”, dijo Él, “y hay suficiente y de sobra… si alguno toma de la abundancia que he creado, y no reparte su porción a los pobres y a los necesitados, conforme a la ley de mi evangelio, en el infierno alzará los ojos con los malvados, estando en tormento” (D. y C. 104:17–18). “El enemigo de la felicidad humana, así como la causa de la pobreza y de la hambruna, no es el nacimiento de hijos”, dijo el élder Henry B. Eyring, del Quórum de los Doce Apóstoles, “sino el que las personas no hagan con la tierra lo que Dios podría enseñarles si tan sólo preguntaran y después obedecieran”6.

Notas

  1. “La familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

  2. “Los desafíos con los que se enfrenta la familia”, Reunión mundial de capacitación de líderes, 10 de enero de 2004, pág. 2; citando a David Popenoe y Barbara Dafoe Whitehead, “Marriage and Children: Coming Together Again?” (“Los matrimonios y los hijos: ¿Juntos otra vez?”) en The State of Our Unions 2003: The Social Health of Marriage in America, National Marriage Project (annual report, 2003), págs. 10–11.

  3. Véase “Church Issues Statement on Abortion”, Ensign, marzo de 1991, pág. 78.

  4. Véase en Internet, www.heritage.org/research/features/familydatabase/ results.cfm?key=463.

  5. Véase Nicholas Eberstadt, “The Problem Isn’t Overpopulation and the Future May Be Depopulation”, Marriage and Families, abril de 2000, págs. 9–10.

  6. “La familia”, Liahona, octubre de 1998, pág. 17.