2006
Seminario me hace sentir feliz
febrero de 2006


Seminario me hace sentir feliz

Para los alumnos de seminario en Austria y en Suiza, es una gran satisfacción poder estudiar juntos el Evangelio.

Johannes Malzl llegó otra vez tarde a la escuela; al volver de seminario, el tren estaba muy lleno y marchaba lentamente; a pesar de que corrió hasta la escuela, igual llegó tarde. Cada vez que se atrasaba, la maestra le preguntaba qué le había pasado. “Al principio, traté de no decir que era porque asistía a seminario; simplemente le decía que me había quedado dormido; pero un día me preguntó: ‘Dime por favor, ¿dónde has estado?’. Me encontraba enfrente de toda la clase y, como estábamos practicando inglés, tuve que contestar en ese idioma. Todos mis compañeros saben que soy miembro de la Iglesia, pero no sabían nada de seminario. Expliqué entonces que tenía que levantarme a las cinco de la mañana y tomar el tren hasta el centro de reuniones de nuestra Iglesia, y después tomar otro tren para la escuela. Todos dijeron: ‘¡No! ¿estás loco?’”.

Johannes explica: “A mí, la asistencia a seminario me fortifica. Cuando voy a la escuela y mis amigos se ponen a hablar de todo tipo de temas, es bueno haber recibido fortaleza espiritual por la mañana”.

Seminario en Austria

Johannes es miembro del Barrio Salzburgo-Flachgau, Estaca Salzburgo, Austria. La mayoría de los adolescentes de la estaca asiste a seminario cuatro mañanas por semana. Algunos tienen que enfrentar el frío y la oscuridad para tomar el tren que los lleve hasta el centro de reuniones; otros van a la sala de su propia casa, donde el maestro es uno de sus padres.

“Mi mamá es mi maestra de seminario”, dice Julia Grosz, del Barrio Linz. “Siempre como el desayuno al mismo tiempo que recibo la lección. Todas las mañanas tenemos clase de seminario, lo que me ayuda a empezar el día con un espíritu mejor. Estamos más contentas y de mejor humor”.

Ella y su hermana Carina estudian juntas y les gusta que sea su mamá quien les enseñe a la hora del desayuno.

Ben Schenk, del Barrio Salzburgo-Flachgau no vacila en decir que hay una diferencia grande cuando asiste a seminario. “Cuando voy a seminario, los días son mejores; de verdad me ayuda mucho, incluso en la escuela; parece que cuando lo hago, no tengo tantos problemas. Los conceptos básicos que aprendemos en seminario nos ayudan en la vida cotidiana. A los alumnos del primer año les digo que vale la pena asistir aun cuando esté oscuro, el frío sea tan intenso que le queme a uno la cara y se pueda oír el crujido del hielo a cada paso. De veras, seminario es una gran ayuda”.

El sábado antes del comienzo del año escolar, los jóvenes de la Estaca Salzburgo se han reunido para el comienzo de otro año de seminario; aun cuando se les enseñará una lección, el ambiente parece más de una fiesta que de una reunión de la Iglesia. La atmósfera alegre se debe a que muchos buenos amigos que no se ven seguido se han reunido allí para pasar la tarde, tener una cena y un baile.

Marie Krenn, del Barrio Klagenfurt, se acuerda de cuando empezó seminario cuatro años atrás. “Pidieron que todos los que estaban allí por primera vez se pusieran de pie. Yo pensé: ‘¡Ah! De verdad no conozco a nadie’. Pero más adelante llegué a conocerlos a todos”. Después enumera las otras oportunidades en las que los jóvenes de la estaca se juntan, como para las excursiones al templo, las conferencias para la juventud, el campamento de las Mujeres Jóvenes y seminario de los sábados.

Como apenas está empezando su primer año, David Fuchs, del Barrio Wels, sabe sólo lo que le han dicho, pero está entusiasmado por comenzar seminario. “Espero aprender las Escrituras y prepararme para la misión”, dice.

Stephanie Kafka, del Barrio Linz-Urfahr, también está a la expectativa de su primer año. “Estoy entusiasmada por no tener que estudiar las Escrituras sola y por que habrá otros jóvenes con los que podré conversar”.

Seminario en Suiza

En Suiza, un país vecino, los alumnos de seminario de la Estaca Berna, Suiza, también se reúnen para comenzar un nuevo año de seminario; han llegado al centro de reuniones de Basilea, procedentes de todas partes del país. Lo mismo que en Salzburgo, en esa reunión el ambiente también es alegre. El salón de actividades está decorado para el baile y la comida se está calentando en la cocina.

La mayoría de los alumnos de allí hacen una combinación de estudio individual supervisado y clases. Estelle Hansen, del Barrio Aarau, explica los beneficios que seminario tiene para ella. Vive en un pueblo pequeño, pero felizmente hay muchos miembros de la Iglesia que viven cerca. Unos ocho jóvenes se reúnen tres veces por semana en casa de su maestro; también estudian un día en su domicilio y los miércoles tienen una clase de seminario al atardecer. “Me gustan especialmente los videos para las clases de seminario”, dice Estelle; “todo en ellos es tan claro y fácil de entender. Mi hermano Jen está empezando ahora seminario; sabe que es importante y que somos bendecidos por asistir. Les he hablado de eso a mis amigos, pero no entienden; no les gusta leer la Biblia porque para ellos no tiene importancia, y no comprenden por qué lo hago”.

En la estaca hay varios alumnos que tienen la ventaja de asistir a seminario todas las mañanas. En el caso de Rebekka Wiesner, del Barrio Pratteln, y su hermana, Noëmi, la clase se lleva a cabo en su propia casa. Rebekka dice: “Cuando tenemos la clase de seminario por la mañana, podemos pensar en la lección durante el día. Nuestra maestra nos da ejemplos excelentes; además, tiene sentido del humor y hace bromas. Nunca nos aburrimos; nos reímos y aprendemos”.

En el centro de reuniones del Barrio Basilea, dos hermanas, Annika y Sabrina Warncke, y su hermano, Jan, esperan pacientemente en un pequeño parque que hay enfrente a que empiece la clase de seminario del sábado. Acaban de mudarse al Barrio Basilea, pero ya saben lo que es seminario y les encanta. Los tres estudian en casa con su papá y a veces se asombran de ver cuánto sabe él de las Escrituras. Pero, lo que más les gusta de todo es lo que sienten al estudiar juntos. Jan dice: “En la escuela es muy difícil sentir el Espíritu, pero en seminario se tiene un sentimiento cálido en el corazón”. Annika agrega: “Es algo que no se puede describir. Sólo con leer las Escrituras no se siente eso tan seguido; pero si se estudian, sí, ahí está”.

Melissa Römer, del Barrio Biel, también habla de lo que siente a veces en las clases de seminario: “Se siente muy fuerte el Espíritu Santo y uno sabe que está haciendo lo que debe hacer”.

Una palabra que surge una y otra vez al hablar de lo que esos jóvenes de Austria y Suiza sienten por asistir a seminario es felicidad. Sí, es difícil levantarse tan temprano; sí, muchas veces está oscuro y hace frío. Pero ¿vale la pena? ¡Por supuesto! Los hace felices aprender sobre el Salvador Jesucristo y sobre lo que está escrito en las Escrituras. Y están dispuestos a elegir ese tipo de felicidad.