2008
La mayor prueba de su vida… hasta ahora
Agosto de 2008


La mayor prueba de su vida… hasta ahora

Mientras se preparaba para aquella gran prueba, Andrea aprendió cuál es la clave para superar la prueba máxima.

Durante los años de su adolescencia, Andrea González, de Santiago, Chile, no tenía gran cosa aparte de un sueño: un diploma universitario que le permitiera mantener a su familia en caso de necesidad.

En el camino hacia esa meta, tenía la esperanza de graduarse de seminario, sacar buenas notas en la escuela y obtener una buena calificación en la prueba de selección universitaria (PSU) para acceder a los estudios superiores de ingeniería.

No obstante, al llegar al último año de la escuela secundaria y al prepararse para la PSU, comenzó a preguntarse si todo aquello era posible. “Todas mis metas me parecían inalcanzables”, recuerda.

Unas metas nada fáciles

Andrea pretendía acceder a un campo de estudios competitivo y dominado por los hombres. Dada la competencia, las principales universidades buscaban notas extremadamente altas en la sección de matemáticas de la PSU, unas notas que normalmente acaparaban sólo aquellos que tenían los medios para asistir a escuelas privadas.

Para intentar superar esos obstáculos, Andrea siguió un horario muy exigente en su último año. Se levantaba temprano para estudiar y seguía estudiando largas horas después de la escuela, comía en los ratos libres y se las arreglaba para incluir el seminario en su horario cuatro tardes a la semana.

“A veces me desanimaba”, dice. “Tenía que hacer muchos sacrificios. No sé cuántas veces mis amigos me oyeron decir: ‘No. Tengo que estudiar’, ni cuántas veces me tomaron el pelo por ser lista”.

Pero ella sabía que no podía rendirse si quería asegurar su porvenir.

La hora de pasar la prueba

Sus sacrificios fueron recompensados. En la sección de matemáticas de la PSU, Andrea fue una de los doscientos estudiantes del país que obtuvieron la calificación máxima, 850 puntos, y una de las dos chicas procedentes de escuelas públicas que logró dicha calificación.

También se graduó de seminario, consiguió las buenas notas para las que tanto había estudiado y sus compañeros la nombraron la “Mejor amiga” del año por todo el tiempo que había pasado ayudando a otros estudiantes con sus estudios.

No obstante, Andrea cree que su éxito no tuvo tanto que ver con lo que ella sabe como con lo que sabe que debe hacer. En otras palabras, las bendiciones llegan por seguir el consejo del Señor, no el nuestro (véase 2 Nefi 9:28–29). “No tiene ningún valor ser inteligente si dejamos de lado a Dios”, dice. “Hay que poner siempre a Dios en primer lugar”.

La otra prueba

Aquel principio que Andrea aprendió mientras estudiaba para la prueba de admisión universitaria resultó clave para la otra prueba que Andrea estaba afrontando: la prueba de la vida, por la cual todos pasamos.

El Señor mismo explica esa prueba en las Escrituras: “…con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:25).

“El Padre Celestial nos prueba para ver qué haremos”, dice Andrea al recordar el difícil horario que tenía que mantener y las bromas que tenía que soportar a veces. “Para superar la prueba de la vida, tenemos que ser obedientes”, dice.

Y no sólo cuando las cosas van bien, sino también en los momentos difíciles.

“La gran prueba de esta vida”, dijo el presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, “es ver si daremos oídos a los mandamientos de Dios y los obedeceremos en medio de las tormentas de la vida”1.

Ninguna prueba es demasiado difícil si contamos con Él

A menudo, esas dos pruebas entraban en conflicto para Andrea. En tales ocasiones es cuando aprendió que poner a Dios en primer lugar es el secreto para superar ambas pruebas.

Muchas veces tuvo que escoger entre las actividades de la Iglesia y las actividades de la escuela, entre estudiar el Evangelio o estudiar para un examen. Dice que muy pronto aprendió que se sentía mejor si ponía la Iglesia en primer lugar. Eso fortaleció su testimonio de que el Padre Celestial le ayudaría en sus preocupaciones si ella se preocupaba por Él en primer lugar.

Esas experiencias también enseñaron a Andrea otra lección importante. “Él tiene la capacidad de ayudarme en las pruebas que me envía”, dice.

Como lo dijo uno de sus héroes, Nefi: “…sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7).

Andrea es consciente de que, aunque ha superado su primera prueba, tiene mucho que aprender para prepararse a superar la siguiente.

Lo que sí sabe es que si pone a Dios en primer lugar, Él le ayudará a superar esa prueba también.

NOTA

  1. “La preparación espiritual: Comiencen con tiempo y perseveren” Liahona, noviembre de 2005, pág. 38.