2008
Lo poco que teníamos era suficiente
December 2008


Lo poco que teníamos era suficiente

Se acercaba la Navidad, pero ese año no la celebraríamos con abundancia de comida ni de juguetes. Papá había muerto, y mamá, por ser viuda, había empezado a recibir una pequeña pensión, así como otra pequeña cantidad por razón de un alquiler.

Nos encontrábamos en la sala de estar de nuestro apartamento de Río de Janeiro, Brasil; la habitación estaba en silencio. De pronto, oímos un ruido afuera del edificio, como si alguien hubiese llegado.

Me puse de pie y miré por entre las persianas de la ventana, desde donde se podía ver la entrada a nuestro edificio. Vi a una mujer sin hogar; llevaba algunas bolsas y vestía ropa harapienta. Por curiosidad, la observé unos momentos para ver lo que haría: abrió una bolsita de papel, sacó unas cuantas galletitas y se las empezó a comer. Poco después, abrió otra bolsita en la que llevaba unas monedas y empezó a contarlas.

Mi joven corazón se conmovió y en voz baja le dije a mi madre: “Ven a ver a la anciana que está afuera”. Se asomó y también se conmovió. Me pidió que le alcanzara el recipiente donde guardábamos un poco de dinero y, sin decir una palabra, salió del apartamento y en silencio dejó caer los billetes desde la ventana del pasillo del edificio.

Permanecí cerca de la ventana y vi los billetes caer. La anciana vio caer uno, y después otro y otro más. Al intentar descubrir de dónde caía el dinero, miró las ventanas del edificio; todas estaban cerradas. De pronto, ocurrió algo maravilloso: elevó la vista hacia el cielo, extendió las manos arrugadas y después se las colocó en el pecho y dio gracias por el regalo que había recibido.

Lloramos de gratitud detrás de las persianas de la ventana porque lo poco que teníamos era suficiente para brindarle gozo a alguien que tenía menos.