2012
Nunca solos
Diciembre de 2012


Jóvenes

Nunca solos

Durante los últimos tres años, he tenido la oportunidad de que se me probara. He llegado a darme cuenta de que no importa lo que uno tenga que afrontar, no tiene que hacerlo solo si tiene a Dios.

Poco tiempo después de cumplir los dieciséis años, descubrí que tenía eczema. Era muy difícil pararme frente al espejo todas las mañanas y ver las erupciones que me cubrían el cuerpo. Me hice el desafío de ver esto como una oportunidad de ser probada. En vez de compadecerme de mí misma, traté de hacer lo que me enseñaron mis maestras de las Mujeres Jóvenes: contar mis bendiciones cada día a pesar de mis tribulaciones. Aunque hasta el momento la piel no se me ha curado, estoy agradecida por mi familia y mis amigos, y por mis talentos musicales. Estoy agradecida por tener dos piernas, dos manos y pies, ojos para ver y oídos para oír. Sé que la verdadera belleza se encuentra en nuestro interior y no en el exterior.

No obstante, gradualmente el eczema empezó a afectarme emocionalmente. Ya no era tan amigable como acostumbraba serlo, ni tampoco sonreía. Los muchos médicos a los que consulté estaban seguros de que para antes de la Navidad tendría la piel en “perfectas condiciones”. Pero no fue así. Todos los días oraba pidiendo la fortaleza para superar la timidez que me ocasionaba esa enfermedad de la piel.

Todos me decían constantemente que no pensara en mi difícil situación, que debía actuar de manera normal y hacer de cuenta que no tenía nada en la piel; pero eso no era fácil. Mi mamá solía repetir tiernamente historias de las Escrituras una y otra vez con la esperanza de darme consuelo y ánimo.

En Doctrina y Convenios 24:8 dice: “Sé paciente en las aflicciones, porque tendrás muchas; pero sopórtalas, pues he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días”. Ese pasaje me dio un consejo para aplicar a lo largo de la vida. Tengo esas palabras escritas en marcadores de libros, en libretas y en mi habitación. Se ha convertido en uno de mis pasajes predilectos para animarme a dar mi mejor esfuerzo a pesar de mi aflicción.

El soportar esta prueba ha sido difícil, pero ahora me encuentro más preparada para las dificultades futuras. Mi Padre Celestial me ha preparado a fin de que pueda hacer frente a cualquier desafío. Ahora sé que no importa lo que tenga que afrontar, no tengo que hacerlo sola.

La oveja perdida, por Del Parson.