2015
Llegué a Rotuma por medio de la oración
October 2015


Llegué a Rotuma por medio de la oración

John K. Muaror, Nueva Gales del Sur, Australia

(El autor ha fallecido).

Imagen
illustration of a ship at sea

Ilustración por Allen Garns.

“El Westerland partió ayer”, dijo mi cuñada cuando nos recibió en el Aeropuerto Internacional Nadi de Fiji.

La noticia me hizo sentir triste y desilusionado. El MV Westerland era el barco que debía llevarnos a ver a mi hermano mayor en la Isla Rotuma. Rotuma se encuentra aproximadamente a seiscientos kilómetros al noroeste de Viti Levu, la isla más grande de Fiji. Si uno pierde el barco, lo más probable es que tenga que esperar días e incluso semanas para el siguiente.

Un año antes yo había ido a Rotuma para ayudar a mi hermano a renovar la casa de nuestra abuela y me había ido de allí porque tuvimos un desacuerdo relacionado con el trabajo. Ahora quería verlo en persona para decirle lo mucho que lo sentía.

Una semana antes de que mi esposa, Akata, y yo viajáramos a Fiji desde Australia, mi sobrina me dijo que el Westerland partiría rumbo a Rotuma el día antes de que nosotros llegáramos. Inmediatamente llamé a la oficina del barco y les supliqué que postergaran la salida dos días más.

“No podríamos aunque quisiéramos”, fue la respuesta. “El concejo municipal de la Isla Rotuma ha hecho preparativos para un festín de bienvenida, y es necesario que el barco parta cuando se programó”.

Me pasó una idea por la mente y decidí ayunar y orar.

“Querido Padre Celestial”, oré. “Es muy importante para mí abordar el barco que va a Rotuma. Parece que no pueden postergar la salida un día o dos, pero sé que Tú tienes el poder para hacerlo. ¿Podrías quitar algún tornillo de algún lugar del barco para que se tenga que postergar la salida y yo pueda abordar? Necesito ir a Rotuma y reconciliarme con mi hermano”.

Después de haber escuchado la decepcionante noticia, nos dirigimos al puerto al otro lado de la isla. Cuando llegamos allí nos enteramos que el barco había tenido problemas con el motor y todavía no había partido. ¡El Padre Celestial había contestado mi oración! Resultó que fue necesario quitar todo el motor —y no solo un tornillo— a fin de reparar una fuga grande de aceite.

Cuando el barco por fin partió una semana más tarde, yo estaba a bordo. Al llegar a Rotuma, abracé a mi hermano, me disculpé con él y restablecimos nuestra relación. Sin duda fue un día de júbilo.

Estaré eternamente agradecido por esa maravillosa experiencia espiritual y por el evangelio restaurado de Jesucristo. Es un testimonio de que los milagros todavía existen, que el Padre Celestial vive y que responde las oraciones sinceras, que la oración y el ayuno van de la mano y que el Evangelio es verdadero, incluso en una pequeña población de la pequeña isla de Rotuma.