2019
Mi cuórum
Julio de 2019


Voces de los Santos de los Últimos Días

Mi cuórum

Para mí, ellos son mis amigos, casi como miembros de mi familia, y los amo y cuido como tales.

La clase del cuórum de élderes es una experiencia enriquecedora, sobre todo cuando cada miembro se siente parte de algo eterno. Padres, esposos, misioneros retornados, sumos sacerdotes, futuros misioneros, misioneros de tiempo completo, miembros menos activos, recién conversos — todos nos sentamos a conversar en el salón más pequeño de la capilla los asuntos espirituales, compartir experiencias y generar opiniones de las Escrituras. La perspectiva de cada miembro da a la clase un rumbo singular, capaz de conectarse con nuestras necesidades personales y grupales.

Nos sentimos tan familiarizados los unos con los otros que hasta intuimos el tipo de preguntas o comentarios que se formulan. La clase es un momento ameno. Nuestros trabajos, en ocasiones, evitan que nos reunamos para las actividades que cada vez son menos frecuentes y necesitamos desarrollar mayor amor al servir como ministros unos de otros, tal como lo hizo el Señor.

La Primera Presidencia, en su carta sobre ministrar, enfatiza:

“El ministerio del Salvador ejemplifica los dos grandes mandamientos: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente’ y ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Mateo 22:37, 39). En ese sentido, Jesús también enseñó: ‘Vosotros sois aquellos a quienes he escogido para ejercer el ministerio entre este pueblo’ (3 Nefi 13:25)”.

Los domingos, cuando nos reunimos, nos sentimos entre amigos, colegas e, incluso, familia. Cuando uno de nuestros hermanos falta, la clase siente su vacío y se habla en cuanto a planes para ministrarlo y fortalecerlo, o en otras palabras amarlo y servirle.

Mi cuórum está lejos de ser perfecto: no siempre cumple con sus objetivos, no siempre sale a la hora, tenemos muchas debilidades. Pero para mí, ellos son mis amigos, casi como miembros de mi familia, y los amo y cuido como tales. En esos pocos minutos que tenemos de clase, llegamos a sentir, como cuórum, un poco de eternidad.