2019
Tesoros locales de la Historia de la Iglesia
Julio de 2019


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Tesoros locales de la Historia de la Iglesia

Desde los inicios del mundo, el Señor ha ordenado a los hombres llevar registros. Por eso Adán “llevaba un libro de memorias” y “este era el libro de las generaciones de Adán”.1

Siglos después y ya en la tierra prometida, Jacob registró lo arduo de la tarea de escribir sobre planchas con el fin de preservar lo grabado, pero los motivaba el mandamiento de conservar enseñanzas y “palabras que darán a nuestros hijos… una pequeña medida de conocimiento” 2.

El 6 de abril de 1830, el mismo día de la restauración del Evangelio, el Señor volvió a hablar: “se llevará entre vosotros una historia”3, mandamiento que se repitió en dos ocasiones posteriores: que se debería “llevar continuamente el registro y la historia de la Iglesia”4, el 8 de marzo de 1831 y continuar “escribiendo y recopilando una historia de todas las cosas importantes que él (el historiador) observe”5.

La revelación del 6 de abril de 1830 fue la razón para el llamamiento del primer historiador y registrador de ese tiempo, el hermano Oliver Cowdery.

La Iglesia y sus líderes han sido fieles y obedientes a ese mandamiento, gracias a lo cual hoy día tenemos el libro de Doctrina y Convenios, así como una historia de lo que ha sucedido en la Iglesia desde que esta fue restaurada.

En poco más de cinco años se cumplirán 100 años de la dedicación de las tierras de América del Sur para la prédica del Evangelio.

¿Qué sabemos de la gloriosa mañana del 25 de diciembre de 1925 y los meses previos a aquella Navidad?

En 1923 dos familias alemanas de Santos de los Últimos Días emigraron a Argentina: los Hoppe y los Friedrichs. Poco después, escribieron a la Primera Presidencia solicitando el envío de misioneros.

El 3 de septiembre de 1925 la Primera Presidencia anunció que se consideraba oportuno la posibilidad de abrir la misión Sudamericana.

Fue así como el 6 de diciembre de 1925 los élderes Melvin J. Ballard, del Cuórum de los Doce, junto con Rulon S. Wells y Rey L. Pratt desembarcaron en el puerto de Buenos Aires donde fueron recibidos por los hemanos Wilhelm Friedrichs, Emile Hoppe, sus esposas y varios amigos que ellos habían interesado en el Evangelio.

Al día siguiente, almorzaron con la familia Friedrichs y a la tarde se dirigieron al hogar de Ernest y María Cziesla de Biebersdorf donde se llevó a cabo la primera reunión misional realizada en Argentina.

El sábado 12 de diciembre de 1925 se realizaron los primeros bautismos en Sudamérica: élder Melvin J. Ballard bautizó a 6 personas en el Río de la Plata. Todos fueron confirmados al día siguiente en el hogar de la familia Kullick, en Lanús, donde se efectuó la primera Reunión Sacramental de la Misión Sudamericana.

Se eligieron la mañana de Navidad de 1925 y un lugar del Parque 3 de Febrero para que el élder Melvin J. Ballard ofreciera la oración dedicatoria de la tierra sudamericana para la prédica del Evangelio.

¿Cómo es que tenemos esta información?

Gracias a que el élder Rey L. Pratt, quien fiel al mandamiento dado en la sección 21 de Doctrina y Convenios, cada día registraba los acontecimientos vividos con gran precisión en el libro histórico de la Misión Sudamericana, que aún se conserva en el Centro de Preservación de Registros en Buenos Aires.

¿Qué más conservamos de aquella época?

Además del libro histórico, fotos de los primeros bautismos y del día de la dedicación en las que aparecen el élder Ballard, el élder Wells y el élder Pratt, y un original del folleto en español que los élderes trajeron con ellos. De ese folleto se imprimieron millares en Buenos Aires y los primeros misioneros los repartían en las calles y en los tranvías.

También se conserva en el centro la primera bandeja para repartir la Santa Cena con pequeños vasos de vidrio.

¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros hoy día?

Conocer la historia de la Iglesia es esencial para que las generaciones futuras aprendan, se interesen por el pasado y estén preparados para edificar Sion. La historia de la Iglesia nos ayuda a sentir una conexión más profunda con las personas, los lugares y los acontecimientos que han hecho de la Iglesia lo que es actualmente. Comprender cómo las personas superaron sus dificultades en el pasado pone nuestras propias pruebas y desafíos en perspectiva y aumenta nuestro testimonio del Evangelio6.

El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “A todos nos hace bien que se nos recuerde el pasado. La historia nos otorga el conocimiento que evita que repitamos errores […] y nos da una base en la que se puede edificar el futuro” (“Una mano extendida para rescatar”, Liahona, enero de 1997, pág. 96).

El mandamiento de llevar registros de nuestra propia vida y de los acontecimientos ocurridos en la Iglesia es tan vigente hoy para nosotros como lo fue el 6 de abril de 1830.

“Tal vez pienses que esto es locura de mi parte; mas […] te digo que por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas […] pues he aquí, han ensanchado la memoria de este pueblo”7.

Referencias

  1. Moisés 6:4–8.

  2. Jacob 4:1–2.

  3. Doctrina y Convenios 21:1.

  4. Doctrina y Convenios 47:3.

  5. Doctrina y Convenios 69:3–5, cursiva agregada.

  6. Manual: “Cómo publicar la Historia de la Iglesia”.

  7. Alma 37:6–8.