Voces de los Santos de los Últimos Días
El cojín en el suelo
No me importaba ayudar a mi madre con las tareas domésticas, pero ¿por qué siempre encontraba un cojín en el piso?
Durante muchos años, he visitado la casa de mi madre para ayudarla con los quehaceres domésticos. Ella tiene 80 años y es miembro fiel de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Mi madre vive sola desde que falleció mi padre. Lo que más disfruta es visitar la casa de cada uno de sus tres hijos, pasar tiempo con ellos y con sus nietos y preparar comidas que dan calor al alma.
Cada vez que yo visitaba la casa de mi madre para hacer la limpieza y asegurarme de que todo estuviera en orden, encontraba un viejo cojín en el piso. Una y otra vez, lo levantaba y lo colocaba en un sillón, quejándome para mis adentros del descuido de mi madre.
Cuando regresaba a visitar y ayudar a mi madre, volvía a encontrar el cojín en el piso. Nunca le dije nada sobre el cojín, pero una mañana finalmente descubrí por qué siempre estaba en el piso.
Mi madre necesitaba una superficie suave para arrodillarse a orar. Era una mujer mayor, pero su fe inquebrantable hacía que orara de rodillas todos los días. Ella oraba por sus hijos y sus nietos; oraba por sus amigos; oraba por quienes más lo necesitaban; y oraba por las personas que siempre había amado y a quienes, aun a su avanzada edad, seguía cuidando con generosidad.
Hoy en día, ya no me quejo cuando veo el cojín en el piso. A veces, hasta me arrodillo sobre su suave superficie para orar al Padre Celestial y expresarle gratitud por la fe y el ejemplo de mi madre.