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Introducción a Salmos


Introducción a Salmos

¿Por qué debemos estudiar este libro?

Leer y meditar el libro de Salmos puede acercarte a Dios y ayudarte a sentir Su amor. Salmos ha sido una fuente de inspiración para la veneración desde tiempos antiguos y continúa siendo valioso para la adoración y el estudio tanto de judíos como de cristianos. Como colección de antiguos himnos poéticos, peticiones y alabanzas de Israel, el libro de Salmos puede resonar en ti a medida que consideres las maneras en que adoras al Señor, suplicas que te libere y le agradeces Su ayuda. Estudiar las verdades del libro de Salmos puede traerte paz e inspirarte a alabar a Dios y a confiar en Él.

¿Quién escribió este libro?

El libro de Salmos atribuye al menos setenta y tres (o cerca de la mitad) de los salmos a David y atribuye otros salmos a otros autores, entre ellos a Asaf (Salmos 50; Salmos 73–83) y Hemán (Salmos 88). Sin embargo, esas atribuciones aparecen en títulos que “se agregaron a algunos de los salmos, pero se cuestiona si estos son tan antiguos como las palabras a las que se encuentran unidos” (Bible Dictionary, “Psalms”).

¿Cuándo y dónde se escribió?

Los múltiples autores que escribieron los salmos vivieron en distintas épocas, la mayoría de ellos aproximadamente entre 1000 a. de J.C. y 500 a. de J.C. No se sabe con seguridad cuándo se recopiló el libro de Salmos en su forma actual, pero los acontecimientos mencionados en Salmos 137 indican que ese proceso no se completó sino hasta después del exilio de los judíos en Babilonia: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y aun llorábamos, acordándonos de Sion. …allí nos habían llevado cautivos” (Salmos 137:1, 3).

¿Cuáles son algunas de las características distintivas de este libro?

Salmos es el libro del Antiguo Testamento más citado en el Nuevo Testamento, ya que “ningún libro del Antiguo Testamento es más cristiano en su sentido interno ni más completamente declarado como tal por el uso que se hace de él que Salmos” (Bible Dictionary, “Psalms”). Muchos de los salmos contienen referencias proféticas del Salvador y aluden a acontecimientos que ocurrirían durante Su vida (véase Salmos 22:1, 7–8, 16, 18; 34:20; 41:9; 69:20–21).

El libro de Salmos se divide en cinco secciones principales (Salmos 1–41; 42–72; 73–89; 90–106; 107–150), cada una de las cuales concluye con una expresión de alabanza (por ejemplo, “Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, por los siglos de los siglos. Amén y Amén” [Salmos 41:13]). Muchos de esos salmos se escribieron originalmente como himnos para cantarse en servicios religiosos. Esos himnos se usaron para orar, alabar y meditar, y algunos de los textos muestran similitudes con la poesía hebrea. Algunos de los títulos “posiblemente son nombres de melodías, bien conocidas en esa época, que los salmos estaban señalados para cantarse” (Bible Dictionary, “Psalms”).

Bosquejo

Salmos 1–41. El libro de Salmos comienza con un contraste entre lo piadoso y lo malo. Algunos de los salmos ponen mucho énfasis en confiar en Dios en vez de confiar en objetos terrenales o en personas y nos recuerdan que no tenemos que temer, ya que Dios está con nosotros. Otro de los salmos nos recuerda que Dios juzgará nuestro corazón y que debemos buscar la misericordia de Dios.

Salmos 42–72. Esos salmos podrían resumirse con la frase “Dios es nuestro refugio y fortaleza” (Salmos 46:1). Uno de los salmos nos recuerda echar nuestras cargas sobre Jehová en cada desafío o prueba. Otro nos alienta a esperar pacientemente a Dios en todas las cosas.

Salmos 73–89. Esos salmos abarcan varios temas y frecuentemente describen a Dios como un juez que puede reprender a los inicuos jueces terrenales y destruir a los enemigos de Israel. En Salmos 86, el rey David registra una súplica de que Dios nos enseñe Su camino para que podamos caminar en la verdad.

Salmos 90–106. Muchos de esos salmos nos alientan a alabar a Jehová, a recordar que la venganza le pertenece a Él, a declarar Su gloria y a servirle con alegría.

Salmos 107–150. Esos salmos reconocen que “…herencia de Jehová son los hijos” (Salmos 127:3) y que ellos son una bendición eterna para los padres justos. Uno de los salmos cerca del final del libro ofrece una súplica sincera de que Jehová nos libre y nos guarde del mal y de las prácticas violentas de hombres inicuos.