Conferencia General
En la senda de su deber
Conferencia General de octubre de 2023


En la senda de su deber

Ustedes, que hoy avanzan en la senda de su deber, son la fortaleza de la Iglesia restaurada del Salvador.

Ruego fervientemente la ayuda del Espíritu Santo al expresar ahora mi amor, admiración y gratitud por los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de todo el mundo.

Aquellos del último carromato

El año 1947 marcó el centésimo aniversario de la llegada de los primeros pioneros Santos de los Últimos Días al valle del Lago Salado. Se efectuaron muchas celebraciones memorables durante el año y se profirieron incontables expresiones de gratitud por los devotos discípulos de Jesucristo que abrieron caminos, construyeron hogares, plantaron cultivos en el árido desierto y establecieron comunidades.

El presidente J. Reuben Clark, Primer Consejero de la Primera Presidencia, rindió uno de los más memorables y conmovedores tributos a esos fieles pioneros en la conferencia general de octubre de 1947.

En su mensaje, el presidente Clark reconoció brevemente a los conocidos líderes que guiaron la emigración al oeste, tales como Brigham Young, Heber C. Kimball, Wilford Woodruff, Parley P. Pratt y muchos otros. Sin embargo, su objetivo principal no era relatar los logros de esas notables personas, más bien, centró sus palabras en las leales almas cuyos nombres no son ni conocidos ni están oficialmente registrados en la historia de la Iglesia. El instructivo título de su mensaje es “Aquellos del último carromato”1.

El presidente Clark describió con gran detalle las características de los emigrantes que viajaban en el último carromato cubierto, de cada larga caravana, que cruzaba las planicies y los desafíos que estos afrontaban. Elogió a esos héroes anónimos e ignorados que, día tras día, semana tras semana y mes tras mes, se ahogaban con el polvo que levantaban todos los carromatos que iban delante de ellos y que vencían los incesantes obstáculos que encontraban en el camino.

El presidente Clark declaró: “Los del último carromato seguían adelante, fatigados y cansados, con los pies doloridos, a veces casi descorazonados, alentados por su fe de que Dios los amaba, que el Evangelio restaurado era verdadero y que el Señor guiaba y dirigía a las Autoridades Generales que iban al frente”2.

Concluyó su mensaje con este conmovedor elogio: “A esas almas humildes, grandes en fe, grandes en obras, grandes en vivir rectamente, grandes en forjar nuestro invaluable legado, humildemente rindo mi amor, mi respeto, mi homenaje reverente”3.

No prestaban menor servicio

En 1990, el presidente Howard W. Hunter, entonces Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, pronunció un mensaje sobre las indispensables contribuciones de incontables miembros de la Iglesia que sirven con diligencia y fidelidad y que reciben poco o ningún reconocimiento o encomio público.

El presidente Hunter explicó:

“Del joven y valiente capitán Moroni se dijo lo siguiente:

‘Si todos los hombres hubieran sido, y fueran y pudieran siempre ser como Moroni, he aquí, los poderes mismos del infierno se habrían sacudido para siempre; sí, el diablo jamás tendría poder sobre el corazón de los hijos de los hombres’ (Alma 48:17).

“¡Vaya cumplido para un hombre famoso y poderoso! […]. Dos versículos más adelante, hay una declaración sobre Helamán y sus hermanos, quienes desempeñaron una función menos llamativa que Moroni, la cual indica:

“‘Y he aquí, Helamán y sus hermanos no prestaban menor servicio al pueblo que Moroni’ (Alma 48:19)”.

El presidente Hunter continuó: “En otras palabras, aunque Helamán no era tan famoso ni prominente como Moroni, prestaba un servicio equivalente; es decir, era tan servicial y útil como Moroni”4.

Luego, el presidente Hunter nos aconsejó a todos que no prestemos menor servicio. Él dijo: “Si piensan que la mayor parte de lo que hacen no los convierte en personas muy famosas, no se desanimen. La mayoría de las mejores personas que han vivido tampoco fueron muy famosas. Sirvan y crezcan, fiel y discretamente”5.

En la senda de su deber

Estoy agradecido por los millones de miembros de la Iglesia que hoy vienen al Salvador6 y avanzan en la senda de los convenios en los últimos carromatos de nuestra caravana contemporánea y que ciertamente no prestan menor servicio. Su firme fe en el Padre Celestial y el Señor Jesucristo, y su vida modesta y consagrada me inspiran a ser un mejor hombre y discípulo.

Los amo, los admiro, les agradezco y los elogio.

Una declaración de Samuel el Lamanita en el Libro de Mormón resume bien mis sentimientos hacia ustedes:

“Fij[aos] en que la mayor parte de ellos se hallan en la senda de su deber, y andan con circunspección delante de Dios, y se esfuerzan por guardar sus mandamientos y sus estatutos […].

“Sí, os digo que la mayor parte de ellos están haciendo esto, y con infatigable diligencia se están esforzando por traer al resto de sus hermanos al conocimiento de la verdad”7.

Creo que la frase “en la senda de su deber” describe a hermanos y hermanas perceptivos que buscan a las personas que están solas en las reuniones de la iglesia y en otras situaciones y se sientan junto a ellas. Se esfuerzan constantemente por “consolar a los que necesitan de consuelo”8, sin expectativas de reconocimiento ni alabanza.

La frase “en la senda de su deber” describe a cónyuges e hijos que apoyan a su compañero, padre o hijo que sirve en una posición de liderazgo en la Iglesia restaurada del Señor. Su influencia sustentadora constante, silenciosa y generalmente no reconocida hace posibles las bendiciones de muchas personas y familias en formas que solo se conocerán plenamente en la eternidad.

La frase “en la senda de su deber” describe a personas que, habiéndose apartado de Dios, están humildemente volviendo a Él9 una vez más, arrepintiéndose de sus pecados y buscando el poder purificador y sanador de la Expiación del Salvador. Venir a Cristo10 al volver a la senda de los convenios desde desvíos pecaminosos que derivaron en “senderos prohibidos”11 es espiritualmente esencial y requiere rigurosa rectitud. Al avanzar con fe y no cansarse de hacer lo bueno, están poniendo los cimientos de una gran obra en su vida12, “por todas las generaciones y por la eternidad”13.

La frase “en la senda de su deber” describe a personas rectas que ansían sujetarse al yugo con el Salvador mediante los convenios y ordenanzas autorizados de Su Evangelio, pero que quizás no puedan hacerlo por factores ajenos a su control. Prometo que su angustia personal será aliviada y que su obediencia y fidelidad al someter pacientemente su voluntad a Dios serán recompensadas en “el propio y debido tiempo del Señor”14. “Por la noche durará el llanto, y a la mañana vendrá la alegría”15.

La frase “en la senda de su deber” describe a los inspirados traductores e intérpretes de todo el mundo que sirven al Señor al ayudar a amigos y a miembros a “o[ír] la plenitud del evangelio en su propia lengua y en su propio idioma”16. Sus voces, su lengua de señas y los documentos que traducen comunican verdades eternas, pero solo pocos de nosotros conocemos sus nombres o acaso expresamos agradecimiento. Mediante el don de lenguas con el que se les ha bendecido, los traductores e intérpretes sirven de manera diligente, desinteresada y casi siempre anónima, para ayudar a las personas a recibir el don espiritual de la fe por medio de leer y oír la palabra de Dios17.

La frase “en la senda de su deber” describe a fieles hombres y mujeres casados que honran su responsabilidad por convenio de multiplicarse y henchir la tierra, y que son bendecidos con fortaleza y energía para luchar con sus hijos en las reuniones sacramentales. En un mundo cada vez más confuso y asolado por calamidades y prioridades en el orden equivocado, esas almas valientes hacen caso omiso de las voces seculares que enaltecen el egocentrismo. Ellas veneran la santidad y la importancia de la vida en el plan de felicidad del Padre Celestial para Sus hijos.

Muchas parejas casadas también confían en Dios cuando los deseos rectos de su corazón no se cumplen cómo o cuándo lo habían esperado y soñado. Ellos “esperan en Jehová”18 y no exigen que Él cumpla con los plazos terrenales de ellos. “Porque desde el principio del mundo no han escuchado los hombres, ni percibido con sus oídos, ni ha visto ojo alguno, además de ti, oh Dios, cuán grandes cosas has preparado para aquel que te espera”19.

La frase “en la senda de su deber” describe a los miles y miles de líderes de guardería y maestros de la Primaria que aman y enseñan a los niños de la Iglesia cada día de reposo.

Consideren el impacto eterno del servicio que prestan esos devotos discípulos y las maravillosas bendiciones que se prometen a quienes ministran a los niños.

“Y [Jesús] tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:

“El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió”20.

La frase “en la senda de su deber” describe a los hijos dedicados que cuidan con ternura a sus padres mayores; a la madre desvelada que consuela al hijo asustado mientras vela como una “leona en la puerta” del hogar21; a los miembros de la Iglesia que llegan temprano para poner las sillas y se quedan hasta tarde para retirarlas; y a personas inspiradas que invitan a familiares, amigos y conocidos a venir y ver, venir y ayudar, y venir y quedarse22.

He descrito solo unos pocos ejemplos seleccionados de devotos discípulos de Jesucristo que guardan convenios que, como ustedes, avanzan “en la senda de su deber”. Millones de otros ejemplos de Santos de los Últimos Días que ofrecen sus “almas enteras”23 a Dios se hallan en hogares centrados en Cristo y en unidades de la Iglesia de todo el mundo.

Ustedes aman y sirven, escuchan y aprenden, cuidan y consuelan, y enseñan y testifican por el poder del Espíritu Santo. Ustedes ayunan y oran a menudo, se vuelven más y más fuertes en su humildad, y más y más firmes en la fe de Cristo, “hasta henchir sus almas de gozo y de consolación; sí, hasta la purificación y santificación de sus corazones, santificación que viene de entregar [su] corazón a Dios”24.

Promesa y testimonio

Aquellos del último carromato, todos aquellos que no prestan menor servicio y ustedes, que hoy avanzan en la senda de su deber, son la fortaleza de la Iglesia restaurada del Salvador. Y como el Señor ha prometido: “Todos los tronos y dominios, principados y potestades, serán revelados y señalados a todos los que valientemente hayan perseverado en el evangelio de Jesucristo”25.

Con gozo testifico que el Padre Celestial y Su Amado Hijo viven, y Sus promesas son seguras. En el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.