2011
Enseña a un hombre a pescar
Junio de 2011


Enseña a un hombre a pescar

Cuando necesitó ayuda, Ezra, un joven de Samoa de 16 años, se dirigió a quien su padre le había enseñado que acudiera: a su Padre Celestial.

Ezra dejó de remar en su pequeña canoa hawaiana y miró el sol hundirse hacia el Pacífico del otro lado de la bahía. Por años había pescado en esas aguas con su padre, pero hoy le era difícil ver ese panorama familiar a través de las lágrimas.

Hoy estaba solo.

Mientras la canoa se balanceaba suavemente en el agua, él alcanzaba a escuchar las palabras que su padre había dicho con frecuencia: “Presta atención, Ezra; algún día, cuando yo ya no esté, tendrás que saber cómo mantener a la familia”.

Hoy era el día sobre el cual su padre le había advertido y para el cual trató de prepararlo; pero había llegado demasiado pronto; él sólo tenía 16 años, y no estaba preparado.

La responsabilidad

Ezra adora a su padre. Durante años había esperado con impaciencia hasta que su padre le dijo, a los siete años, que por fin tenía la edad suficiente para ayudarlo a preparar y vigilar las redes de pesca.

La pesca no daba mucho dinero, pero era suficiente para alimentar a Ezra, a sus cinco hermanas y a su madre; para mantener a su hermana mayor en la misión en Estados Unidos; y para ayudar a sus vecinos. Ezra pudo incluso comenzar a ahorrar para su propia misión.

Pero ahora su padre ya no estaba; su muerte había sido inesperada y le partió el corazón a Ezra. Al perder a su padre, había perdido a su héroe, su obispo y su instructor.

Pero además del dolor, existía la terrible comprensión de que la responsabilidad para la cual su padre había tratado de prepararlo de repente era suya. Ahora Ezra tendría que mantener a la familia.

La oración

Ni siquiera podía considerar ir a pescar esa primera semana después de la muerte de su padre; la herida era muy reciente. La idea de sacar la canoa de su padre, de usar sus redes y hacer el trabajo que su padre hacía sin él era insoportable.

A la semana siguiente, sabía que su familia necesitaba que él fuera a pescar, pero la carga era demasiado abrumadora. A pesar de lo mucho que quería ser como su padre, Ezra se daba cuenta más que nunca de lo lejos que estaba de lograr esa meta.

“Sentía que no había esperanza”, dijo. “Fue muy difícil la primera vez seguir los pasos de mi padre. Al llevar la canoa al mar, sentí su ausencia. Recordé las palabras que mi padre me había dicho y sentí el peso de la responsabilidad por mi familia”.

Encontrándose en los bajíos del Pacífico, se dirigió a la única Persona que podría ayudarlo: Aquel en quien su padre le había enseñado a confiar.

“Muéstrame el lugar donde él iba”, oró Ezra. “Ayúdame a cumplir el deseo que mi padre tenía para mí”.

La respuesta

En el silencio del atardecer después de esa oración, Ezra sintió que algo cambió. Sintió que era guiado al lugar donde su padre pescaba, y las cosas que él le había enseñado acudieron a su mente en el momento en que las necesitó.

“Después de esa oración, sentí más fortaleza”, dijo. “Supe que el Padre Celestial me ayudaría”.

Al igual que el Salvador mostró a Sus antiguos apóstoles dónde echar las redes, Ezra también recibió ayuda. “Atrapé muchos peces ese día”, dice.

De tal palo, tal astilla

Aunque había dudado de que pudiera hacer lo que su padre hizo, Ezra se dio cuenta de que podía hacer más de lo que él mismo pensaba.

“Ha sido un gran cambio en mi vida, la forma en que pienso, cómo veo y cómo hago las cosas”, dice Ezra. “Me di cuenta de que puedo hacer lo que hacía mi padre”.

Ezra ha llegado a parecerse más a su padre de lo que pensaba que fuera posible. Ha seguido los pasos de su padre como pescador y como maestro.

La segunda semana que Ezra fue a pescar, su amigo Fetu preguntó si podía acompañarlo y aprender. Ezra le ha enseñado a Fetu a pescar, y éste ha ayudado a Ezra con su trabajo y le ha hecho compañía.

“Estoy agradecido por la oportunidad de enseñar a los demás lo que mi padre me enseñó”, dice Ezra. “Me hace feliz saber que no sólo soy un pescador como mi padre, sino también un maestro”.

Enseña a un hombre a pescar

Dice el refrán que si a un hombre se le da un pescado, se lo alimenta por un día; pero si se le enseña a pescar, se lo alimenta de por vida. El padre de Ezra indudablemente hizo lo segundo.

Sin embargo, Ezra aprendió mucho más de su padre que la manera de pescar. Aprendió que podía depender de su Padre Celestial. Este conocimiento le servirá a lo largo de la vida aun más que su habilidad de pescar.

Porque sabe lo mucho que necesita la ayuda de su Padre Celestial, Ezra tiene mucho cuidado de cumplir dignamente con sus responsabilidades de presbítero, oficio al cual su padre lo ordenó la semana antes de morir. También se organiza de manera que la pesca no interfiera con la escuela ni con seminario.

Aun más, está ahorrando lo que puede de la pesca para que algún día pueda ser un pescador de hombres (véase Mateo 4:19).

“En una noche de hogar, mi padre expresó su deseo de que todos sirviésemos en una misión”, dice Ezra. “Ésa es mi meta principal”.

Ezra recuerda que el Señor le respondió cuando él suplicó. “Quiero poder responderle a Él cuando me llame a ”.

Ezra y su amigo Fetu regresan en la canoa después de recoger las redes.

Fotografías por Adam C. Olson, excepto donde se indica lo contrario.

Fotografía de huellas © iStock.

Ezra tiene planeado servir en una misión. Él recuerda que el Padre Celestial le respondió cuando él suplicó. “Quiero poder responderle a Él cuando me llame a mí”, afirma Ezra.

Al tener que asumir la función de su padre como sostén de la familia, Ezra dijo: “Fue muy difícil la primera vez seguir los pasos de mi padre”.