2003
La Navidad con un ministro religioso
diciembre de 2003


La Navidad con un ministro religioso

Era 1967 y me hallaba sirviendo como misionero en Hildesheim, Alemania. LaNavidad se aproximaba con rapidez y estaba contento porque el día deNochebuena caía en domingo y se habían planeado una reunión maravillosa y otras celebraciones especiales y apropiadas.

Sin embargo, dos semanas antes de la Navidad, fui trasladado a Rendsburg. Mi compañero, el élder Fadel, y yo seríamos nuevos en el lugar y yo me preguntaba cómo serían los miembros y cómo celebraríamos la Navidad.

En breve supimos que la Rama Rendsburg contaba con pocos miembros y no había nada planeado para la Nochebuena, excepto una reunión sacramental especial. La dueña de la casa donde vivíamos, que era miembro de la Iglesia, nos invitó a acompañarla a cenar el día de Navidad y yo pensé que eso iba a ser toda nuestra Navidad, pero dentro de poco todo cambió.

Los misioneros anteriores nos dejaron un libro de referencias que contaba con los nombres de varias personas que tenían interés en que los misioneros las visitaran de nuevo. Como la gente estaba tan atareada, encontrar nuevos contactos en la época de Navidad resultaba sumamente difícil, así que pensamos que los nombres del libro serían un buen comienzo. Iniciamos las visitas a los integrantes de la lista; cuando visitamos el hogar de la señora Lübbert, nos dio la bienvenida una mujer maravillosa y alegre que nos invitó a pasar. Nos dijo que era la viuda de un ministro luterano que había fallecido a principios de año. Su hijo también era ministro e iba a estar en casa durante la Navidad; nos dijo que iban a pasar ellos dos solos la Navidad, sin su esposo y padre. Entonces, con una chispa en los ojos, nos preguntó si les acompañaríamos durante la Nochebuena. Como no teníamos otros planes, accedimos.

Llegó la Nochebuena y disfrutamos de una hermosa reunión sacramental en la que hablamos del Salvador y escuchamos el relato de la Navidad. Mi compañero y yo bendijimos la Santa Cena, lo que nos permitió meditar en la vida que el Salvador había dado por nosotros.

Después de la reunión, debíamos encontrarnos con los Lübbert en la iglesia luterana. Mientras caminábamos por el parque, empezó a nevar. Nos detuvimos para observar a los niños, y a los padres de éstos, que patinaban en un estanque congelado. Por todas partes había luces de Navidad y oíamos el repicar de las campanas de las iglesias que anunciaban los servicios que se oficiarían esa Nochebuena.

Los Lübbert nos estaban esperando en su iglesia. Disfrutamos de un maravilloso espíritu al oír al ministro religioso y al cantar villancicos navideños en una iglesia más antigua que algunas de esas melodías. El poder cantar “Noche de luz” en su idioma original hizo que la ocasión fuera aún más especial.

Después del servicio, nos subimos al automóvil del reverendo Lübbert y nos fuimos a su casa. La señora Lübbert había preparado ganso para cenar y mientras le daba los últimos toques a la comida, mi compañero y yo nos sentamos con el reverendo Lübbert y le preguntamos sobre su ministerio. Nos habló de su actividad en un movimiento que pretendía unificar a todas las iglesias cristianas. Muchos líderes cristianos compartían ese sueño, pero otros se oponían abiertamente a dicho movimiento.

Entonces conversamos sobre nuestro ministerio. Le hablamos del Libro de Mormón y de cómo se había restaurado la Iglesia. Le dijimos que había profetas en la actualidad, hablamos de Jesucristo y testificamos de Él como nuestro Salvador. No había animosidad alguna entre nosotros, nadie se mofó de las creencias del otro. Y cuando ahora pienso en ello, vienen a mi mente las palabras de 2 Nefi 25:26. Literalmente, aquella Nochebuena “hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo”. Él fue el centro de nuestra atención, la razón de estar juntos aquella noche.

Al inclinar la cabeza para bendecir los alimentos, el reverendo Lübbert pidió una bendición para sus compañeros en Cristo, para que fuéramos guiados a aquellos que buscaran a Jesús. La comida fue maravillosa: ganso al horno con todas las guarniciones y los postres especiales alemanes.

Según la tradición alemana, los padres se retiran a otro cuarto donde se encuentra el árbol de Navidad recién decorado, para encender las velas del árbol. Entonces se deja pasar a los hijos para que vean el árbol y los regalos. Así que la señora Lübbert se retiró a la sala de estar y cerró las grandes puertas corredizas. En un instante, volvió a abrirlas e invitó a sus “hijos” a pasar.

Al entrar en el cuarto, donde la única luz que había era la que procedía de las velas del árbol de Navidad, la señora Lübbert nos dio, a mí y a mi compañero, nuestros regalos: unas golosinas y un libro turístico de Rendsburg. Después le entregó a su hijo sus regalos y luego guardaron silencio para recordar a su esposo y padre. Entonces abrimos la Biblia en Lucas y leímos el relato de la Navidad. El Espíritu conmovió a cada uno de los presentes y fortaleció de nuevo nuestro testimonio de la naturaleza divina del mensaje que encierran esos versículos. Mientras cantábamos villancicos, la letra de los cánticos testificó del amor que tenemos por Jesucristo, Su vida, Sus enseñanzas y el más preciado de todos los dones: Su sacrificio expiatorio.

Aquella noche me parecía que mis pies no tocaban el suelo mientras nos dirigíamos a la parada del autobús. Papá Noel no había venido, yo no había estado atareado comprando regalos ni había ido a ningún concierto ni a ver ninguna de las tradicionales películas navideñas. Mi familia estaba lejos y los paquetes que me habían mandado se habían retrasado a causa del traslado. Pero jamás había sido tan feliz en una Nochebuena. Por primera vez en mi vida, la Navidad se había centrado totalmente en Cristo, y el único regalo que había dado fue mi testimonio de Él.

Blaine K. Gehring pertenece al Barrio Mill Creek Este 4, Estaca Mill Creek Este, Salt Lake.