2003
¡Lee tu bendición patriarcal!
diciembre de 2003


“¡Lee tu bendición patriarcal!”

En casa tenemos la tradición navideña de decorar nuestro hogar a finales de octubre o a principios de noviembre para que el espíritu de la Navidad llegue antes y permanezca durante más tiempo, pero en 1993 no sucedió así.

En octubre supe que estaba embarazada. Ya tenía dos hijos, una niña de cuatro años y un niño de dos, y estábamos pasando por dificultades económicas. “¿Cómo vamos a mantener a otro bebé?”, me preguntaba. Cuando llegaron las náuseas propias del embarazo, empecé a discutir con el Señor, a quejarme, a murmurar, y hasta dejé de orar. Ese año no decoré la casa como lo había hecho anteriormente, pues no quería recordar el nacimiento del Señor Jesucristo. Ese año no habría Navidad para mí.

Cada año, mi madre celebra una comida especial el 25 de diciembre para reunir a toda la familia, pero ese año, al sentarme a la mesa con todos los demás, no pude comer. Todo me daba náuseas. Estaba tan triste y tan llena de rencor que apenas participé en las conversaciones con la familia y volví pronto a casa.

Horas más tarde mi hermano llegó corriendo a casa para decirme que mi padre se encontraba indispuesto. Me apresuré a llegar a la casa de mis padres y vi que mi padre apenas podía respirar. Tenía un hormigueo en el brazo y un gran dolor en el pecho. ¡Se trataba de un ataque de corazón! Le dije a mi hermano que tenía que llevarlo a urgencias.

Volví a casa y le pedí a mi esposo que orara para que mi padre no muriera, mas él me dijo que era yo la que debía orar. Pero como no había orado desde hacía muchísimos días, creía que mi Padre Celestial no escucharía mi oración. Sabiamente, mi marido me dijo que ya era tiempo de pedir Su perdón.

Me arrodillé, llorando implacablemente. Mi padre se moría en camino al hospital y yo imploraba a nuestro Padre Celestial que no lo dejara morir esa Navidad. Imploré desesperada el perdón del Señor y una voz me susurró al oído: “¡Lee tu bendición patriarcal!”. ¿Cómo iba a pensar en mi bendición patriarcal en un momento como ése? Pero la impresión continuaba, instándome con insistencia a leerla.

Me puse de pie, encontré la bendición y empecé a leerla; fue entonces que sucedió algo sorprendente. Me di cuenta de que mencionaba varias veces que soy una amada hija de mi Padre Celestial y de mis padres terrenales, y que si honro a mis padres terrenales, Él prolongará sus vidas y tendrán la oportunidad de ver crecer a mis hijos y se regocijarán junto conmigo en nuestra posteridad.

Mientras leía, entendí. Mi padre aún no había visto al bebé que llevaba dentro de mí, ni lo había visto crecer. Me di cuenta de que no iba a morir todavía. Ese día, mi bendición fue la respuesta a mi súplica. Volví a arrodillarme, pero esta vez para dar gracias a mi Padre Celestial por el hijo tan especial, mi hijo Guilherme, que llevaba en mis entrañas.

¡A veces estamos tan ciegos y somos tan egoístas! Y nuestro Padre Celestial, con Su bondad y amor, nos permite aprender y crecer por medio de las pruebas. Le doy gracias por cada uno de los días que me permite vivir con mi familia: con mis tres hijos amados, mi esposo y mis padres. Sé que Dios vive, que Jesucristo vive y que me aman y son muy pacientes conmigo.

Célia Augusto de Souza pertenece al Barrio Vila Sônia, Estaca São Paulo, Brasil.