2007
Reverenciemos el templo
febrero de 2007


Reverenciemos el templo

Los jóvenes Santos de los Últimos Días de Sudáfrica saben que la casa del Señor es digna de su más profundo respeto.

Naledi Mqokozo ha estado frecuentando los terrenos del templo desde que era pequeña, y ahora que ya ha crecido y que a menudo se encuentra en el templo, podría decirse que el templo está en ella: en su corazón y en sus pensamientos. “Tengo una lámina del Templo de Johannesburgo en mi dormitorio”, dice Naledi, de 17 años. “La puse en la pared para tener siempre pensamientos limpios y para mantener cerca la presencia del Espíritu”.

Johannesburgo, Sudáfrica, ha amanecido lluviosa, pero la lluvia no ha afectado la alegría de Naledi ni de los demás jóvenes de la Rama Ennerdale, Estaca Johannesburgo, Sudáfrica, que han ido al templo a efectuar bautismos por los muertos. Naledi está aquí porque “quería tener la ocasión de volver a ver el templo y sentir el Espíritu del Señor”. Para Naledi, un día en el templo no es como cualquier otro día. “Es un momento especial”, dice, “así que debemos vestirnos y comportarnos de manera especial”.

Naledi entiende que el templo es un lugar sagrado: “Debemos ser muy reverentes en el templo porque es la casa de Dios y el Espíritu Santo mora dentro. Es preciso que nos preparemos, que nos comportemos con moral y que seamos muy puros y respetuosos”.

Santidad al Señor

Los templos son, literalmente, la casa del Señor. De hecho, en cada templo se hallan inscritas las palabras: “La casa del Señor. Santidad al Señor”. Son los lugares más sagrados de adoración que hay en la tierra y, dado que el templo es santo, al igual que la obra que se lleva a cabo en su interior, todo el que asiste al templo debe ser limpio y digno. En una revelación al profeta José Smith, el Salvador prometió:

“Y si mi pueblo me edifica una casa en el nombre del Señor, y no permite que entre en ella ninguna cosa inmunda para profanarla, mi gloria descansará sobre ella.

“Sí, y mi presencia estará allí, porque vendré a ella; y todos los de corazón puro que allí entren verán a Dios” (D. y C. 97:15–16).

¿Significa eso que todo el que vaya al templo verá a Dios? El élder David B. Haight (1906–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“Es cierto que algunos en realidad han visto al Señor. Pero al consultar el diccionario nos damos cuenta de que la palabra ver tiene otros significados y sinónimos, tales como llegar a conocer, comprender, percibir, entender claramente, lo que, aplicado al Señor, significa conocerlo, discernirlo, reconocerlo a Él y Su obra, percibir Su importancia y llegar a entenderlo mejor.

“Esta clase de iluminación celestial y de bendiciones está a nuestra disposición”1.

Louis Groenewald, presidente del Templo de Johannesburgo, dice que los jóvenes de la Iglesia pueden recibir un mayor conocimiento del Salvador y de sí mismos cuando están en estos edificios santos. “El templo no sólo nos concede la sagrada oportunidad de efectuar la obra por los muertos”, dice, “sino que también ayuda a preparar a nuestros jóvenes para que tengan una plenitud de vida en esta vida y en la venidera”. Muchas son las bendiciones que se reciben por servir en el templo.

Cuatro grandes bendiciones

Primera, dice el presidente Groenewald, cuando los jóvenes van al templo, cuentan con el privilegio de acercarse más a su Padre Celestial y al Salvador en Su casa. A eso se refería el élder Haight cuando dijo que el templo es un lugar en donde se llega a conocer al Señor.

La segunda bendición es la oportunidad de brindar un servicio desinteresado. El presidente Groenewald dice que ese tipo de servicio “es la base de la caridad y del Espíritu de Cristo”. Y prosigue: “Esperamos que los jóvenes tengan muchas oportunidades de ir a hacer bautismos por los muertos, y que eso, con el tiempo, les lleve a recibir su propia investidura y el santo sellamiento. Estas ordenanzas abren la puerta a un número ilimitado de bendiciones en la eternidad”.

Las ordenanzas del templo son la tercera gran bendición que destaca el presidente Groenewald: “Sin ellas no es posible obtener una plenitud de vida ni la exaltación”. La investidura y el matrimonio celestial son dos de estas ordenanzas. La investidura consiste en una serie de instrucciones e incluye convenios, o promesas, que hacemos de vivir en rectitud y de seguir las enseñanzas del Salvador. El matrimonio celestial es la ordenanza del templo que sella, o une, a los esposos y a sus hijos por la eternidad.

Y cuarta, “el templo da sentido a todo”, explica el presidente Groenewald. Dice que todo lo que se enseña a los jóvenes en la Iglesia se refuerza y cobra sentido en el templo. Todas estas enseñanzas giran en torno a la expiación de Jesucristo y al plan de salvación. En el templo “el Evangelio se erige en una experiencia maravillosa y plena”.

La paz del templo

“Ésta es la casa del Señor, por lo que debemos mostrar respeto y estar en paz”, dice Vincent Maiete, de 17 años, del Barrio Ridgeway. Vincent llegó al templo muy temprano por la mañana junto con otros jóvenes de su barrio, entre ellos Roxanne Cockrell, Jimmy Plaatjies y Kyle Zeeman.

Roxanne, de 14 años, dice: “Decidí ir al templo en vez de seguir durmiendo”. Pero levantarse temprano mereció la pena; se siente feliz por haber elegido hacer bautismos por los muertos con sus amigos. “Ayudé a la gente; fue una buena experiencia”.

Kyle, de 17 años, contempla los preciosos terrenos del templo. Todo está levemente mojado después de las lluvias matutinas. “Aquí hay una tranquilidad que no se siente en ningún otro lugar”, dice. “A veces hay que hacer pequeños sacrificios para venir, pero es bueno hacerlo. Quiero casarme en el templo”.

“Es muy importante tener un templo en Sudáfrica”, dice Jimmy, de 20 años. “Podemos hacer estas ordenanzas especiales de bautizarnos por nuestros familiares que han fallecido. Qué gran bendición tenemos. El Espíritu se siente con fuerza, particularmente en el interior del templo. Aun cuando estás fuera, puedes sentir paz”.

La ropa: una muestra de respeto

Palesa Mqokozo, de 14 años, de la Rama Ennerdale, siempre se pone su mejor vestido cuando va al templo. “Me visto así para mostrar respeto por nuestro Padre Celestial”, explica. Abriga ese respeto debido a lo que siente cuando va al templo. “Al entrar en la casa del Señor, no sientes tentación alguna y sabes que todo está bien en su interior. Nada te puede fallar”.

El presidente Groenewald sonríe al decir: “Los jóvenes vienen al templo apropiadamente vestidos. ¿Cuál es la ropa adecuada? La mejor ropa de los domingos”. Es la misma ropa que te pondrías para la reunión sacramental. “La ropa debe estar limpia, ser adecuada para el domingo, la mejor que tengan”, dice. “Ésa es la norma”.

Henry Mkhonza, de 18 años, también de la Rama Ennerdale, permanece con las manos juntas mientras habla del templo. Henry ya parece todo un misionero, llamamiento para el que lleva mucho tiempo preparándose. “La gente se fija en la reverencia: cómo te vistes, cómo te comportas. Eso dice mucho de cómo eres”, explica. “Si eres reverente en tu modo de vestir, no necesitas decir mucho. La gente puede deducir de eso lo que es importante para ti”.

“La manera de vestir tiene importancia”, concuerda Stephanie Madhav, de 16 años, de la Rama Ennerdale, “porque el templo es grandioso; es la casa del Señor; por tanto, nos vestimos como si estuviéramos en Su presencia”.

Lo que estos jóvenes han logrado entender es que la buena apariencia y la vestimenta adecuada constituyen una muestra de respeto y reverencia. “Todo se convierte en un símbolo de un gran legado”, dice el presidente Groenewald. “Por ejemplo, no tiene nada que ver con la camisa blanca, sino que, en realidad, se trata de un símbolo de pureza. Las personas que no entienden, conceden toda la importancia al símbolo. La camisa blanca no es más que un símbolo de la pureza; no es una cuestión de estilo ni de moda, sino de manifestar externamente que, en mi corazón y en mi mente, deseo seguir a los profetas vivientes”.

Preparándose para el futuro

Los rostros de estos jóvenes de Johannesburgo evidencian la paz de corazón y de conciencia que sienten, así como la dicha de servir y la confianza que tienen en sí mismos. Gracias a ese firme entendimiento que tienen de la naturaleza sagrada del templo y de las bendiciones que existen en ese santo lugar, son ejemplos de rectitud para otras personas.

Las bendiciones del templo son evidentes en la vida de la juventud de Sudáfrica, tal como prometió el presidente Groenewald. “Los jóvenes están empezando a comprender que la Iglesia a la que han escogido asistir los une como hermanos”, dice. “Tienen cada vez más confianza para salir y hacer la obra del Señor, y ese sentimiento les servirá de sostén tanto en los buenos como en los malos momentos. Sí, en el templo, el Señor prepara a los jóvenes para el futuro”.

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“Aprovechen la oportunidad de ser bautizados a favor de los muertos y luego dejen que esa experiencia sagrada sea un sólido cimiento de sus vidas, para que se comporten siempre y en toda circunstancia de tal manera que cuando llegue el momento oportuno puedan solicitar y obtener una tarjeta de crédito del Señor, una recomendación para entrar en Su Santa Casa, y allí disfrutar de todas sus bendiciones y privilegios”.

Presidente Gordon B. Hinckley, “Mantengamos sagrados los templos”, Liahona, julio de 1990, pág. 68.

Nota

  1. “Los templos y la obra que se efectúa en ellos”, Liahona, enero de 1991, pág. 70.