2010
Marcando el camino
Febrero de 2010


Marcando el camino

Cuando los hermanitos Calderón se unieron a la Iglesia, marcaron el camino que llevaría a su familia a grandes cambios.

Los hijos de la familia Calderón empezaron una gran transición en su familia. Jared, de 15 años de edad, fue el primero en unirse a la Iglesia, y un año después lo hizo su hermana Angie, de 13 años. Los padres se unieron a la Iglesia tres años después del bautismo de ella.

Al principio, esta familia de Costa Rica no tenía idea de cuánto les iba a cambiar la vida el evangelio de Jesucristo. En el año 2000 conocieron la Iglesia gracias a un familiar, a partir de lo cual la familia Calderón invitó a su casa a los misioneros con frecuencia durante varios meses para aprender más. Al hacerlo, la familia experimentó una transformación, una verdadera conversión.

Una vida espiritual más rica

Antes de unirse a la Iglesia, a los Calderón les preocupaba que a Jared y a Angie les costara obtener instrucción moral y espiritual en un mundo que resta importancia a la religión.

Descubrieron que el Evangelio tenía soluciones para los problemas que enfrentaban. “Cuando llegamos a comprender el Evangelio y a aplicar sus enseñanzas, ese conocimiento cambió la forma en que vivíamos”, comenta el hermano Calderón. “Descubrimos quiénes éramos y cómo podemos volver a nuestro Padre Celestial. Por causa de lo que encontramos, hemos llevado una vida espiritual más rica”.

No siempre les resultó fácil aceptar de inmediato lo que les enseñaban los misioneros pero, a medida que ponían a prueba los principios del Evangelio, obtenían testimonio de ellos. “Al aprender sobre las normas del Evangelio”, dice la hermana Calderón, “tratábamos de mantenernos dentro de los límites de la dignidad. Dejé de tomar café (¡Y tomaba muchísimo café antes de eso!). Nos pusimos metas como familia de no decir palabrotas, de hablarnos unos a otros con cordialidad y de obedecer otros principios buenos.

“El sacrificio principal que hicimos fue el de nuestro orgullo”, agrega. “Tuvimos que aprender a ser humildes pero, a medida que hemos intentado aprender y vivir con humildad, hemos recibido muchas bendiciones y experimentamos un gran progreso como individuos, como pareja y como familia”.

La decisión de bautizarse

Jared Calderón, que fue el primero de su familia en unirse a la Iglesia, se bautizó en junio de 2003. Angie hizo lo mismo en julio de 2004. Sus padres se bautizaron en abril de 2007. Y finalmente, ese mismo año, poco después de cumplir los ocho años, se bautizó James, el menor de la familia Calderón.

La familia entonces comenzó a prepararse para hacer convenios y ordenanzas adicionales en el templo. “Sabíamos que el bautismo era sólo el primer paso”, dice la hermana Calderón. “Nos pusimos la meta de seguir progresando, incluso yendo al templo y sellándonos como familia para un día poder vivir con nuestro Padre Celestial”.

La vista dirigida hacia el templo

A fin de prepararse para su sellamiento en el templo, la familia entera dedicó tiempo a orar y ayunar. Además, Jared fue varias veces a efectuar bautismos por los muertos. Y así, el 10 de mayo de 2008, la familia se selló en el Templo de San José, Costa Rica.

Jared recuerda lo que sintió ese día: “Cuando entré a la sala de sellamientos, el Espíritu se sentía con mucho poder. Uno se sentía tan en lo cierto de estar allí con su familia”, dice él.

Su hermano, James, recuerda que tuvo que esperar mucho tiempo para poder entrar en la sala de sellamientos pero, según explica, valió la pena: “Sentí mucho gozo y felicidad. Me sigo sintiendo feliz al saber que puedo estar con mi familia para siempre”.

La influencia de los convenios

Si bien los miembros de esta familia llevaron a cabo muchos cambios en sus vidas a fin de prepararse para recibir las ordenanzas del templo, están descubriendo que, de hecho, las ordenanzas los están cambiando a ellos. Por ejemplo, Angie recuerda que antes de que la familia se sellara ella le había dicho a su madre que no quería casarse en el templo. “En aquel entonces yo no entendía las promesas”, señala. “Ahora tengo una perspectiva mayor y una meta superior. , quiero casarme en el templo. Un día quiero tener mi propia familia y vivir con ellos eternamente”.

Otro cambio que Angie ha experimentado es un deseo mayor de hacer la historia familiar y la obra en el templo a favor de sus antepasados. Ella y su madre van al centro de historia familiar de su capilla local para investigar los nombres de ellos. Angie siente un gran amor por sus antepasados, y siempre está dispuesta a hacer la obra de historia familiar.

También Jared ha notado un ajuste en su persona en lo referente a la forma en que trata a su familia. Explica lo siguiente: “Cuando vas al templo, ves las cosas con más claridad. He sentido que el Espíritu me guía a tratar mejor a mis padres y a mis hermanos, a conservar una buena relación con ellos. Ha habido veces que me he enojado, convencido de que la otra persona se equivocaba, pero cuando recuerdo que somos una familia eterna, me doy cuenta que no vale la pena pelear por pequeñeces”.

“Además”, agrega con una sonrisa pícara, “si vamos a vivir juntos para siempre, más vale que me acostumbre a ellos”.

Gran felicidad

Los Calderón entienden que hacer convenios no basta: también es esencial cumplirlos. Se esfuerzan por seguir leyendo las Escrituras y por seguir orando juntos. Van a la capilla, cumplen con sus llamamientos y se apoyan entre sí. “Esas cosas nos ayudan a recordar lo que prometimos y nos traen muchas bendiciones, tanto espirituales como temporales”, dice la hermana Calderón.

Aunque la familia sigue y seguirá enfrentando retos, los convenios han marcado una diferencia enorme en la perspectiva de sus integrantes. Al repasar las decisiones que ha tomado su familia, el hermano Calderón se siente muy feliz: “Al aprender el Evangelio y vivirlo, hemos llegado a la convicción, a la certeza, de que éste es el evangelio de Jesucristo, y su dirección nos ayuda a tomar las decisiones importantes de forma correcta. Nuestra familia se acerca más al Salvador. Hemos progresado espiritualmente, y nunca en la vida hemos sido tan felices”.

Fotografías por Melissa Merrill

Jared (izquierda) fue el primer integrante de la familia Calderón en unirse a la Iglesia, en el año 2003. Su hermana Angie (abajo) siguió su ejemplo un año después. Los padres y el hermano menor lo hicieron en 2007.

“Nunca hemos sido tan felices”, indica el hermano Calderón al referirse a los cambios que se han verificado en su familia a raíz de los convenios.