2020
Encontrando gozo al compartir el Evangelio, en tiempos de pandemia
Septiembre de 2020


Mensaje de Área

Encontrando gozo al compartir el Evangelio, en tiempos de pandemia

En la biografía del Presidente Thomas S. Monson, “Al Rescate”, se relata una experiencia que tuvo cuando fue Presidente de Misión en Canadá. “En aquel entonces, y debido a las grandes distancias en la misión, gran parte de la comunicación entre el presidente Monson y los misioneros se efectuaba por medio de correos o telegramas. En una ocasión, recibió un telegrama de un misionero del norte de la misión que decía: ‘Presidente, la temperatura es de 40 grados bajo cero. Espero instrucciones’. El presidente Monson le contestó de este modo: ‘Abríguese, trabaje duro y no mire el termómetro’”.

Como miembros misioneros tenemos la importante responsabilidad de dar a conocer el Evangelio que tenemos, en un momento de cuarentena y circunstancias cambiantes, podríamos llegar a preguntar algo similar a lo que preguntó este misionero: “Padre, estamos en cuarentena, espero instrucciones”. La respuesta que recibamos tal vez llegue a ser tan sencilla como la que dio el Presidente Monson en esa ocasión: “Cuida tu salud, trabaja duro y no mires lo que no puedes cambiar, sino todo lo que sí puedes hacer”.

En estas circunstancias tan especiales, el Señor continúa teniendo una alta expectativa en nosotros y espera que sigamos anhelosamente dispuestos a cumplir nuestro convenio bautismal de “ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar que estuvieseis” (Mosiah 18:9). La clave estará en no concentrarnos en el “termómetro”, sino en aquello que sí podemos hacer.

Como el Señor nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles una vía, para que cumplan el mandamiento de compartir el Evangelio, décadas atrás permitió que se desplegaran los conocimientos y los medios que hoy nos permiten conectarnos, reunirnos, inspirar, testificar y enseñar a pesar de la necesidad de mantenernos distanciados.

Días atrás, sentí gratitud por estos medios cuando participé en una video llamada a través del celular, en una lección que el Élder Cary, el Élder Presentado y el Élder Albertos enseñaban a Eugenia, una muy buena amiga del trabajo. Tiempo atrás, Eugenia había asistido a las puertas abiertas del Templo de Asunción. Mientras estaba allí, sintió un gozo tal, que le hizo saber que esa era la Casa del Señor Jesucristo en quién ella siempre había creído. Desde ese momento ella misma pidió escuchar a los misioneros y saber más del Evangelio. Empezó a recibir las lecciones y la acompañé en varias de ellas. Sin embargo, éstas fueron interrumpidas por el inicio de la cuarentena y los traslados de los misioneros por la misma. A pesar de todo esto, días atrás, estábamos nuevamente reunidos. Continuando las lecciones por medio de nuestros celulares y sintiendo el Espíritu tan grandemente cuando ella aceptó la invitación y fecha bautismal hechas a través del teléfono. No importó la separación física que había entre nosotros; el Espíritu nos conmovió como si estuviéramos todos juntos bajo el mismo techo.

El gozo de compartir el evangelio no está basado en el medio utilizado, si no el valor de las almas, el cual es grande a la vista de Dios (DyC 18:10). Probé también ese gozo cuando luego de la lección con Eugenia, ella me escribió un mensaje agradeciendo por apoyarle en su camino a conocer a Nuestro Padre Celestial.

Cuando el Señor nos pide compartir el Evangelio, no busca únicamente que las personas lo conozcan, sino que también desea que la persona que comparte sienta el gozo que Él siente ayudando a las personas a volver a la presencia de Nuestro Padre Celestial.

Son varias las escrituras que nos hablan del gozo y las promesas reservadas para aquellos quienes ayudan a otros a conocer Su evangelio.

“… habéis deseado traer a mí las almas de los hombres… Y por esta causa tendréis plenitud de gozo; y os sentareis en el reino de mi Padre; sí, vuestro gozo será completo… y seréis tal como yo soy”. (3 Nefi 28:9–10)

“¡Y cuan benditos son! Pues publicaron la paz” (Mosiah 27:37)

“… y los sostendré como en alas de águila; y engendrará gloria y honra tanto para él como para mi nombre”. (DyC 124:18)

“Sí, abrid vuestra boca sin cesar, y vuestras espaldas serán cargadas de gavillas, porque he aquí, estoy con vosotros”. (DyC 33:9)

“Sin embargo, benditos sois, porque el testimonio que habéis dado se ha escrito en el cielo para que lo vean los ángeles; y ellos se regocijan a causa de vosotros, y vuestros pecados os son perdonados”. (DyC 62:3)

“Y acontecerá que el poder descansará sobre ti; tendrás una fe grande, y estaré contigo e iré delante de tu faz”. (DyC 39:12)

Después de leer tanas promesas parecería que la pregunta que le hizo el Señor a Martin Harris casi 200 años atrás se aplica totalmente a nosotros hoy día: “He aquí, ¿puedes leer esto sin regocijarte y sin que se exalte tu corazón de alegría?” (DyC 19:39)

Teniendo tantas promesas de gozo y bendiciones por compartir el Evangelio, ¿no habremos acaso de buscar estas bendiciones en un momento en que más necesitamos sentir el gozo y amor que solo Dios y Jesucristo pueden brindarnos?

Busquemos ese gozo y llevémoslo a otros por medio de compartir el Evangelio. Que en palabras similares a la respuesta del presidente Monson al misionero: ¡cuidemos nuestra salud, trabajemos duro y miremos a lo que sí podemos hacer para que otros vengan a Cristo y sintamos el gozo prometido para todos los que testifican de Él!

Es mi testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.