2020
“Tus aflicciones no serán más que por un breve momento”
Diciembre de 2020


Voces de los Santos

“Tus aflicciones no serán más que por un breve momento”

En junio de 2018, me colocaron una prótesis de cadera que, por diferentes razones, dio muchos problemas y me causó mucho dolor hasta junio de 2020. A causa de una infección que impidió que la prótesis se fijase, los dolores comenzaron a manifestarse paulatinamente, pero de manera más aguda y frecuente, hasta que llegó un momento en que no pude caminar.

Después de consultar con otros especialistas, tuve que someterme a una nueva intervención, pero la infección persistía, y un mes después hubo que volver a reemplazar esa segunda prótesis y dejarme con un separador en el hueso y un tratamiento antibiótico que, si no funcionaba, me dejaría postrada para siempre en una silla de ruedas.

Mientras esperaba mi tercera prótesis de cadera, se desató la crisis del coronavirus.

Recibí numerosas bendiciones de salud, pero en mi mente natural y algo enfadada, pensaba que no tenían ningún efecto y que mi Padre Celestial no estaba escuchando mis súplicas y mis llantos de dolor.

Pasé por una etapa triste de rebeldía y frustración a causa de lo prolongado del sufrimiento.

Finalmente, en junio de 2020, pudieron colocarme la prótesis definitiva con un resultado casi perfecto, a pesar de la dificultad de la cirugía.

Ahora he entendido que las oraciones, las bendiciones y los ayunos de tantos hermanos y amigos sí llegaron al Padre Celestial en su momento, y a Su manera.

Un día, en la soledad de una cama de hospital, meditando en el grado de los dolores que había sufrido, llegó a mi corazón un sentimiento de gratitud inmenso que me ayudó a entender un poco mejor la expiación de Jesucristo y cómo Él conoce perfectamente mis dolores y mis angustias, porque Él los ha sufrido y sentido en Su propia carne por mí y por todos nosotros.

Todo este largo proceso me condujo hasta uno de los mejores especialistas en traumatología de Tarragona, cuyas manos guio el Espíritu de un Padre amoroso que sabía que yo ya había aprendido lo más importante de esta dolorosa prueba: el valor de la expiación de Jesucristo en mi vida.

Nunca olvidaré lo que sentí en esa cama de hospital aquella noche solitaria que llenó mi corazón de gratitud y amor por mi hermano mayor, Jesucristo, a quien amo con todo mi corazón.