2020
La reminiscencia y el testimonio
Diciembre de 2020


Sección doctrinal

La reminiscencia y el testimonio

Reminiscencia (anamnesis, “recordar”) es el nombre que daba Platón al recuerdo que en este mundo tenemos de la vida anterior, en la que contemplábamos las “Ideas”. La reminiscencia era para Platón la fuente del conocimiento verdadero, y también una prueba de la inmortalidad del alma.

Las Ideas son principios que el alma contempló en la vida anterior, que trae consigo a este mundo (innatismo) y que la ayudan a diferenciar el verdadero conocimiento (episteme) de la mera opinión (doxa).

Platón enseñaba que en el ser humano hay dos partes: el alma racional y el cuerpo animado. El alma no siempre ha estado unida al cuerpo. En un principio, el alma estaba en un mundo preterrenal que Platón llamaba el “mundo Hiperuranio”.

Allí el alma estaba en contacto con las Ideas, que son las realidades originales y absolutas, y las contemplaba en éxtasis, sin el velo que la materia pone delante.

Cuando el alma entra en el cuerpo, el mundo de las Ideas se oscurece, y cae en el olvido, quedando solo un sentimiento confuso y una nostalgia de lo que quedó atrás, convertido en un anhelo de recuperar lo perdido. Y esto hace que, cuando el alma se encuentra en esta tierra con algo verdadero, algo bello o algo virtuoso, lo reconoce porque le hace recordar dentro de sí lo que ya contempló antes de venir a este mundo y entrar en el cuerpo.

Así pues, para Platón “conocer” es “recordar”: estamos hablando de la “reminiscencia” o de la “anamnesis”. Por tanto, todos los espíritus tienen “innatas” al entrar en este mundo esas Ideas o principios eternos y universales que reconoce al encontrarse con ellos en este mundo. Podríamos decir, entonces, que el “conocimiento” viene de fuera hacia adentro, al percibir con los sentidos las realidades de este mundo, y el “reconocimiento” viene de dentro hacia afuera, al recordar esas realidades contempladas en la experiencia del mundo preterrenal.

Hablando de las Ideas, Platón decía que la principal es “la Idea de Bien”, de la que todas las demás Ideas dependen para su existencia. Por tanto, el Ser y el Bien son lo mismo, y ambos son Dios, el padre de todas las Ideas, a quien deben su existencia. Esto significa que el alma estuvo en contacto con Dios en el “mundo Hiperuranio”, y que la Idea de Dios la trae a este mundo, de modo que cuando oye hablar de Dios, “recuerda” y “siente” la veracidad de su existencia y de todas las realidades con Él relacionadas.

El Evangelio restaurado acepta muchas de estas enseñanzas de Platón. En cuanto al nombre Hiperuranio del mundo preterrenal, en la epístola a los efesios, en los capítulos y versículos 1:20; 2:6; y 3:10, el apóstol Pablo habla de “los lugares celestiales”, que en el original en griego reciben el nombre de “epuraníois”, que viene de “epuránios”, que significa “celestial”.

Si relacionamos lo dicho por Platón con el testimonio, diríamos que obtener un testimonio requeriría dos cosas: 1) recibir el Evangelio de fuera hacia adentro, por medio de alguien que nos lo enseñe, y 2) saber que es verdadero de dentro hacia afuera, al reconocerlo por el recuerdo que tenemos en nuestro interior de la vida preterrenal. Ambos son necesarios para “saber” que Dios vive, que Jesús es el Cristo y que ambos se aparecieron a José Smith, por medio de quien restauraron el Evangelio en los últimos días.

Yo tuve esa experiencia en 1970: cuando los misioneros me hablaron del Plan de Salvación, inmediatamente lo reconocí, porque lo tenía grabado a fuego en mi espíritu desde que nuestro Padre Celestial nos lo enseñó en la vida preterrenal. Y lo mismo podría decir de los principios del Evangelio restaurado.