2021
No dejemos de hacer las cosas pequeñas y sencillas
Octubre de 2021


Voces de los Santos de los Últimos Días

No dejemos de hacer las cosas pequeñas y sencillas

A pesar de que asistía a la iglesia todos los domingos dejé de hacer las cosas pequeñas y sencillas que nos mantienen en la senda y caí en el desánimo espiritual.

Al regresar a casa, después de servir como misionero de tiempo completo, estuve muy activo en la Iglesia. Luego de un par de años, como consecuencia de mi falta de atención a los asuntos del Señor, mi salud y ánimos espirituales empezaron a decaer. A pesar de que asistía todos los domingos a la capilla, durante la semana no hacía aquellas cosas pequeñas que ahora comprendo son de vital importancia, tal como leer las Escrituras y orar diariamente, entre otras cosas.

Así transcurrieron varios meses; no cumplía las asignaciones de mi llamamiento, participaba levemente en las actividades del barrio. Durante este tiempo, el Señor nunca me desamparó; sin embargo, pronto comprendería sus palabras “mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis” (D. y C. 83:10).

En ese entonces mi trabajo era estable, tenía carro, estaba estudiando y en mi mente en ocasiones decía, “Sion prospera”, entonces no me preocupé mucho por mi vida espiritual, especialmente del pago de los diezmos.

En cuestión de cuatro meses, sufrí dos fracturas distintas, me quedé sin carro y por diversas razones no pude continuar estudiando, incluso pasé esa Navidad solo en un cuarto de hospital.

Durante este tiempo tuve la oportunidad de meditar sobre mi reciente comportamiento. ¿Por qué me están pasando tantas cosas? ¿Qué hago para salir de esta mala racha? Fueron algunas de las preguntas que me hice, aunque en el fondo sabía la respuesta, porque no estaba haciendo las cosas bien. Lo que más recordaba era que llevaba tiempo sin “llevar los diezmos al alfolí” (Malaquías 3:10).

El Señor en Su infinita misericordia nunca me ha dejado solo, aun en tiempos de rebeldía espiritual, Él continuaba ayudándome por medio de otras personas. Llegué a comprender que las bendiciones recibidas eran por Su misericordia y no por mi obediencia como debería ser.

Decidí que no podía seguir comportándome de esa manera. El Señor Jesucristo, quién tanto me había dado, merecía la mejor versión de mí. El orar y estudiar las Escrituras fueron el comienzo; también me esforzaba en servir de la mejor manera en mi llamamiento o asignaciones y comencé a pagar mi diezmo íntegramente.

Tal como el Rey Benjamín enseñó a su pueblo, “él requiere que hagáis lo que os ha mandado; y si lo hacéis, él os bendice inmediatamente” (Mosíah 2:24), no tardé en ver cómo mi vida mejoraba en todos los aspectos. Noté que mi relación con el Señor había mejorado, ya que el sentimiento de estar bien con el Señor es invaluable. Gracias a un aumento salarial pude comprar un mejor carro, además conocí a una bella y digna hija de Dios con quien estoy felizmente casado y sellado. Estas fueron unas de las muchas bendiciones que he recibido, pero considero que la tranquilidad de estar bien ante Dios es lo más significativo.

Tengo un firme testimonio de que, al pagar con fe e íntegramente el diezmo y las ofrendas de ayuno, tendremos salud física y espiritual, el trabajo no escaseará, nuestros hogares serán protegidos y el Salvador Jesucristo derramará sobre nosotros una bendición tal que no haya donde contenerla.