2023
La castidad: Cómo fortalecer mi sentido de identidad
Junio de 2023


“La castidad: Cómo fortalecer mi sentido de identidad”, Liahona, junio de 2023.

Jóvenes adultos

La castidad: Cómo fortalecer mi sentido de identidad

Siempre me sentí incómoda en cuanto a la intimidad sexual fuera del matrimonio, y el Evangelio me enseñó que mis sentimientos eran válidos.

Imagen
una mujer mirando una brújula

Tenía veinte años cuando me uní a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en 2021. No había vivido precisamente “con rectitud”, sino todo lo contrario. Antes de unirme a la Iglesia, fumaba, bebía y salía mucho de fiesta, lo cual es común para los jóvenes adultos en Hungría.

Sin embargo, por muy a la ligera que tratara esas cosas, nunca me sentía bien al hacerlas. Me sentía especialmente incómoda cuando se trataba de interacciones sexuales. Había aprendido del mundo que el propósito del sexo era el placer y la gratificación personal. La mayoría de las personas que me rodeaban estaban de acuerdo en que aquello no era grave. No juzgaba a mis amigos por tener esa forma de ver las cosas, pero me daba cuenta de que la intimidad sexual no era algo insignificante para mí.

¿Acaso era rara?

Me avergonzaba ser una de esas personas “raras” que querían esperar hasta el matrimonio. Pensaba que podría salir con alguien que compartiera mi punto de vista.

Sin embargo, las presiones del mundo se hicieron más fuertes y comencé a creer que mis expectativas eran demasiado altas, así que rebajé mis normas.

Cuando tenía dieciocho años, salía con alguien y me convencí a mí misma de que estaba siendo exagerada e ingenua; y de que el sexo no era algo tan grave como yo pensaba. Me obligué a ignorar mis sentimientos de incomodidad y creí que con el tiempo me sentiría bien al respecto,

pero eso nunca sucedió.

He sido cristiana desde los dieciséis años, pero no tenía la ley de castidad para confirmarme que mis sentimientos instintivos trataban de decirme quién soy: una hija de Dios que merece amor, compromiso y santidad. Sentía esa verdad, pero no estaba segura de lo que era hasta que conocí el Evangelio.

La fe nos da poder

Puede ser fácil ceder a las voces estridentes del mundo. Sin embargo, como hijos de Dios, creo que todos tenemos el instinto espiritual proveniente del Espíritu Santo de que seamos fieles a nuestra identidad divina. No tenemos que rebajar nuestras normas ni avergonzarnos de nuestras creencias. Con fe en el Salvador Jesucristo, podemos ser diferentes al guardar Sus mandamientos.

Siempre había sentido que la intimidad sexual es sagrada y más significativa de lo que el mundo la hace parecer. Su propósito es ayudar a los compañeros eternos a profundizar su amor y fortalecer sus convenios el uno con el otro conforme edifican una relación y familia celestiales.

Pero aun así, al conocer el Evangelio, cambiar mi estilo de vida no fue fácil. Tal como el presidente Russell M. Nelson enseñó: “Se necesita fe para vivir una vida casta, cuando el mundo proclama que la ley de castidad de Dios ya está pasada de moda”1.

A pesar de las presiones a mi alrededor, mi fe en Cristo me ha fortalecido para guardar los mandamientos.

Estoy más que agradecida por el don del arrepentimiento, y por el sostén y la expiación del Salvador. Incluso cuando cometemos errores, Él puede santificar nuestras almas de la culpa y la vergüenza, y darnos poder de maneras que nunca creímos posibles.

Esperanza para el futuro

Hoy en día sonrío al recordar que pensaba que nunca encontraría a un compañero que estuviera dispuesto a seguir la ley de castidad. Llegar a ser miembro de la Iglesia me mostró que muchos de nosotros nos esforzamos por cumplir las mismas normas. Vivir dignamente me ayuda a tener confianza en mi identidad divina y paz en el corazón al seguir adelante en la senda de los convenios.

Experimenté mucho dolor por no vivir la ley de castidad. Pero al buscar a Cristo, llegué a saber cuán profundamente nos ama el Padre Celestial. Puedo testificar que Él no quiere restringirnos; quiere salvarnos del dolor, del pesar y de otras consecuencias, y prepararnos para una relación eterna amorosa, duradera y altruista.

Gracias a Su amor y Sus leyes, y al don del Salvador, ahora siento el gozo, la redención y la esperanza que Ellos ofrecen. Después de todo, “las bendiciones más grandes de Dios están reservadas para aquellos que obedecen Sus leyes […]. [Sus] leyes están motivadas exclusivamente por Su infinito amor por nosotros y Su deseo de que lleguemos a ser todo lo que podemos llegar a ser”2.

Sé que al seguir los mandamientos del Señor y guardar los convenios, comprenderás Sus verdades y verás muchas promesas cumplidas y bendiciones en tu vida.

Sé que eso ha ocurrido conmigo.

La autora vive en Hungría.