Liahona
Encontrar la plenitud por medio de Jesucristo
Enero de 2024


“Encontrar la plenitud por medio de Jesucristo”, Liahona, enero de 2024.

Envejecer fielmente

Encontrar la plenitud por medio de Jesucristo

Con una nueva libertad, oportunidades y aventura que conlleva el que los hijos dejen el hogar, ¿por qué no me sentía realizada? ¿Qué faltaba?

Imagen
La mano del Salvador extendiéndose hacia una madre, cuyo hijo misionero está estableciendo contacto con posibles futuros miembros de la Iglesia

Ilustración por Dilleen Marsh

Me caían lágrimas mientras oraba para pedir paz cuando mi hijo menor llenó su solicitud misional. Realmente quería que él fuera a una misión. Así era; trataba de convencerme de ello.

Amo a mi Salvador y en verdad estaba emocionada por la oportunidad de que mi hijo compartiera el gozo que podemos encontrar por medio de Jesucristo. Sin embargo, en el fondo tenía miedo de que se fuera. Sabía que nunca volvería verdaderamente a casa después de su misión. Aunque viviera en casa, no sería lo mismo.

Mis amigos me decían que la etapa del nido vacío era maravillosa. Mi esposo y yo estábamos entusiasmados y deseando disfrutar de la libertad y las oportunidades que no habíamos tenido mientras criábamos a nuestros hijos.

Con esa nueva libertad, me dediqué a una infinidad de actividades. Viajé con mi esposo, aprendí a tocar el órgano para mi llamamiento, jugué con mis nietos e hice la obra del templo y de historia familiar.

Encontré emoción y aventura, superación personal y cosas maravillosas.

Sin embargo, siempre faltaba algo. Todavía había algo que no estaba ahí. Cuando mi hijo se fue, se llevó un gran pedazo de mi corazón que, al parecer, no podía llenar.

Aproximadamente un año después de que mi hijo hubo partido, tuve un berrinche que podía competir con todos los berrinches que mis hijos tuvieron cuando eran pequeños. Mi esposo me miró y me dijo: “Michelle, tienes que prestar servicio”. Me inscribí en una oportunidad para servir.

Aun así, me dolía el corazón. Me costaba mucho dedicarme al servicio o a cualquiera de las otras actividades que me llamaban la atención. Sin mis hijos, sentía que mi vida nunca volvería a estar completa.

Una noche, cuando oré para pedir ayuda, el Espíritu me informó que estaba experimentando el vacío que proviene de la pérdida: la pérdida de propósito. Yo pensaba que había superado esa tristeza particular llenando mi vida con todas esas actividades maravillosas.

En busca de respuestas

Mientras buscaba respuestas, encontré esta declaración de la historia del profeta José Smith: “Cuando perdemos [algo o a alguien] en quien hemos puesto nuestra devoción, debe ser una advertencia para nosotros […]. Nuestro afecto debe entregarse a Dios y a Su obra, más intensamente que a nuestros semejantes”1.

Una sacudida de luz atravesó la oscura nube que cubría mi corazón. Había tratado de llenar mi profundo vacío de pesar con cosas, actividades y experiencias: sirviendo, amando y buscando talentos. Todas eran cosas buenas, pero no llenaban el vacío que sentía. No sanaban de la manera en que yo necesitaba sanar.

Me di cuenta de que ese tipo de paz y satisfacción solo puede venir por medio de nuestro Salvador, Jesucristo. Jesús enseñó: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6). Es solo por medio de Él que hallamos gozo, plenitud, paz y satisfacción. En el Salmo 16:11 leemos: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo”.

Cómo cambié

Mi vida no cambió instantáneamente. Mi corazón no sanó instantáneamente. No obstante, sabía dónde debía estar mi enfoque para que eso sucediera.

Mis oraciones cambiaron. Comencé a pedirle al Padre Celestial que me ayudara a establecer una relación más fuerte con mi Salvador. Cuando me desanimaba, conscientemente me recordaba a mí misma que Jesucristo estaba a mi lado y que, mediante la gracia de Su poder expiatorio, Él me ayudaría. Mi estudio de las Escrituras se centró más en cultivar una relación con Él. Me llevó tiempo, pero persistí en dirigir mis emociones, mi energía y mis pensamientos hacia Jesucristo.

Al hacerlo, la pesada oscuridad comenzó a disiparse. Disfrutaba más de los pequeños actos de servicio y amor de cada día. La luz y la esperanza iluminaron mi camino y llenaron el vacío de mi corazón. Poner al Salvador en primer lugar dio un significado y gozo más profundos a cada aspecto de mi vida, desde servir hasta pasar tiempo en familia, desde viajar hasta desarrollar mis talentos. Todo se enriqueció con Cristo como lo central.

El trayecto de cada persona a través de los tiempos cambiantes de la vida es único. Sin embargo, la solución a nuestros pesares es responder al llamado de Cristo cuando Él dice: “Vengan a mí con íntegro propósito de corazón, y yo los san[aré]” (3 Nefi 18:32). Solo por medio de Él hallaremos la verdadera sanación, la paz, el amor y el gozo.

La autora vive en Utah, EE. UU.