2003
Nota tras nota tras nota
septiembre de 2003


Nota tras nota tras nota

Cuando los músicos de Manitoba empezaron a compartir sus talentos, lograron que en su barrio los himnos cobraran vida.

Qué hermoso sonido cuando todos los miembros del Barrio Londres, en Winnipeg, Manitoba, Canadá, cantan los himnos acompañados del órgano de la capilla. Marvin Cardona, de 13 años, es el organista. Dondequiera que haya música en el Barrio Londres, es muy probable que encuentre a uno de los jóvenes del barrio aportando el acompañamiento.

Resulta extraño pensar que hace tan sólo unos meses los miembros del barrio cantaban sin acompañamiento durante las reuniones o escuchaban cintas de audio de himnos de la Iglesia.

Actualmente, todos prefieren que los jóvenes del barrio toquen los himnos. Andrew Cardona, de 17 años, dice: “Ahora, hasta cantamos todos al unísono. A veces nos retrasábamos unos compases [con respecto al casete], pero ahora se siente más el Espíritu”. Jackie Famini, de 13 años, está de acuerdo. “Es agradable que alguien toque el piano en vez de tener que escuchar las cintas”.

Cuando el Barrio Londres surgió de la división de otro, no había nadie que pudiera tocar el órgano ni el piano lo suficientemente bien como para acompañar a la congregación. Ahí es donde entraron en escena el élder y la hermana Heap, un matrimonio misionero que se percató de que cuando se fueran del barrio, no habría nadie para tocar el piano, por lo que decidieron dar clases de música a todo el que estuviera interesado.

Se apuntaron casi todos los jóvenes del barrio. “Oí hablar de los demás que estaban recibiendo clases y me despertó el interés porque quería tocar el piano”, dice Sherri Cardona, de 15 años. “Así que se lo pedí a la hermana Heap y ella dijo que sí”. Actualmente, Sherri se turna con otras chicas del barrio para tocar el teclado durante los ejercicios de apertura de las Mujeres Jóvenes.

Rheygan Famini, de 17 años, se turna con su hermano, Jonathan, de 14, para tocar el piano en las reuniones del sacerdocio. “Me gusta hacerlo”, dice Rheygan. “Puedo tocar siempre que me necesitan y cuando vaya a la misión, también podré tocar. Los himnos fortalecen mi testimonio”.

Los jóvenes del barrio están agradecidos al élder y a la hermana Heap por todo lo que les han enseñado y dicen que los Heap no son sólo buenos maestros de música, sino también buenos amigos.

Puedo hacer lo que haces tú

Jonathan tenía sus propias motivaciones para ir a las clases de los Heap. “Al principio no me atraía demasiado la idea”, dice. “Quería tocar el piano desde pequeño, pero Marvin era mejor músico que yo, así que dejé de echarle ganas”.

Marvin y Jonathan son muy buenos amigos, por lo que tienen una rivalidad sana en muchas de las cosas que hacen. Cuando Marvin vio que Jonathan no estaba muy animado con las clases del élder y de la hermana Heap, lo retó a mejorar. “Le dije: ‘Veamos si puedes ser tan bueno como yo. Quiero ver cuánto puedes aprender y lo mucho que puedes practicar’ ”.

Jonathan aceptó el reto de Marvin. “Me di cuenta de que debía intentarlo y, después de la primera vez de hacerlo, todo salió a pedir de boca. Adquirí el hábito de tocar y empecé a ser bueno al piano. Ahora ya puedo tocar sin haber tenido que practicar”.

Aunque el desafío de Marvin le ayudó a seguir adelante con la música, Jonathan dice que el verdadero motivo por el que le encanta tocar no tiene nada que ver con el competir. “Cuando tocamos estas canciones, se siente el Espíritu”, explica. “Quiero animar a otras personas a aprender a tocar el piano, a llevar la música a la vida de los demás y a hacer feliz a la gente para que pueda sentir gozo y consuelo en su alma”.

En cuanto a Marvin, tiene por delante una tarea ardua. Ha sido llamado para tocar el órgano en la reunión sacramental. Él puede tocar el órgano usando los pedales y hasta sabe cómo utilizar todos los botones situados a ambos lados del teclado para controlar el sonido del órgano. Cada semana, él y el director de música del barrio escogen los himnos del domingo siguiente. “Tengo que practicar a diario porque cuatro himnos es mucho”, dice. “Y si son difíciles, tengo que practicar aún más”.

A Marvin le encanta tocar y concuerda con Jonathan en cuanto a que la buena música, en especial los himnos, hace feliz a la gente; y añade: “Mi maestro de la Escuela Dominical dice que la música te ayuda a tener una vida más larga porque tienes menos estrés cuando tocas el piano”.

Al unísono

Los jóvenes del Barrio Londres surten una gran influencia en su barrio y también sienten que llevan una vida mucho mejor gracias al servicio que prestan. Sherri dice: “Creo que es realmente bueno porque los jóvenes participan más; además, se les reconocen sus talentos y lo que han aprendido”.

Y es que han aprendido mucho más que simplemente a tocar el piano. “He aprendido a administrar mejor el tiempo y a practicar”, dice Myka Ugto, de 16 años. Ella anima a todos los que estén aprendiendo a tocar el piano o que estén siguiendo el Curso básico de música de la Iglesia, diciéndoles: “Sean pacientes, dediquen tiempo a practicar y lo harán bien”. Jonathan dice: “Hay que hacer todo eso, pero poco a poco, nota tras nota tras nota”.

Como sucede con cualquier talento, aprender a tocar un instrumento musical requiere tiempo, esfuerzo y mucha dedicación; y a veces sólo se logra “nota tras nota tras nota”.

Shanna Ghaznavi es miembro del Barrio BYU 61, Estaca Universidad Brigham Young 2.

Canten Un Himno

“La música es una parte esencial de nuestras reuniones de la Iglesia. Los himnos invitan la presencia del Espíritu del Señor, inducen a la reverencia, nos ayudan a sentirnos más unidos y nos dan la oportunidad de alabar al Señor.

“El canto de los himnos muchas veces es en sí un elocuente sermón. Los himnos nos instan a arrepentirnos y a hacer buenas obras, fortalecen nuestro testimonio y nuestra fe, nos consuelan cuando nos sentimos tristes o desesperanzados y nos inspiran a perseverar hasta el fin.

“…Deseamos que todos los miembros canten los himnos, tanto los que tengan facilidad para la música como los que no la tengan…”

La Primera Presidencia, Himnos , pág. IX.