2005
José Smith: Profeta de Dios, siervo poderoso
diciembre de 2005


Mensaje de la Primera Presidencia

José Smith: Profeta de Dios, siervo poderoso

Un conocido me dijo en cierta ocasión: “Admiro mucho su iglesia y creo que podría aceptarlo todo de ella excepto a José Smith”, a lo cual yo le respondí: “Sus palabras encierran una contradicción. Si usted acepta la revelación, debe aceptar al revelador”.

Para mí es un misterio constante ver a determinadas personas hablar con admiración de la Iglesia y de su labor a la vez que desdeñan a aquel que, actuando como siervo del Señor, recibió la estructura de todo lo que la Iglesia es, de todas sus enseñanzas y de todo lo que representa. Esas personas desean recoger la fruta del árbol y al mismo tiempo cortar la raíz que lo ha hecho crecer.

El código de salud que obedecen los Santos de los Últimos Días, tan elogiado en esta época de estudios sobre el cáncer y de investigación del corazón, es en realidad una revelación dada a José Smith en 1833 y conocida como la “Palabra de Sabiduría” del Señor (véase D. y C. 89:1). De ningún modo pudo haber procedido de las publicaciones sobre la alimentación conveniente de la época ni del intelecto del hombre que la comunicó. Hoy en día, en el aspecto médico, la observancia de la Palabra de Sabiduría es un milagro que ha evitado incalculables sufrimientos y la muerte prematura de decenas de millares de personas.

La investigación de historia familiar ha llegado a ser un pasatiempo muy extendido en los últimos años. Miles de ojos de todo el mundo se han vuelto a lo que se describe como el tesoro de datos de historia familiar de los Santos de los Últimos Días. Sin embargo, este extraordinario programa de la Iglesia no es el fruto de la búsqueda de un pasatiempo, sino una prolongación de las enseñanzas de José Smith, el profeta, quien declaró que no podemos salvarnos sin nuestros antepasados, aquellos que no tuvieron conocimiento alguno del Evangelio y que, por tanto, no pudieron cumplir con sus requisitos ni participar de sus oportunidades (véase D. y C. 128:9, 15).

La notable organización de la Iglesia fue constituida por él según las instrucciones que recibió por revelación, y ninguna modificación o adaptación de esa organización puede llevarse a cabo sin antes escudriñar las revelaciones recibidas por el Profeta.

Hasta el programa de bienestar, que algunos consideran de origen reciente, se fundamenta y opera estrictamente de acuerdo con los principios enunciados por José Smith en los primeros años de la Iglesia. Lo mismo podría decirse del programa de la noche de hogar, que no es más que una continuación de la revelación sobre la responsabilidad de los padres de “criar a vuestros hijos en la luz y la verdad” (D. y C. 93:40).

Proclamemos al Profeta

Una vez, mientras viajaba en avión, entablé conversación con un joven que iba sentado a mi lado. Charlamos de esto y de aquello hasta que llegamos al asunto de la religión. Él me dijo que había leído mucho sobre los Santos de los Últimos Días y que había llegado a admirar las prácticas religiosas de ellos, pero que tenía ciertos prejuicios sobre el relato del origen de la Iglesia, y más concretamente sobre José Smith. Él era miembro activo de otra organización religiosa, y, cuando le pregunté dónde había encontrado esa información, me dijo que en las publicaciones de su iglesia. Le pregunté para qué empresa trabajaba, a lo que él me contestó orgulloso que era representante de ventas de una multinacional de computadoras. Entonces le pregunté si le parecería justo que sus clientes conocieran las cualidades de sus productos a través de un representante de alguna otra empresa internacional de computadoras. Con una sonrisa, me dijo: “Ya veo a dónde quiere llegar”.

Saqué de mi maletín un ejemplar de Doctrina y Convenios y le leí las palabras que el Señor expresó a través de José Smith, las cuales constituyen la fuente de las prácticas que mi amigo había llegado a admirar mientras desdeñaba al hombre por cuyo conducto se habían recibido. Antes de despedirnos, accedió a leer cierta información que yo iba a enviarle. Le prometí que, si lo hacía bajo el espíritu de oración, conocería la verdad no sólo de las doctrinas y de las prácticas que le habían interesado, sino del hombre por medio del que éstas se habían recibido. Entonces le testifiqué mi convicción con respecto al llamamiento profético de José Smith. Aquel varón que nació hace 200 años este mes en humildes circunstancias en el entorno rural de Vermont fue preordenado para ser un gran líder en el cumplimiento del plan que nuestro Padre tiene para Sus hijos en la tierra.

Nosotros no adoramos al Profeta, sino que adoramos a Dios, nuestro Padre Eterno, y al Señor Jesucristo resucitado; pero sí reconocemos al Profeta, lo proclamamos, lo respetamos y lo reverenciamos como un instrumento en las manos del Todopoderoso para restaurar en la tierra las antiguas verdades del Evangelio divino, junto con el sacerdocio, mediante el cual se ejerce la autoridad de Dios en los asuntos de Su Iglesia y para la bendición de Su pueblo.

El relato de la vida de José es el relato de un milagro. Nació en la pobreza, se crió en la adversidad, fue expulsado de un lugar a otro, acusado falsamente y encarcelado de manera ilegal. Fue asesinado a la edad de 38 años, pero en el corto espacio de los veinte años anteriores a su muerte, logró lo que nadie ha logrado en toda una vida. Tradujo y publicó el Libro de Mormón, un libro que desde entonces ha sido traducido a muchas otras lenguas y que millones de personas de todo el mundo aceptan como la palabra de Dios. Las revelaciones que recibió, así como otros escritos, son considerados igualmente como Escrituras por esas personas. El total de páginas de esos escritos equivale casi al doble de las que hay en el Nuevo Testamento, todas ellas recibidas por conducto de un hombre en el espacio de unos pocos años.

En ese mismo periodo, estableció una organización que durante 175 años ha resistido toda adversidad y todo desafío, y que en la actualidad es tan eficaz para gobernar a casi 12 millones de miembros como lo fue en 1830 para gobernar a 300. Hay escépticos que han intentado explicar que esta notable organización fue producto de la época en la cual él vivió. Pero yo les repito que esta organización fue tan peculiar, tan única en su género y tan notable entonces como lo es hoy día. No fue producto de su tiempo, sino de la revelación que provino de Dios.

La inmortalidad y la eternidad

La visión que José Smith tenía de la naturaleza inmortal del hombre comprendía la existencia desde antes de nacer hasta las eternidades posteriores a la tumba. Él enseñó que la salvación es universal en el sentido de que todos los hombres se beneficiarán de la Resurrección por medio de la expiación que llevó a cabo el Salvador. Pero aparte de este don se encuentra el requisito de la obediencia a los principios del Evangelio y la promesa de la consiguiente felicidad en esta vida y la exaltación en la vida venidera.

Además, el Evangelio que él impartió no se circunscribió a su propia generación ni a las generaciones futuras; la mente de José Smith, instruida por el Dios del cielo, abarcaba a todos los seres humanos de todas las generaciones. Tanto los vivos como los muertos deben contar con la oportunidad de participar de las ordenanzas del Evangelio.

El apóstol Pedro declaró: “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios” (1 Pedro 4:6). En el caso de los muertos es necesario que se realice una obra vicaria para que sean juzgados según los hombres en la carne, y, para ello, es preciso averiguar su nombre y sus datos; de ahí nace el gran programa de historia familiar de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No se estableció para satisfacer los intereses de un pasatiempo, sino para cumplir con los propósitos eternos de Dios.

En los veinte años previos a su muerte, José Smith puso en marcha un programa para llevar el Evangelio a las naciones de la tierra. Me maravilla la audacia con que lo hizo. Aún en la tierna infancia de la Iglesia, en momentos de oscura adversidad, se llamó a hombres para que dejaran sus hogares y sus familias a fin de cruzar el mar y proclamar la restauración del Evangelio de Jesucristo. La mente del Profeta, su visión, abarcaba toda la tierra.

En las conferencias generales de la Iglesia que se celebran dos veces al año se congregan miembros de Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica; de las islas Británicas y de África; de las naciones de Europa; de las islas y de los continentes del Pacífico; y de las antiguas tierras de Asia. Esto constituye el florecimiento de la visión de José Smith, el profeta de Dios. Ciertamente él fue un poderoso vidente que vio este día y días trascendentales que habrían de venir a medida que la obra del Señor avanzara sobre la tierra.

Este magnífico florecimiento asombraría a aquellos hombres que, con el rostro pintado y en un ataque cobarde, dispararon y mataron al indefenso Profeta aquel sofocante día de junio de 1844. Asombraría al gobernador Thomas Ford, del estado de Illinois, que había prometido proteger al Profeta y que luego lo dejó a merced del inmisericorde populacho. Fue ese mismo Thomas Ford el que concluyó en su biografía que José Smith “jamás lograría establecer un sistema que lograra éxito alguno en el futuro” (citado por B. H. Roberts en A Comprehensive History of the Church, tomo II, pág. 347).

Es ese mismo Thomas Ford que en la actualidad yace enterrado en un cementerio en Peoria, Illinois, casi olvidado, mientras que el hombre al que tildó de fracaso es recordado con gratitud en toda la tierra.

Loor al Profeta

Cuando tenía 12 años, mi padre me llevó a una reunión del sacerdocio de nuestra estaca. Me senté en la última fila mientras él, que era el presidente de la estaca, se sentó en el estrado. Al comienzo de la reunión, la primera de esa clase a la que yo asistía, 300 ó 400 hombres se pusieron de pie. Eran de diversos ambientes culturales y desempeñaban diferentes oficios, pero cada uno tenía en su corazón la misma convicción al cantar al unísono las palabras siguientes:

Al gran Profeta rindamos honores.

Fue ordenado por Cristo Jesús

a restaurar la verdad a los hombres

y entregar a los pueblos la luz.

(“Loor al Profeta”, Himnos, Nº 15)

Al oír cantar a aquellos hombres de fe ocurrió algo en mi interior. Llegó a mi corazón de niño, por medio del Santo Espíritu, el conocimiento de que José Smith fue realmente un profeta del Todopoderoso. En los muchos años que han transcurrido desde entonces, años en los que he leído muchas de sus palabras y sus obras, ese conocimiento se ha fortalecido y afianzado. He tenido el privilegio de testificar en los continentes del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, que él fue y es un profeta de Dios, un siervo poderoso y un testigo del Señor Jesucristo.

Grande es su gloria; su nombre es eterno.

Siempre jamás él las llaves tendrá.

Justo y fiel entrará en su reino

y entre profetas se le premiará.

(Himnos, Nº 27)

Reitero ese testimonio ahora, en el nombre de Aquél de quien José Smith fue testigo y de quien también yo soy testigo: el Señor Jesucristo.

Ideas para los maestros orientadores

Una vez que haya estudiado este mensaje por medio de la oración, expóngalo y emplee para ello un método que fomente la participación de las personas a las que enseñe. A continuación figuran algunos ejemplos:

  1. Muestre una lámina del profeta José Smith e invite a los miembros de la familia a decirle lo que sepan de él. Haga una lista con sus respuestas y compárela con el mensaje del presidente Hinckley. Analice con la familia cómo podrían conocer mejor al Profeta y sus enseñanzas. Tal vez desee animar a los integrantes de la familia a planificar una actividad familiar especial el 23 de diciembre para celebrar el 200 cumpleaños de José.

  2. Invite a los miembros de la familia a contar las experiencias que hayan tenido al hablar con otras personas sobre José Smith. Lea las experiencias del presidente Hinckley y tenga en cuenta el practicar con algún integrante de la familia lo que podría decirle a alguien que deseara saber sobre José Smith.

  3. Lea o cante el himno “Loor al Profeta” (Himnos, Nº 15) y estudie el testimonio del presidente Hinckley que se encuentra al final del artículo. Invite a los miembros de la familia a escribir o a expresar sus pensamientos y sentimientos sobre la vida y la misión del profeta José Smith.