Historia de la Iglesia
“Estoy muy agradecido a mi madre”


“Estoy muy agradecido a mi madre”

En una tarde lluviosa en San José, en 1967, Mario Jiménez Sandí, de catorce años, estaba haciendo las tareas escolares cuando los misioneros Santos de los Últimos Días tocaron a su puerta. Su madre, Zeneida, había estado estudiando la Biblia durante dos años y decidió escuchar las lecciones.

Zeneida llevaba trece años confinada en cama después de sufrir un accidente automovilístico que la dejó paralítica. Mario permaneció a su lado durante la mayor parte del tiempo. Zeneida aceptó la invitación de los misioneros a asistir a la iglesia a pesar de su afección. “La acompañé varias veces a la capilla, a la que fuimos en taxi y uno de los misioneros la cargó en los brazos hasta una de las bancas”, recuerda Mario.

Dos meses después de conocer a los misioneros, Zeneida fue bautizada. “Después de su bautismo”, señaló Mario, “ella se transformó en una persona tan feliz, que olvidó las dificultades causadas por el accidente y su enfermedad, considerando su situación como una prueba que nuestro Padre Celestial le había enviado”.

En ocasiones, Mario asistía a las reuniones con su madre, pero no estaba listo para ser bautizado “porque tenía otros planes para mi vida”. Sin embargo, más tarde, cuando dos misioneros lo invitaron a tomar las lecciones, aceptó y fue bautizado en marzo de 1968. “Mi madre no podía creerlo”, comentó él.

Con la excepción de su madre, la familia de Mario no estaba de acuerdo con su decisión. El día de su bautismo llovía mucho y cuando Mario llegó a la capilla, solo estaba allí el cuidador del edificio. Sin embargo, pronto llegó un taxi con Zeneida y uno de los misioneros. “¡Qué gran sorpresa!”, recuerda él. Cuando salió del vestidor, ya habían llegado otros miembros de la congregación.

Durante su confirmación, Mario recuerda: “Sentí en mi interior que debía servir en una misión”. Cuando se lo dijo a Zeneida, ella estaba preocupada por no poder brindarle apoyo financiero para su misión. Los misioneros le comentaron sobre un programa de la Iglesia que ayudaría cubrir los gastos de Mario. A Zeneida la hizo muy feliz escuchar esto y apoyó los planes de su hijo.

Casi siete años después, Zeneida fue diagnosticada con cáncer terminal, justo cuando Mario se preparaba para salir a la misión. Mario sabía que no podía abandonarla y cambió sus planes. Unos meses después, cuando le quedaba poco tiempo de vida, Zeneida le dijo a Mario que debía ir a la misión. “Esas fueron sus últimas palabras para mí”, contó Mario.

El 24 de marzo de 1975, Zeneida falleció. Durante su funeral, los misioneros, a los que Zeneida siempre consideró sus hijos, cantaron el himno “Oh mi Padre”, con las palabras: “Cuando deje esta vida y deseche lo mortal, Padre, Madre, quiero veros en la corte celestial”.

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Mario y Zeneida Jiménez

Nueve meses después, Mario recibió el llamamiento para servir en una misión en Centroamérica. “Estoy muy agradecido a mi madre”, señaló Mario, “por tener la valentía de aceptar el Evangelio restaurado y convertirse en una pionera en nuestra familia”.