2006
Alejada del borde del peligro
marzo de 2006


Alejada del borde del peligro

¿Debía ir a la fiesta y ser la conductora designada?

En una noche nevada de enero cuando estaba en la escuela secundaria, me encontraba en la fiesta de cumpleaños de una amiga. Había jovencitas por toda la sala riéndose, hablando y comiendo tarta (pastel). Me senté en medio del grupo dando la espalda al sillón.

“Mi hermana se mudó de la casa de huéspedes esta semana”, comentó una chica sonriendo. “¡De ahora en adelante será el lugar perfecto para los fines de semana! Pienso que nuestra clase sería más unida si nos reuniéramos juntos para tener fiestas. Por ejemplo, Jeremy Roberts; él es muy divertido cuando está tomado”.

Me quedé mirando a esa chica, asombrada de que esas palabras salieran de su boca. Para mi gran sorpresa, todas las demás se unieron a la conversación, proponiendo el nombre de otras personas con las que sería divertido estar en las fiestas. Miré a mi alrededor sin poder creerlo. Un sentimiento frío me llegó al corazón. ¿Ya lo están haciendo? ¿Mis amigos? ¿Tomando? Sabía que algunos de mis amigos tomaban, pero repentinamente todos parecían estar haciéndolo. Bajé la cabeza al sentirme sola entre mis mejores amigas.

“Por supuesto que voy a estar allí”, dijo una amiga, mientras daba una mordida a la tarta. “Pero creo que sólo seré la conductora designada. Realmente no quiero tomar”. Me sonrió, diciendo: “Gillian, tú también puedes ir. ¡Nos haremos compañía!”

Me sentí más tranquila. Me parecía bien. “Puedo ir”, pensé. “Puedo asegurarme de que todos mis amigos lleguen a salvo a sus casas. Puedo estar allí sin tener que tomar ni hacer nada malo. Así aún podría sentirme parte del grupo”.

“¡Está bien!”, dije. “¡Seguro! ¡Allí estaré! Llevaremos a todos de regreso a casa sanos y salvos”. Todos asintieron entusiasmados con la cabeza y luego la conversación cambió de tema.

A la noche siguiente asistí a una charla fogonera de estaca para la juventud. El presidente de estaca nos dirigió la palabra. “Mis jóvenes hermanos y hermanas”, comenzó a decir, “están en una etapa de la vida en la que están bajo una gran presión de caer ante la tentación. El mejor consejo que puedo darles es éste: Ni siquiera se acerquen al borde del peligro; no vayan a las fiestas y digan que no van a tomar; no vayan a las fiestas para ser el conductor designado; ni siquiera se permitan estar en esa situación. Una vez que ustedes entran por la puerta, ya son vulnerables. Nunca he llevado a cabo un consejo disciplinario con una persona que repentinamente se volvió alcohólica o que de pronto se vio involucrada en un gran problema de moralidad. Comienza poco a poco, paso a paso. Nunca den ese primer paso. Les garantizo que jamás tendrán un problema con la Palabra de Sabiduría si nunca se encuentran en una situación en la que puedan ser tentados a tomar por primera vez”.

Estaba atónita al escuchar sus palabras. Él había hablado precisamente sobre mi problema. Entonces supe que no era suficiente el asistir a la fiesta y decir que no iba a tomar. Esa noche tomé la decisión de que nunca pondría un pie en una fiesta en la que hubiera bebidas alcohólicas.

Por medio de esa experiencia aprendí que el Señor comprende nuestros problemas y que una de las formas en que Él nos guía es por medio de nuestros líderes. Quizás si hubiera ido a las fiestas sin tomar bebidas alcohólicas, aún habría podido terminar bien la escuela secundaria; pero sé que el Señor nos bendice cuando guardamos Sus mandamientos y yo pude obedecer Sus normas al mantenerme alejada del borde del peligro.

Gillian Campbell es miembro del Barrio BYU 43, Estaca Universidad Brigham Young 16.

Es más seguro en el centro

“Parte del espíritu de la Palabra de Sabiduría es la moderación en todas las cosas, excepto en las cosas que el Señor ha prohibido en forma específica…

“Cuando era joven, mis amigos y yo íbamos a un parque de atracciones donde nos subíamos al plato volador. Tenía la forma de un plato al revés que daba vueltas y vueltas. La mayoría de nosotros tratábamos de colocarnos en el centro para que la fuerza centrífuga no nos hiciera caer a medida que aumentaba la velocidad. A veces, los que se encontraban en el borde se agarraban del amigo que estaba más cerca del centro, pero eso los sacaba a los dos completamente del plato volador. Pronto me di cuenta de que la fuerza centrífuga era menos poderosa en el centro aunque el plato continuase girando; pero era riesgoso cuando alguien que estaba en el borde se aferraba de mí. Aprendí que la seguridad radica en mantenerse cerca del centro”.

Presidente James E. Faust, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, “Las virtudes de las hijas rectas de Dios”, Liahona, mayo de 2003, págs. 109–110.