2006
¡Apártate!
marzo de 2006


¡Apártate!

Mi hermano y yo volvíamos del trabajo al hogar y teníamos que atravesar un largo y oscuro tramo de carretera. No habíamos visto ningún vehículo desde hacía varios kilómetros. Yo me encontraba exhausta, y con el fin de permanecer despierta comencé a fijarme en el trazado de la carretera. Nos encontrábamos en una zona de colinas y había dos carriles que subían por la colina por la que estábamos ascendiendo. Sólo había un carril en el sentido opuesto. El carril adicional de nuestro lado servía para rebasar, debido a la gran inclinación.

Comencé a pensar acerca del lado opuesto, ya que sabía que a veces los camiones grandes se quedan sin frenos en bajadas muy pronunciadas. Me pregunté qué pasaría, con un solo carril, si un camión se quedara sin frenos y tuviera un vehículo delante de él. Podría convertirse en una situación grave. Me sentí aliviada al ver que no había otros autos en la carretera aquella noche.

Después de unos momentos, volví a pensar en la situación. Estaba circulando por el carril de adelantamiento e imaginé que un camión sin frenos tendría que desplazarse a mi carril para rebasar un vehículo más lento. Me vino la idea de que sería más seguro pasar al carril derecho, por si acaso sucediera algo así. Me convencí de que era tarde y que no había tráfico, por lo que no importaba por dónde circulara. Volví a tener ese pensamiento al acercarme a lo alto de la colina. Me di cuenta de que yo no podía ver el tráfico en dirección opuesta y que tampoco me podrían ver a mí.

De repente una fuerte voz gritó: “¡Apártate!” Me sorprendí tanto que di un volantazo y me coloqué en el carril derecho. En ese instante, aparecieron luces sobre la colina y se escuchó el ruido de un claxon o bocina. Mi hermano despertó a tiempo para ver que un camión pasaba a nuestro lado por el carril central. Un momento después, vimos llegar una camioneta sobre la colina por el carril más alejado. Me encontraba tan agitada que me retiré a un lado de la carretera para calmarme. La idea de que mi hermano y yo podíamos habernos matado me dejó muy atemorizada.

No salía de mi asombro; anteriormente había oído decir que el Espíritu Santo habla con una voz apacible y delicada, pero esta voz había gritado. No fue sino hasta varios años más tarde cuando me di cuenta de que el Espíritu Santo sí me había hablado con una voz apacible y delicada. Me había hablado cuando me hizo pensar por dónde pasaría un camión sin frenos, y me había hablado también cuando me indicó que debía desplazarme a la derecha. Me sentí consternada al comprender que no había reconocido esa voz apacible y delicada. Por esa razón, cuando ya no quedaba más tiempo, el Espíritu tuvo que gritar.

Después de esa experiencia tomé la determinación de siempre vivir en armonía con el Espíritu. Decidí que nunca más cuestionaría un susurro, sino que seguiría la voz apacible y delicada de inmediato.

Deborah Shatto es miembro del Barrio Harmony Park, Estaca Granite Park, Salt Lake.