2011
Islas de fe: Una historia sobre la diligencia
Julio de 2011


Islas de fe: Una historia sobre la diligencia

Sólo al agregar con regularidad capas a la isla donde vive, la familia Coila evita hundirse.

Nelson y Dora Coila viven en una isla; no es una isla típica que se forma de roca sólida que sobresale de un océano o de un lago, sino que es una pequeña isla que ellos mismos construyeron con nada más que juncos flotantes del Lago Titicaca en Perú.

Construir una isla y vivir en ella requiere fe. Sólo 1,2 metros de capas de juncos mantienen a su familia y las aproximadamente doce chozas de la isla encima del agua que está a unos 10 °C de temperatura; y los elementos amenazan de forma continua desintegrar literalmente la isla que constituye su hogar.

Pero para Nelson y Dora, su isla representa físicamente lo que ellos tratan de edificar espiritualmente para su familia: una isla de fe que se mantendrá firme contra el mundo.

Lo que han aprendido a lo largo de todo ello es que a la fe para construir siempre le debe seguir la diligencia para mantener lo construido.

El motivo de ser constantes

Para los uros, que han construido y vivido en esas islas durante generaciones, el junco totora es una parte esencial del diario vivir. El junco, que crece en los bajíos del Lago Titicaca, se puede usar como combustible para cocinar; sus raíces se pueden comer; la hoja se puede usar para fines medicinales y, naturalmente, casi todo se construye con el junco: las viviendas, las barcas tradicionales, las torres de vigilancia, las islas mismas, e incluso los canastos para los desperdicios.

Para construir las islas, los uros colocan capa sobre capa de juncos, pero como material de construcción, las totoras no duran mucho. Durante la temporada sin lluvias, el sol las reseca; la humedad de la época de lluvias acelera su deterioro, y las capas inferiores que están sumergidas, gradualmente se pudren. La erosión continua de la isla de la familia Coila hace que Nelson tenga que colocar una capa nueva de juncos entre cada diez y quince días.

“Construir la isla fue sólo el comienzo”, dice él. “Si dejo de agregar juncos, la isla poco a poco se desarmará. Cuantas más capas le ponga, más fuerte se hará la isla con el tiempo”.

El peligro de dejar algo para más tarde

El agregar una capa de juncos no es complicado ni difícil, pero requiere esfuerzo; el dejarlo para después sería fácil.

Sin embargo, el dejarlo para después aumenta el riesgo de que algún miembro de la familia pise en un punto frágil y termine en el agua fría. Eso puede ser nada más que un fastidio para un adulto, pero es potencialmente mortal para niños pequeños como Emerson, el hijo de dos años del matrimonio Coila.

De modo que Nelson agrega una capa de juncos hoy, pues sabe que la seguridad de cada miembro de la familia depende de ello mañana.

Es una lección en cuanto a la diligencia que ha marcado una diferencia en la vida de la familia Coila.

Los efectos de la diligencia

La diligencia es el persistir en hacer algo a pesar de la oposición1. Dora aprendió por primera vez cuán importante —y cuán difícil— puede ser la diligencia, después de que se bautizó en 1998.

Cuando Dora tenía 17 años, ella y su hermana menor, Alicia, se bautizaron, lo cual ayudó a impulsar el crecimiento de la Iglesia en las islas de los uros. Sin embargo, como un mes después, el padre de ellas les prohibió que tuvieran todo tipo de contacto con la Iglesia.

No obstante, algo extraño les sucedió a las jóvenes. De pronto fue menos placentero estar con ellas y tenían más tendencia a discutir. El padre se dio cuenta de que durante el tiempo que participaron de las actividades de la Iglesia habían cambiado para bien.

“Lo hizo cambiar de idea”, dice Dora. “Comenzó a despertarnos temprano para asegurarse de que llegáramos a tiempo a la Iglesia”.

Dora atribuye el cambio que el Evangelio causó en sus vidas a las cosas pequeñas que ella y Alicia hacían con regularidad, como pagar los diezmos, orar, estudiar las Escrituras, santificar el día de reposo y renovar los convenios cada semana al tomar la Santa Cena.

Más tarde, después de haber visto por sí mismo los cambios que se producen a causa de la fe y la diligencia2, el padre de Dora se unió a la Iglesia junto con el resto de la familia.

Las recompensas de la diligencia

Al pueblo del convenio del Señor se le requiere persistir en hacer lo correcto a pesar de la oposición. No obstante, el Señor promete grandes bendiciones a quienes son diligentes en orar3, guardar los mandamientos4, prestar atención a la revelación5, escudriñar las Escrituras6 y trabajar en Su obra7.

Por medio de las experiencias que la familia Coila ha tenido en mantener su isla de fe, tanto literal como figurativamente, han descubierto que las recompensas de la diligencia son reales. “A veces estamos agobiados por la rutina diaria de trabajar, cocinar y las demás tareas”, dice Nelson. “Cuando nos olvidamos de Dios, las cosas se complican; hay más problemas y las cosas comienzan a andar mal”.

Nelson hace una pausa para señalar una nueva capa de juncos que colocó esa mañana. “Si somos constantes”, dice, “si oramos, estudiamos, ayunamos y tenemos la noche de hogar con regularidad, llegaremos a ser más fuertes”.

Fotografías por Adam C. Olson.

Nelson Coila (a la izquierda) agrega una capa nueva de totoras a Utama, la isla flotante donde él y su familia (arriba) viven en el Lago Titicaca.

Para la familia Coila —Nelson, Dora y Emerson— y para el pueblo de los uros que vive en el Lago Titicaca, las totoras son importantes para preservar la vida; pero al igual que los principios del Evangelio, deben aplicarse con regularidad.