2011
Mis días de pionera en Calgary
Julio de 2011


Mis días de pionera en Calgary

Lorraine Gilmour, Ontario, Canadá

Nací en un pequeño pueblo del norte de Inglaterra en 1947. Cuando tenía 15 años, conocí a los misioneros a través de unos amigos y me uní a la Iglesia; sin embargo, mi familia no se unió.

Al aprender acerca de los primeros pioneros de la Iglesia, sentí que se me había privado de algo al no tener un legado de antepasados que hubieran cruzado las planicies; pero a medida que progresé en el Evangelio, mis sentimientos cambiaron.

Llegué a entender que los primeros pioneros prepararon el camino para que personas como yo pudieran unirse a la Iglesia. Los dos misioneros que me presentaron el Evangelio eran descendientes de aquellos pioneros, así que les debo mucho a los pioneros. Llegué a sentirme vinculada a ellos de una manera muy especial.

También me di cuenta de que yo tengo un legado de personas generosas y muy trabajadoras, que se sacrificaron e incluso pelearon en guerras para hacer posible que yo tuviera las cosas que ellos nunca tuvieron y para darme la libertad que disfruto en la actualidad. Mis padres no se unieron a la Iglesia, pero me criaron con buenos valores y principios que me prepararon para aceptar el Evangelio.

Finalmente, aprendí que hay muchas clases de pioneros. Yo soy la primera generación miembro de la Iglesia. Mi familia no estuvo contenta con mi decisión de bautizarme, por lo que me fue difícil asistir a las reuniones. Nuestra pequeña rama tenía dificultades debido a la falta de miembros, especialmente poseedores del sacerdocio. Con el tiempo, se hizo evidente que la misión iba a cerrar la rama.

Como resultado, decidí mudarme a Canadá, lo cual fue una de las decisiones más difíciles que he tomado. Era hija única y amaba mucho a mis padres, igual que ellos a mí; pero mi testimonio habría estado en peligro si me hubiese quedado en una zona en donde no podía asistir a la Iglesia. Aún recuerdo la noche que me fui; mi padre corría junto al tren lanzándome besos mientras que mi madre sólo miraba. Se me partía el corazón, pero sabía que tenía que irme.

Llegué a Calgary, Canadá, el día de la madre, en mayo de 1967. Asistí a la iglesia con los miembros con quienes estaba viviendo y lloré durante toda la reunión. Recuerdo haber escrito cartas a mis padres, mientras me corrían las lágrimas, diciéndoles que me encantaba Canadá, pero que extrañaba muchísimo Inglaterra y a mi familia.

Luché para adaptarme a mi nueva vida, sufriendo nostalgia, soledad y desilusiones, pero me mantuve fiel al Evangelio. Asistí a todas mis reuniones y acepté llamamientos. Ésos fueron mis días de pionera.

Con el tiempo, conocí a mi marido. Nos sellamos en el Templo de Cardston, Alberta, y criamos a tres hijos en la Iglesia.

Cada vez que regreso a Inglaterra, me inundan los recuerdos de mi conversión y no puedo evitar estar agradecida por todas mis bendiciones. ¿Dónde estaría hoy si no hubiera tenido el valor de tomar una decisión tan difícil y seguir al Espíritu?

Estaré eternamente agradecida a los primeros pioneros, tanto dentro como fuera de la Iglesia, quienes allanaron el camino para que yo y otros como yo pudiéramos escuchar el Evangelio. Aquellos que vinieron antes me dieron la oportunidad y el valor de ser una pionera moderna.

Aún recuerdo la noche que me fui; mi padre corría junto al tren lanzándome besos mientras que mi madre sólo miraba. Se me partía el corazón, pero sabía que tenía que irme.