2017
El justo por la fe vivirá
Abril de 2017


Mensaje de la Primera Presidencia

El justo por la fe vivirá

Imagen
President Uchtdorf and his daughter visiting refugees

El rabino y el fabricante de jabón

Hay un viejo relato judío sobre un fabricante de jabón que no creía en Dios. Un día, mientras caminaba con un rabino, dijo: “Hay algo que no puedo entender; hemos tenido la religión durante miles de años, pero por dondequiera que uno mira hay maldad, corrupción, deshonestidad, injusticia, dolor, hambre y violencia. Parece que la religión no ha mejorado el mundo en absoluto. Así que le pregunto, ¿de qué sirve?”.

El rabino no respondió durante un tiempo, sino que siguió caminando con el fabricante de jabón. Finalmente se acercaron a un parque donde los niños, cubiertos de polvo, jugaban en la tierra.

“Hay algo que no entiendo”, dijo el rabino. “Mire esos niños; hemos tenido jabón por miles de años, y sin embargo esos niños están sucios. ¿De qué sirve el jabón?”.

El fabricante de jabón respondió: “Pero rabino, no es justo culpar al jabón por esos niños sucios; el jabón se tiene que usar antes de que pueda lograr su propósito”.

El rabino sonrió y dijo: “Exactamente”.

¿Cómo viviremos?

El apóstol Pablo, al citar a un profeta del Antiguo Testamento, sintetizó lo que significa ser un creyente cuando escribió: “… el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17).

Tal vez con esa sencilla declaración comprendamos la diferencia que existe entre una religión que es frágil e ineficaz y una que tiene el poder de transformar vidas.

Sin embargo, para entender lo que significa vivir por la fe, debemos entender lo que esta es.

La fe es más que creer; es una completa confianza en Dios, acompañada de acción.

Es más que desear;

Es más que simplemente sentarnos, asentir con la cabeza, y decir que estamos de acuerdo. Cuando decimos “el justo por la fe vivirá”, estamos diciendo que nuestra fe nos guía y nos dirige. Actuamos de una manera que es compatible con nuestra fe, no por un sentido de obediencia irreflexiva, sino por un amor seguro y sincero por nuestro Dios y por la valiosa sabiduría que Él ha revelado a Sus hijos.

La fe debe ir acompañada de acción, de lo contrario, no tiene vida (véase Santiago 2:17); simplemente no es fe; no tiene el poder de cambiar a una sola persona, y mucho menos al mundo.

Los hombres y las mujeres de fe confían en su misericordioso Padre Celestial, incluso en tiempos de incertidumbre, incluso en tiempos de duda y adversidad cuando no pueden ver perfectamente ni entender con claridad.

Los hombres y las mujeres de fe caminan fervientemente por el camino del discipulado y se esfuerzan por seguir el ejemplo de su amado Salvador Jesucristo. La fe nos motiva y, de hecho, nos inspira a inclinar nuestros corazones al cielo y a activamente ayudar, edificar y bendecir a nuestros semejantes.

La religión sin acción es como el jabón que permanece en la caja; puede tener un potencial maravilloso, pero en realidad tiene poco poder para tener algún efecto hasta que cumpla con su propósito. El evangelio restaurado de Jesucristo es un evangelio de acción. La Iglesia de Jesucristo enseña la verdadera religión como un mensaje de esperanza, fe y caridad, incluyendo ayudar a nuestro prójimo de manera espiritual y temporal.

Hace unos meses, mi esposa, Harriet, y yo estábamos en un viaje familiar con algunos de nuestros hijos en el Mediterráneo; visitamos algunos campos de refugiados y nos reunimos con familias de países devastados por la guerra. Esas personas no eran de nuestra fe, pero eran nuestros hermanos y hermanas y necesitaban ayuda urgentemente. Se nos conmovió el corazón cuando experimentamos en carne propia cómo la fe activa de los miembros de nuestra Iglesia brinda ayuda, alivio y esperanza a nuestros semejantes necesitados, sin importar su religión, nacionalidad o educación.

La fe, unida a la acción constante, llena el corazón con bondad, la mente con sabiduría y comprensión, y el alma con paz y amor.

Nuestra fe puede bendecir y ejercer una influencia recta, tanto en los que nos rodean como en nosotros.

Nuestra fe puede llenar el mundo con bondad y paz.

Nuestra fe puede transformar el odio en amor y los enemigos en amigos.

Los justos, pues, viven actuando por fe; viven confiando en Dios y caminando en Sus vías.

Esa es la clase de fe que puede transformar a las personas, a las familias, a las naciones y al mundo.