2017
Lo vieron a Él
Abril de 2017


Lo vieron a Él

Estas personas en efecto vieron al Salvador resucitado pero tú, a tu manera, también puedes ser un testigo de Cristo.

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Jesus and Mary in front of the tomb

Ha resucitado, por Greg K. Olsen, prohibida su reproducción.

¿Cómo crees que sería ser testigo del Salvador resucitado? Cientos de personas en los días de Jesús no tuvieron que imaginarlo; ellos lo vivieron. Las Escrituras dan cuenta de al menos doce registros de ocasiones en el Nuevo Testamento, y varias más en el Libro de Mormón, en que el Señor resucitado apareció al pueblo. Esas personas fueron testigos de uno de los milagros más extraordinarios de la historia: Jesucristo vencía la muerte y hacía posible que cada uno de nosotros viviese de nuevo. Increíble, ¿verdad?

Y bien, ¿qué significa exactamente ser un testigo de Cristo? Repasemos algunos de esos momentos en las Escrituras y pensemos en cómo nosotros, aunque sin verlo físicamente, también podemos ser testigos de Cristo.

María Magdalena

María Magdalena fue el primer testigo. La mañana del domingo después de la Crucifixión, ella fue al sepulcro con otras mujeres para ungir el cuerpo del Señor. Cuando María descubrió la tumba vacía, lloró. Alguien se acercó a ella desde atrás y le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Imaginen su sorpresa cuando descubrió que era Jesús, resucitado de entre los muertos. (Véase Juan 20:1–18).

Dos discípulos en el camino a Emaús

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Christ on the road to Emmaus

Camino a Emaús, por Jon MCNAUGHTON.

Cleofas y otro discípulo iban por el camino que conducía a Emaús cuando se les unió un forastero. Ellos no reconocieron a su nuevo compañero, pero mientras cenaban juntos, el forastero partió pan. Entonces sus ojos fueron abiertos, y se dieron cuenta de que habían estado viajando con el Salvador todo el tiempo. “¿No ardía nuestro corazón en nosotros…?”, se preguntaban el uno al otro, meditando en la confirmación que sentían de que Él ciertamente había estado con ellos. (Véase Lucas 24:13–34).

Los diez apóstoles

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Resurrected Christ with Apostles

Mirad mis manos y mis pies, por Harry Anderson.

Los dos discípulos que viajaban a Emaús con Cristo regresaron a Jerusalén y relataron su experiencia a diez de los apóstoles. Mientras hablaban, el Salvador mismo se apareció a ellos, diciendo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo”. (Véase Lucas 24:36–41, 44–49).

El apóstol Tomás

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Christ with Thomas

Pintura de Tomás, por Brian Call.

El apóstol Tomás no estaba presente cuando el Salvador se apareció por primera vez a los otros apóstoles, por lo que no creyó que Cristo hubiese resucitado. Una semana después, Cristo volvió a aparecerse a los apóstoles. En esa ocasión, Tomás estaba allí, y por causa de que vio a Cristo creyó que Él había resucitado. El Salvador advirtió a Tomás del peligro de creer solamente después de haber visto: “Porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron y creyeron”. (Véase Juan 20:24–29).

Los once apóstoles en el mar de Tiberias

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Apostles on the Sea of Tiberias

El Cristo resucitado, en el mar de Tiberias, por David Lindsley

Un día, poco después de la Resurrección, varios de los apóstoles fueron a pescar en el mar de Tiberias, pero no tuvieron mucha suerte. A la mañana siguiente, el Salvador apareció y les sugirió que echaran la red por el lado derecho de la barca. Al hacerlo, ¡la red atrapó tantos peces que apenas podían tirar de ella! Después de comer juntos, el Salvador enseñó acerca de la importancia de ministrar a los demás, diciendo: “Apacienta mis ovejas”. Los apóstoles pasarían el resto de sus vidas haciendo precisamente eso —enseñar a las personas acerca de Cristo— y en algunos casos incluso entregaron su vida por la causa. (Véase Juan 21:1–22).

Los nefitas en el continente americano

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Christ among the Nephites

Un Pastor, por Howard Lyon

Durante la Crucifixión, la tierra en el continente americano fue arrasada por terremotos, fuegos y otros desastres naturales, y tres días de oscuridad señalaron la muerte del Salvador. Posteriormente, Cristo descendió de los cielos y visitó a una multitud de 2.500 personas que se había reunido cerca del templo en Abundancia. Él invitó a las personas a que palparan las marcas de las heridas en Sus manos y en Sus pies, pronunció un sermón y bendijo a los niños de los nefitas uno por uno. Al día siguiente se reunieron incluso más personas, y el Salvador los visitó y los instruyó. Finalmente los discípulos formaron la Iglesia de Cristo, y los nefitas recibieron un testimonio tan poderoso que tanto ellos como los lamanitas se convirtieron al Señor. (Véase 3 Nefi 11–18; véase también 3 Nefi 8–10; 4 Nefi 1).

Testigos entonces y ahora

Cristo también se apareció a muchos otros, incluyendo varias mujeres que habían ido al sepulcro para ayudar a María Magdalena a ungir el cuerpo de Cristo, a un grupo de más de quinientos hombres, a Santiago y a Pablo. (Véanse Mateo 28:9; Hechos 9:4–19; 1 Corintios 15:6–7; véase también 3 Nefi 19; 26:13).

Tal vez no tengamos la oportunidad de ver al Salvador como lo hicieron esos testigos, pero todavía puedes ser un testigo de Cristo. Puedes buscar personalmente al Salvador, como lo hizo María cuando fue al sepulcro, al aprender más acerca de Él. O podrías ejercer la fe en Él al guardar los mandamientos y seguir el consejo de los profetas. O podrías reconocer las bendiciones del Salvador en tu vida, como lo hicieron los dos discípulos que iban camino a Emaús. En esta época de Pascua de Resurrección, piensa en lo que significa ser un testigo de Cristo. Esas personas fueron literalmente testigos que en efecto vieron al Cristo resucitado; pero esa no es la única manera en que puedes ser testigo de Él en tu vida.