2017
Olvidé los libros, recordé el testimonio
Abril de 2017


Olvidé los libros, recordé el testimonio

La autora vive en Cagayán, Filipinas.

Todos tenían la mirada puesta en mí. ¿Podría defender la Iglesia solo con mi sencillo testimonio?

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girl in classroom

Un año me puse la meta de mejorar mi aprendizaje espiritual. Llevaba libros de la Iglesia, folletos, manuales y las Escrituras a todas partes, incluso a la escuela, porque tenía hambre de la palabra de Dios, pero mis esfuerzos se retrasaron cuando tuve que dedicarme de lleno al estudio para un examen que tendría en poco tiempo.

Un día, nuestra maestra condujo un debate en el que pidió que todos los alumnos que no fueran católicos se pusieran en pie. Yo era la única Santo de los Últimos Días de la clase. Otros seis alumnos se levantaron también.

A continuación nos preguntó: ¿A qué iglesia pertenecen? ¿Quién fue su fundador? ¿Cómo se estableció su iglesia?

Yo fui la última en responder. Me puse nerviosa cuando me di cuenta de que no había llevado mis libros de la Iglesia, pero traté de recordar las cosas que había estudiado. Un versículo de la Biblia acudió a mi mente:

“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.

“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5–6).

Con valor, me puse frente a la clase y olvidé mis temores. Declaré que soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y compartí el relato de un jovencito, José Smith, que vio a Dios. Sentí un ardor en el pecho, y las lágrimas caían de mis ojos. Dije que la Iglesia se había organizado el 6 de abril de 1830, y testifiqué que un profeta de Dios había sido llamado, y el sacerdocio se había restaurado. Testifiqué que sabía que todo aquello era verdad.

Las muchas horas de estudio del Evangelio habían valido la pena; me habían ayudado a defender mi fe y a compartir el Evangelio. Me sentí orgullosa cuando, varias semanas después, cuatro de mis compañeros de clase me acompañaron a la Iglesia.

Esa experiencia me enseñó la importancia de un testimonio. Al principio me preguntaba por qué el Señor no me había inspirado a llevar mis libros aquel día; me habrían ayudado a contestar perfectamente las preguntas que me hicieron, pero entonces me di cuenta de que no necesitamos memorizar todas las cosas sobre la Iglesia, o confiar en las referencias; debemos estudiar, vivir y compartir el Evangelio, poniendo nuestra confianza en el Espíritu Santo. Puede que no tuviera mis libros, pero tenía mi testimonio.