2021
Durante la pandemia en mi servicio misional
Octubre de 2021


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Durante la pandemia en mi servicio misional

Antes de que mi hermano mayor partiera hacia Honduras para servir una misión de tiempo completo, él era el único miembro de la Iglesia en nuestra familia y deseaba que yo pudiera aceptar el Evangelio.

El primer domingo posterior a su despedida asistí a la Iglesia. Me impactó la amabilidad con la que me recibieron los miembros. Una pareja de misioneros se ofreció para enseñarme el Evangelio; mientras aprendía sentí el fuerte deseo de ser bautizado. Inclusive antes de la invitación de los misioneros, cuando los élderes me preguntaron si yo seguiría el ejemplo de Jesucristo, no tuve dudas en mi corazón. Con el paso del tiempo mis otros dos hermanos también fueron bautizados.

Aunque nuestros padres eran católicos, todos teníamos el deseo de que ellos aceptaran el Evangelio. Mi hermano mayor regresó y mis padres aún seguían indiferentes de recibir las enseñanzas de los misioneros.

Tomé la decisión de ser un misionero de tiempo completo y fui asignado a la Misión México Monterrey Oeste. Antes de iniciar mi servicio al Señor empezó la pandemia de la Covid-19. Recibí la reasignación para quedarme en la Misión Ecuador Quito Norte. Al inicio no comprendí el motivo por el cual tendría que estar tan cerca de casa. Al año de mi misión tuve la inspiración de intentar una vez más y compartir el Evangelio con mis padres, y fue así que todos los lunes, durante mi día de preparación, se convirtió en una oportunidad para enseñarles.

A mi madre comenzó a ablandársele el corazón, pero consideraba que no estaba lista y debía esperar mi regreso a casa para dar ese paso. Comencé a preguntarme si era un misionero lo suficientemente bueno para ver uno de mis mayores sueños realizarse; ahora entiendo con claridad que Dios escucha nuestras oraciones y las contesta en su propio y debido tiempo.

En un traslado me encontré con un misionero que debido a la pandemia también fue reasignado a servir en la misión donde se encontraba su familia. El misionero serviría los próximos meses en el barrio de mis padres e hizo la promesa de dar su mayor esfuerzo para que mi madre fuera bautizada.

Un día recibí la llamada del misionero informándome de una cita de enseñanza con mi madre. Durante la lección el Espíritu Santo estuvo presente y ella aceptó ser bautizada tres días después.

Mi presidente de misión me autorizó realizar el viaje a Otavalo para efectuar la ordenanza bautismal, y ahora comprendo que mi reasignación tenía un propósito especial. Las experiencias que he vivido en el transcurso de mi misión me han cambiado y ayudado a convertirme en el misionero que Dios espera. Estos cambios transformaron el corazón de mi madre, fue un proceso que tardó cinco años y que requirió de mi firme decisión de servir aun durante esta pandemia.