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Capítulo 7: 2 Nefi 1–3


Capítulo 7

2 Nefi 1–3

Introducción

Los consejos finales de Lehi a sus hijos son tiernos y poderosos. De forma clara y eficaz, le enseñó a su hijo Jacob la relación entre la Creación, la Caída y la expiación de Jesucristo. A su hijo José le habló proféticamente acerca de José, el hijo de Israel, incluso de su testimonio de la restauración del Evangelio por medio de su tocayo en los últimos días: José Smith, hijo. Al estudiar los detalles del plan de salvación, así como el cumplimiento de las profecías sobre la restauración del Evangelio en los últimos días, usted verá crecer su testimonio del amor y el cuidado de Dios por todos Sus hijos.

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La destrucción de Jerusalén

Gary Kapp, © IRI

Comentario

2 Nefi 1:5–11. “Una tierra de libertad”

  • El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) dio testimonio de que América es una tierra de libertad apartada para la restauración del Evangelio: “Nuestro Padre Celestial determinó que surgieran los padres de la patria y su forma de gobierno como el prólogo necesario que condujera a la restauración del Evangelio. Recordemos lo que dijo nuestro Salvador Jesucristo hace casi dos mil años, cuando visitó esta tierra prometida: ‘porque es según la sabiduría del Padre que sean establecidos en esta tierra e instituidos como pueblo libre por el poder del Padre, para que estas cosas procedan de ellos’ (3 Nefi 21:4). América, la tierra de libertad, habría de ser la base de operaciones en los últimos días para su Iglesia restaurada” (Liahona, enero de 1988, pág. 3).

  • El élder Eduardo Ayala, de los Setenta, explicó que ahora las bendiciones del Evangelio están disponibles donde sea que vivan los miembros fieles: “Las condiciones de los pueblos y de las naciones cambian debido al progreso del mundo; sin embargo, en muchos lugares, ya sea en las heladas montañas, en los cálidos valles, a la orilla de los ríos o en los lugares desérticos, en dondequiera que haya miembros de la Iglesia, siempre habrá quienes vivan esos principios básicos, con lo cual bendicen al resto de la gente” (véase Liahona, julio de 1995, pág. 30).

2 Nefi 1:13–23. Despertar del “sueño del infierno”

  • La desobediencia a los mandamientos del Señor le permite a Satanás engañarnos, y así olvidamos la luz y la verdad que hemos aprendido anteriormente. El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, describió esta peligrosa situación: “Una de las consecuencias de desobedecer a Dios parece ser la producción de la cantidad exacta de anestesia espiritual para impedir cualquier sensación cuando se cortan los vínculos con Dios. No sólo se erosiona lentamente el testimonio de la verdad, sino que incluso los recuerdos de lo que era estar en la luz empiezan a parecer… una ilusión” (véase “A Life Founded in Light and Truth”, Brigham Young University 2000–2001 Speeches, 2001, pág. 81).

2 Nefi 1:22. Destrucción eterna

  • El versículo 22 de 2 Nefi 1 no quiere decir que el Espíritu y el cuerpo de los inicuos serán aniquilados o que desaparecerán. Nuestros espíritus son de naturaleza eterna, y todas las personas que nazcan en la tierra experimentarán una resurrección física (véase Alma 11:43–44). El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) expuso el significado de la destrucción del alma, en el sentido en que lo usó Nefi:

    “Destrucción no significa aniquilación. Sabemos, porque se nos enseña en las revelaciones del Señor, que el alma no puede ser destruida.

    “Toda alma nacida en este mundo recibirá la resurrección y la inmortalidad y permanecerá para siempre. La destrucción no significa aniquilación. Cuando el Señor dice que serán destruidas, quiere decir que serán desterradas de su presencia, que serán apartadas de la luz y de la verdad, y que no tendrán el privilegio de obtener la exaltación; y eso es destrucción” (Doctrina de Salvación, comp. de Bruce R. McConkie, tres tomos, 1954–1956, tomo II, pág. 215). La iniquidad destruye la oportunidad de resucitar a un grado de gloria mayor (véase D. y C. 88:30–31).

2 Nefi 2:2. Consagrar las aflicciones para provecho

  • En 2 Nefi 2:2 Lehi declaró que las pruebas que enfrentamos pueden resultarnos provechosas (véase también D. y C. 98:3). El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que el tener un sentido de gratitud nos permite ver nuestras penurias en el contexto del propósito que tenemos aquí en la tierra: “Cuando damos gracias por todo, vemos las dificultades y las adversidades en el contexto del propósito de la vida. Se nos ha enviado aquí para ser probados. Debe existir una oposición en todas las cosas. Debemos aprender y progresar por medio de esa oposición, por medio de afrontar nuestros problemas y de enseñar a los demás a hacer lo mismo” (Liahona, mayo de 2003, pág. 97).

  • El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que Dios nos provee dificultades cuya finalidad es ayudarnos a crecer espiritualmente: “En el preciso momento en que todo parece ideal, a veces surgen simultáneamente múltiples dificultades. Si esas pruebas no son resultado de tu desobediencia, son evidencia de que el Señor sabe que estás preparado para progresar más (véase Proverbios 3:11–12). Entonces te da experiencias que estimulen tu progreso, tu comprensión y compasión y que te refinen para tu bienestar eterno. Llegar de donde estás a donde Él quiere que estés exige un penoso esfuerzo que generalmente va acompañado de pesar y dolor” (Liahona, enero de 1996, pág. 18).

2 Nefi 2:4. “La salvación es gratuita”

  • “Salvación” quiere decir “ser salvos, tanto de la muerte física como de la muerte espiritual. Todos se salvarán de la muerte física por la gracia de Dios y mediante la muerte y resurrección de Jesucristo. Toda persona también puede salvarse de la muerte espiritual por la gracia de Dios, mediante la fe en Jesucristo, la cual se manifiesta llevando una vida de obediencia a las leyes y a las ordenanzas del evangelio, y de servicio a Cristo” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Salvación”).

  • Mediante la expiación de Jesucristo, el plan de salvación queda disponible de forma gratuita para todos. Esto, no obstante, no quiere decir que todo hombre y mujer reciba el mismo galardón. Como testificó Alma: “Por tanto, oh hijo mío, el que quiera venir, puede venir a beber libremente de las aguas de la vida”. Pero agregó esta advertencia: “y quien no quiera venir, no está obligado a venir; pero en el postrer día le será restaurado según sus hechos” (Alma 42:27). La salvación es gratuita en el sentido de que se otorga por la gracia de Dios mediante la expiación de Jesucristo a todos los que la reciban. No es gratuita en el sentido de que sea dada a todos sin importar lo que crean o cómo decidan llevar sus vidas.

2 Nefi 2:6–30.
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Dominio de las Escrituras
Creación, Caída y Expiación

  • El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, compartió las siguientes ideas sobre la relación que existe entre la Creación, la Caída y la Expiación: “No es posible creer en Cristo y Su sacrificio expiatorio, en el sentido verdadero y pleno para obtener la salvación, sin creer y aceptar asimismo la verdadera doctrina de la Caída. De no haber habido Caída, no habría surgido la necesidad de tener un Redentor o Salvador. Y no es posible creer en la Caída, de la cual provienen la inmortalidad y vida eterna, sin creer y aceptar asimismo la verdadera doctrina de la Creación: de no haberse creado todo en un estado sin muerte o inmortal, la Caída no podría haber existido, y consecuentemente no habría Expiación ni salvación. El plan eterno del Padre exigía Creación, Caída y Expiación, todo entrelazado en unión” (A New Witness for the Articles of Faith, 1985, pág. 82).

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    Creación, Edén, Getsemaní
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    La creación del mundo
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    Adán y Eva son expulsados del jardín
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    Cristo en Getsemaní
  • En otra oportunidad, el élder Bruce R. McConkie explicó:

    “Los acontecimientos más importantes que han ocurrido o que vayan a ocurrir en toda la eternidad… son la Creación, la Caída y la Expiación.

    “Antes de siquiera poder empezar a comprender la creación física de todas las cosas, debemos saber cómo estas tres verdades eternas —la Creación, la Caída y la Expiación— están inseparablemente unidas para formar un solo plan de salvación… Ninguna de ellas existe sola; cada una está vinculada a las otras dos, y sin el conocimiento de todas juntas, no es posible comprender la verdad respecto a ninguna de ellas…

    “Pero recuérdese que la Expiación vino a causa de la Caída. Cristo pagó el rescate por la trasgresión de Adán. Si no hubiese habido Caída, no habría Expiación con sus consiguientes inmortalidad y vida eterna. De manera que, tan seguramente como la salvación llega a causa de la Expiación, así también la salvación llega a causa de la Caída” (véase “Cristo y la Creación”, Liahona, septiembre de 1983, págs. 23–24).

2 Nefi 2:5–6. “Por la ley ninguna carne se justifica”

  • Justificación quiere decir “recibir el perdón de los pecados y ser declarado sin culpa. El hombre se justifica mediante la gracia del Salvador y la fe que deposita en Él, la cual demuestra por medio de su arrepentimiento y obediencia a las leyes y a las ordenanzas del evangelio. La expiación de Jesucristo hace posible que el género humano se arrepienta y sea justificado, o sea, que se le perdone el castigo que de otra manera recibiría” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Justificación, Justificar”).

    El élder Dallin H. Oaks nos indicó que el Libro de Mormón nos enseña que “no se recibe la salvación sólo por guardar los mandamientos. ‘Por la ley ninguna carne se justifica’ (2 Nefi 2:5). Aun aquellos que sirven a Dios con toda su alma son servidores inútiles (véase Mosíah 2:21). El hombre no puede ganar su propia salvación.

    “El Libro de Mormón enseña: ‘En vista de que el hombre había caído, éste no podía merecer nada de sí mismo’ (Alma 22:14). ‘No hay nada, a no ser una expiación infinita, que responda por los pecados del mundo’ (Alma 34:12; véase también 2 Nefi 9:7; Alma 34:8–16). ‘Por tanto, la redención viene en el Santo Mesías… él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas de la ley’ (2 Nefi 2:6–7). Y así ‘predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo… para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados’ (2 Nefi 25:26)” (Liahona, enero de 1989, págs. 69–70).

2 Nefi 2:8. “Los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías”

  • Antes de ser llamado al Quórum de los Setenta, el élder Bruce C. Hafen explicó que la Expiación es más que el método de Dios para corregir males y satisfacer las demandas de la justicia. La Expiación tiene una cualidad rehabilitadora, un poder milagroso que nos puede ayudar a cambiar quiénes somos: “Una vez me pregunté si las personas que rehúsan arrepentirse pero después satisfacen la ley de la justicia pagando el precio de sus propios pecados pasan a ser dignas de entrar en el reino celestial. La respuesta es no. Los requisitos para entrar a la vida celestial llanamente son más exigentes que sólo satisfacer la ley de la justicia. Por ese motivo, pagar el precio de nuestros pecados no tendrá el mismo fruto que arrepentirnos de ellos. La justicia es una ley de equilibrio y orden que debe satisfacerse, pagando nosotros o Él, pero si rechazamos la invitación que nos extiende el Salvador de permitirle llevar nuestros pecados, y después nosotros mismos satisfacemos la justicia, no habremos experimentado la rehabilitación completa que puede acontecer por medio de una combinación de ayuda divina y arrepentimiento sincero. En conjunto, estas fuerzas tienen el poder de cambiar nuestro corazón y nuestra vida en forma permanente, preparándonos así para la vida celestial” (The Broken Heart: Applying the Atonement to Life’s Experiences, 1989, págs. 7–8).

  • El élder Richard G. Scott compartió su parecer respecto a la misericordia de Cristo al pagar nuestras deudas: “Jesucristo poseía méritos que ningún otro hijo del Padre Celestial podía tener. Antes de nacer en Belén, Él era Jehová, un Dios. Su Padre no sólo le había dado el cuerpo espiritual sino que Jesús era también Su [Hijo] Unigénito en la carne. Nuestro Maestro llevó una vida perfecta y sin pecado, y por lo tanto, estaba libre de las demandas de la justicia. Él era y es perfecto en todo atributo, como el amor, la compasión, la paciencia, la obediencia, el perdón y la humildad. Su misericordia paga nuestra deuda con la justicia si nos arrepentimos y le obedecemos” (Liahona, julio de 1997, pág. 65).

2 Nefi 2:11–14. “Una oposición en todas las cosas”

  • El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que la oposición ayuda a fortalecernos: “La vida no estará libre de dificultades y algunas de ellas serán muy duras y difíciles de soportar. Tal vez deseemos librarnos de todas las tribulaciones de la vida, pero eso sería contrario al gran plan de felicidad ‘porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas’ (2 Nefi 2:11). Esas pruebas son la fuente de nuestra fortaleza” (Liahona, mayo de 2004, pág. 80).

  • El presidente Ezra Taft Benson señaló que la oposición nos brinda opciones:

    “El Libro de Mormón nos enseña que ‘es preciso que haya una oposición en todas las cosas’ (2 Nefi 2:11), y, efectivamente, esa condición existe. El hecho de que exista la oposición nos obliga a escoger, y el escoger nos trae consecuencias, buenas o malas…

    “En el Libro de Mormón se explica que los hombres ‘son libres… para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo’ (2 Nefi 2:27).

    “Dios nos ama; pero el diablo nos odia. Dios quiere que obtengamos la plenitud del gozo que Él tiene. El diablo quiere que seamos miserables como él. Dios nos da mandamientos para bendecirnos. El diablo quiere hacernos quebrantar esos mandamientos para maldecirnos.

    “Diaria y constantemente, por medio de nuestros deseos, nuestros pensamientos y nuestras acciones, escogemos si queremos ser bendecidos o maldecidos, felices o miserables” (véase Liahona, julio de 1988, pág. 6).

  • El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, comentó la forma en que la oposición se relaciona con la felicidad: “De hecho, si no hubiera opciones, si no tuviéramos libertad de escoger y oposición, no habría una verdadera existencia. Esto se asemeja mucho a la metáfora de Lehi según la cual, a falta de albedrío y elementos opuestos, las cosas hubiesen resultado en ‘un solo conjunto’ (2 Nefi 2:11), sin significado y sin diferencias. En una situación así, ‘no habría habido ningún objeto en [la] creación’ (2 Nefi 2:12) de la tierra. Es un hecho que no podemos de veras crecer espiritualmente ni, por ende, ser realmente felices sino hasta que le demos un uso prudente a nuestro albedrío moral” (One More Strain of Praise, 1999, pág. 80).

2 Nefi 2:15. El árbol de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida

  • El élder Bruce R. McConkie, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó el significado del árbol de la ciencia del bien y del mal y del árbol de la vida: “En lo pertinente a la Caída, las Escrituras exponen que había en el huerto del Edén dos árboles. Uno era el árbol de la vida, que en sentido figurado hace referencia a la vida eterna; el otro era el árbol de la ciencia del bien y del mal, que en sentido figurado hace referencia a cómo y por qué y de qué forma la vida mortal y todo lo relacionado a ella llegó a ser” (A New Witness for the Articles of Faith, pág. 86).

2 Nefi 2:15. ¿Qué era lo prohibido?

  • El presidente Joseph Fielding Smith demostró cómo el libro de Moisés nos ayuda a entender por qué el Señor mandó a Adán no comer del fruto: “El motivo exacto por el cual el Señor le dijo a Adán que no comiera el fruto del árbol no queda claro en el relato bíblico, pero en el original tal y como nos llega en el libro de Moisés, queda clarísimo. El Señor mismo le dijo a Adán que si deseaba permanecer como estaba en el huerto, no debía comer el fruto, pero si deseaba comerlo y participar de la muerte, tenía la libertad de hacerlo” (Answers to Gospel Questions, comp. de Joseph Fielding Smith, hijo, cinco tomos, 1957–1966, tomo IV, pág. 81).

2 Nefi 2:15–16, 26–27.
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Dominio de las Escrituras
El hombre debe actuar por sí mismo

  • El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) enseñó que para crecer necesitamos el albedrío:

    “Nuestro Padre Celestial quería que nuestro progreso continuara en la etapa mortal y se intensificara al tener la libertad de decidir por nosotros mismos y aprender. También deseaba que ejerciéramos nuestra fe y nuestra voluntad, especialmente con un cuerpo físico para dominar y controlar. Pero nosotros sabemos, por medio de la revelación tanto del pasado como del presente que, en una oportunidad que hemos olvidado, hace mucho tiempo, Satanás quería negarnos nuestra independencia y nuestro albedrío, tal como quiere negárnoslos ahora. Satanás realmente se opuso violentamente a la libertad de acción que el Padre nos ofrecía, y lo hizo de forma tan brutal que Juan el Revelador lo describió como ‘una gran batalla en el cielo’ (Apocalipsis 12:7). Satanás pudo habernos forzado a hacer lo bueno y, de ese modo, nos habría privado del don más preciado: la libertad de escoger un futuro divino y la exaltación que todos deseamos ganar.

    “Debido a que Cristo defendió valientemente el plan de nuestro Padre, prevaleció el albedrío y el derecho de esforzarnos por alcanzar metas eternas…

    “De modo que, cuando vinimos a cumplir con esta etapa mortal, al igual que Jeremías [véase Jeremías 1:5], lo hicimos siendo conocidos por Dios como Sus hijos espirituales literales, con el privilegio de escoger nuestra senda personal concerniente a las creencias y a la convicción religiosa. Gracias al triunfo de Cristo en los cielos sobre Lucifer, y luego de su triunfo terrenal al vencer los efectos de la caída de Adán y la muerte de toda la humanidad, ‘…los hijos de los hombres’ continúan siendo ‘libres para siempre, discerniendo el bien del mal, para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos’…

    “A fin de comprender plenamente el don del albedrío y su incalculable valor, es de vital importancia que comprendamos que Dios actúa principalmente por medio de la persuasión, de la paciencia y de la longanimidad, y no mediante la fuerza y la confrontación violenta. Él obra pidiéndonos suavemente y tratando de atraernos con dulzura, respetando siempre la libertad e independencia que poseemos. Él desea ayudarnos y nos pide que le demos la oportunidad de hacerlo, pero nunca lo hará violando nuestro albedrío. Nos ama demasiado para hacer eso, y, si lo hiciera, iría en contra de Su divina naturaleza” (véase Liahona, enero de 1990, págs. 17–18).

2 Nefi 2:17–18. “Un ángel de Dios… se convirtió en un diablo”

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    Satanás llevándose a sus seguidores

    Paul Mann, © 1999 IRI

    El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, habló sobre la manera en que Lucifer cayó de su puesto de autoridad: “Por causa de su rebelión, Lucifer fue expulsado de los cielos y ahora es Satanás, el diablo, ‘el padre de todas las mentiras, para engañar y cegar a los hombres y llevarlos cautivos según la voluntad de él, sí, a cuantos no quieran escuchar mi voz’ (Moisés 4:4). Y así, este personaje que era un ángel de Dios y tenía autoridad, incluso en la presencia de Dios, fue expulsado de la presencia del Padre y del Hijo (véase D. y C. 76:25). Esto causó mucha tristeza en los cielos, y ‘los cielos lloraron por él; y era Lucifer, un hijo de la mañana’ (D. y C. 76:26)” (Liahona, enero de 1988, pág. 34).

2 Nefi 2:22. “Todas las cosas” se vieron afectadas por la caída de Adán

  • El élder Bruce R. McConkie explicó que todas las cosas se relacionan con la caída de Adán: “Entonces llega la Caída; Adán cae y comienzan la vida mortal, la procreación y la muerte. El hombre caído es mortal; tiene carne que es mortal y es ‘la primera carne sobre la tierra’. Y los efectos de su caída recaen sobre todas las cosas creadas; éstas caen también en el sentido de que se hacen mortales. La muerte entra al mundo, la mortalidad reina, comienza la procreación y los grandes y eternos propósitos del Señor siguen adelante” (véase “Cristo y la Creación”, Liahona, septiembre de 1983, págs. 31–32).

    “La vida mortal, la procreación y la muerte tuvieron su origen en la Caída…

    “…Un Creador infinito, en el día primigenio, formó la tierra, el hombre y todas las cosas vivientes de tal manera que pudieran caer. Esta caída suponía un cambio de estado. Todas las cosas fueron creadas de esa manera para que pudiesen caer o cambiar…

    “…En el día originario y edénico, toda forma de vida existía en un estado más sublime del que actualmente prevalece… La muerte y la procreación aún tenían que presentarse en el mundo” (véase Liahona, septiembre de 1983, pág. 24).

2 Nefi 2:22–23. ¿Qué diferencia hay entre pecado y transgresión?

  • El élder Dallin H. Oaks expuso la diferencia entre el pecado y la transgresión: “[El] contraste que se indica entre un pecado y una transgresión nos recuerda las claras palabras del Artículo de Fe N°2: ‘Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán’ (cursiva agregada). También se asemeja a una distinción que se hace en la ley y que nos es bien conocida: algunos actos, como el asesinato, son delitos porque son en sí de naturaleza mala; otros, como manejar un vehículo sin licencia de conducir, son delitos sólo por estar prohibidos por la ley. De acuerdo con esta distinción, el hecho que dio como resultado la Caída no fue un pecado —o sea, algo de naturaleza mala— sino una transgresión, algo que era malo por estar prohibido. Estas palabras no siempre se emplean para denotar algo diferente, pero esta diferencia parecería propia si la aplicamos a las circunstancias de la Caída” (Liahona, enero de 1994, págs. 85–86).

2 Nefi 2:22–25.
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Dominio de las Escrituras
“Adán cayó para que los hombres existiesen”

  • El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó por qué fue necesaria la Caída:

    “La Creación culminó con Adán y Eva en el Jardín de Edén, quienes fueron creados a la imagen de Dios, con cuerpos de carne y hueso. Por haber sido creados a la imagen de Dios, y por no ser mortales aún, no podían envejecer ni morir. ‘Y no hubieran tenido hijos’ [2 Nefi 2:23] ni habrían experimentado las pruebas de la vida… La creación de Adán y Eva fue paradisíaca, o sea, debían experimentar un cambio importante antes de poder cumplir con el mandamiento de tener hijos y así proveer cuerpos terrenales para los premortales hijos e hijas espirituales de Dios.

    “…La caída de Adán (y Eva) comprendió la creación mortal y trajo consigo los cambios requeridos en sus cuerpos, incluso la circulación de la sangre, como así también otras modificaciones. Ahora podían tener hijos, y ellos y su posteridad estaban sujetos a las heridas, las enfermedades y la muerte” (véase Liahona, enero de 1997, pág. 37).

  • El presidente James E. Faust añadió lo siguiente a la descripción de cómo la Caída afectó a Adán y Eva y también a su posteridad:

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    Adán y Eva saliendo del huerto

    © 1998 Joseph Brickey

    “Debido a su transgresión, Adán y Eva, al decidir abandonar su estado de inocencia (véase 2 Nefi 2:23–25), fueron expulsados de la presencia de Dios; esto se conoce entre los cristianos como la Caída, o la transgresión de Adán. Fue una muerte espiritual porque Adán y Eva fueron separados de la presencia de Dios y se les dio la libertad ‘para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos’ (2 Nefi 2:26). También se les dio el gran poder de la procreación para que pudieran cumplir con el mandamiento de multiplicarse y henchir la tierra y tener gozo en su posteridad (véase Génesis 1:28).

    “Toda su posteridad también quedó al margen de la presencia de Dios (véase 2 Nefi 2:22–26). Sin embargo, la posteridad de Adán y Eva era inocente del pecado original, dado que no participó en él, y, por lo tanto, era injusto que toda la humanidad sufriera eternamente por la transgresión de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Era necesario poner en orden esa injusticia, y por lo tanto, se necesitaba el sacrificio expiatorio de Jesús en Su función de Salvador y Redentor. Debido al hecho transcendental de la Expiación, es posible que toda alma obtenga el perdón de sus pecados, que éstos se limpien y se olviden (véanse 2 Nefi 9:6–9; Talmage, Los Artículos de Fe, pág. 95). Este perdón, no obstante, se recibe con la condición de que haya arrepentimiento y rectitud personal” (véase Liahona, enero de 1989, págs. 13–14).

  • Los presidentes Brigham Young (1801–1877) y Joseph Fielding Smith nos ayudan a entender que la caída de Adán fue parte del plan de nuestro Padre Celestial:

    “¿Se opusieron abiertamente [Adán y Eva] a Dios y Su gobierno? No. Pero transgredieron un mandato del Señor, y fue debido a esa transgresión que el pecado llegó al mundo. El Señor sabía que ellos harían esto y había planeado que lo hicieran” (Discourses of Brigham Young, sel. de John A. Widtsoe, 1954, pág. 103).

    “Adán sólo hizo lo que tenía que hacer: comió de aquel fruto por un buen motivo, que era abrir la puerta para traernos a este mundo, a ustedes, a mí y a todos los demás…

    “…Si no hubiera sido por él, yo no estaría aquí; ustedes tampoco; estaríamos todavía en los cielos esperando como espíritus” (Joseph Fielding Smith, en Conference Report, octubre de 1967, págs. 121–122).

    Gracias a Moisés 5:10–11 aprendemos que Adán y Eva también reconocieron las bendiciones que resultaron de la Caída. Entendieron los siguientes conceptos:

    “Se han abierto mis ojos”. Aprendieron a distinguir entre el bien y el mal (versículo 10).

    “En la carne de nuevo veré a Dios”. La Resurrección podría efectuarse a raíz de la venida del Señor Jesucristo (versículo 10).

    “Nunca habríamos tenido posteridad”. La procreación entró al mundo (versículo 11).

    “Ni hubiéramos conocido… el bien y el mal”. Adán y Eva tenían albedrío para escoger entre el bien y el mal (versículo 11).

    “Ni hubiéramos conocido… el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes”. La Expiación podía llevarse a cabo (versículo 11).

2 Nefi 3:4–5. “Grandes fueron los convenios que el Señor hizo”

  • En la Traducción de José Smith de la Biblia, José, el hijo del Jacob que se menciona en el Antiguo Testamento, dijo: “Jehová me ha visitado”, y explicó que él mismo recibió grandes promesas sobre su posteridad (TJS, Génesis 50:24). Tal y como testificó Lehi: “José realmente vio nuestro día” (2 Nefi 3:5), es decir, el día de Lehi y su posteridad, y supo que en el futuro Dios levantaría “a un vidente escogido” (versículo 7), a saber, al gran profeta que lleva su mismo nombre (véase versículo 15). José sabía además que principalmente serían sus descendientes a quienes el Señor llamaría primero en estos últimos días a fin de llevar el Evangelio a los miembros perdidos de la casa de Israel dispersos entre las naciones de la tierra, en cumplimiento del convenio que Dios hizo con Abraham (véaseGuía para el Estudio de las Escrituras, “José, Hijo de Jacob”). Obviamente, dado que el Señor cumplió el convenio que hizo con José, si nosotros también somos justos, Él cumplirá Sus convenios con nosotros.

    Lo que enseñó Lehi presenta un gran ejemplo de cómo el Padre Celestial cumplió los convenios que hizo con José. Podemos tener plena confianza en que Dios siempre cumple Sus convenios.

2 Nefi 3:6–9. “Un vidente escogido”

  • Un vidente es una “persona autorizada por Dios para ver con los ojos espirituales las cosas que Dios ha escondido del mundo (Moisés 6:35–38); es un revelador y un profeta (Mos. 8:13–16). En el Libro de Mormón, Ammón enseñó que sólo un vidente podía usar los intérpretes especiales, o sea, el Urim y Tumim (Mos. 8:13; 28:16). Un vidente conoce el pasado, el presente y el futuro. En los tiempos antiguos, a los profetas a menudo se les llamaba videntes (1 Sam. 9:9; 2 Sam. 24:11).

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    José de Egipto ve en visión a José Smith

    © 1994 Paul Mann

    “José Smith es el gran vidente de los últimos días (D. y C. 21:1; 135:3)” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Vidente”). El profeta José Smith es el “vidente escogido” que se describe en 2 Nefi 3:6 como descendiente de José, hijo de Israel.

  • El presidente Brigham Young (1801–1877) dio testimonio del “vidente escogido” José Smith, que fue conocido no sólo en los días de José de Egipto sino también antes de la creación de la tierra: “Mucho antes de que se establecieran los cimientos de la tierra, en los consejos de la eternidad se decretó que él, José Smith, sería el hombre que, en la última dispensación de este mundo, habría de llevar a la gente la palabra de Dios y recibiría las llaves y el poder del Sacerdocio del Hijo de Dios. El Señor había estado observándolo, y observando a su padre, y al padre de su padre y a sus progenitores hasta Abraham, y aun desde Abraham hasta el diluvio, y desde el diluvio hasta Enoc, y desde Enoc hasta Adán. El Señor ha observado esa familia y esa sangre mientras ha circulado desde su fuente original hasta ese hombre. Éste [el profeta José Smith] fue preordenado en la eternidad para que presidiera esta última dispensación” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, págs. 359–360).

  • El élder Neal A. Maxwell presentó varios ejemplos de verdades que el vidente José Smith podía ver con ojos espirituales, las cuales anteriormente habían estado escondidas del mundo

    1. Revelación sobre la amplitud y extensión del universo (véanse Moisés 1:33; D. y C. 76:24 )

    2. Revelación sobre el propósito principal de Dios (véase Moisés 1:39 )

    3. Revelación sobre nuestra condición de hijos de Dios (véase D. y C. 93:29)

    4. Revelación sobre el destino del hombre (véase D. y C. 84:38 )

    5. Revelación sobre la relación personal de Dios con Sus hijos (véase Alma 18:32)

    6. Revelación sobre la extensión de la expiación del Salvador (véanse 2 Nefi 9:7; D. y C. 88:6)

    (Véase Liahona, noviembre de 2003, págs. 99–102.)

2 Nefi 3:6–15. Las profecías de José

  • El siguiente cuadro ayuda a explicar cuáles fueron algunas profecías específicas que hizo José de Egipto sobre José Smith, así como su posterior cumplimiento:

    Profecía en 2 Nefi 3

    Posibles cumplimientos

    “El Señor mi Dios levantará a un vidente, el cual será un vidente escogido para los del fruto de mis lomos” (versículo 6).

    El Señor declaró que José Smith, hijo, sería “llamado vidente, traductor, profeta” (D. y C. 21:1) y que a José Smith se le había asignado estar a la cabeza de esta dispensación (véase D. y C. 110:16; 112:32).

    “Será altamente estimado entre los de tu simiente” (versículo 7).

    Hay millones de descendientes de los pueblos del Libro de Mormón que reconocen a José Smith como el profeta de la Restauración.

    “Efect[uará] una obra para el fruto de tus lomos… la cual será de mucho valor para ellos” (versículo 7).

    Muchos de los hijos de Lehi han sido bendecidos como consecuencia de la luz del Evangelio que fue restaurado por el profeta José Smith.

    “No ha[rá] ninguna otra obra, sino la que yo le mande” (versículo 8).

    La vida de José Smith se centró en hacer la voluntad del Señor. Por ejemplo, al principiar su ministerio, se le mandó traducir el Libro de Mormón: “Y tienes un don para traducir las planchas; y éste es el primer don que te conferí; y te he mandado no profesar tener ningún otro don sino hasta que mi propósito se cumpla en esto; porque no te concederé ningún otro don hasta que se realice” (D. y C. 5:4).

    “Será grande como Moisés” (versículo 9).

    Moisés recogió a Israel de Egipto y lo llevó a la tierra prometida. José Smith recibió llaves de Moisés a fin de recoger a Israel: “Por tanto, levantaré a mi pueblo un varón que lo guiará, como Moisés guió a los hijos de Israel” (D. y C. 103:16). Ésta es una de muchas formas en que José fue semejante a Moisés.

    “A él daré poder para llevar mi palabra a los de tu descendencia” (versículo 11).

    José Smith tradujo y dio a los hijos de Lehi los anales de sus antepasados (véase D. y C. 3; 5; 10), así como muchas otras revelaciones.

    “El fruto de tus lomos… crecerán juntamente para confundir las falsas doctrinas” (versículo 12)

    El Libro de Mormón y otras revelaciones modernas aclaran de forma sencilla y con autoridad muchos principios y doctrinas del Evangelio que aparecen en la Biblia (véase D. y C. 20:8–15; 42:12).

    “De la debilidad él será hecho fuerte” (versículo 13).

    Un humilde muchachito de granja llegó a ser el profeta de la Restauración.

    “Los que traten de destruirlo serán confundidos” (versículo 14).

    Tal y como lo prometió el Señor (véase 3 Nefi 21:10), el profeta José Smith fue preservado hasta que hubo cumplido su misión (véase D. y C. 121:16–22).

    “Su nombre será igual que el mío; y será igual que el nombre de su padre” (versículo 15).

    José Smith, hijo, el tercer hijo de Joseph Smith, padre, llevaba el nombre de su padre (véase José Smith—Historia 1:4).

    “Porque aquello [el Evangelio y sus ordenanzas] que el Señor lleve a efecto por su mano, por el poder del Señor, guiará a mi pueblo a la salvación” (versículo 15).

    Es por medio de la restauración de la Iglesia y las ordenanzas del Señor que el profeta José Smith nos mostró cómo obtener la vida eterna.

2 Nefi 3:12. El Libro de Mormón y la Biblia “crecerán juntamente”

  • El presidente Boyd K. Packer explicó de qué manera el Libro de Mormón y la Biblia han crecido juntamente: “El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento… y… el Libro de Mormón… están ahora entrelazados de tal manera que el estudiar uno nos lleva al otro; el aprender de uno nos aclara el conocimiento del otro. Son, sin duda, uno en nuestras manos” (véase Liahona, enero de 1983, pág. 101).

    Imagen
    Ezequiel con pergaminos en mano

    Lyle Beddes, © 1977 IRI

2 Nefi 3:18. ¿Quiénes son las distintas personas que se mencionan?

  • El élder Bruce R. McConkie señaló quiénes son las personas de las que se habla en 2 Nefi 3:18 de la siguiente manera: “Fíjense en estas palabras del Señor: ‘Y he aquí, le concederé [a Mormón] que escriba la escritura del fruto de tus lomos [los nefitas], para el fruto de tus lomos [los lamanitas]; y el portavoz de tus lomos [José Smith] la declarará’. Es decir, Mormón escribió el Libro de Mormón, pero lo que escribió lo sacó de los escritos de los profetas antiguos, escritos que, recopilados en un solo libro, fueron traducidos por José Smith, quien los envió a los lamanitas” (A New Witness for the Articles of Faith, 1985, pág. 426).

Para meditar

  • ¿En qué formas se relacionan la Creación, la Caída y la Expiación?

  • ¿Qué nos enseña la frase “el sueño del infierno” sobre las tácticas de Satanás? (2 Nefi 1:13).

  • ¿Qué relación hay entre las pruebas, adversidades y aflicciones que enfrentamos y lo que nuestro Padre Celestial sabe que podemos llegar a ser? (véase 2 Nefi 2:2).

Tareas sugeridas

  • Redacte un párrafo que describa la relación entre la Creación, la Caída y la Expiación.

  • De acuerdo con lo aprendido en 2 Nefi 2:5–10, ¿cómo le explicaría usted a alguien que no pertenece a nuestra religión por qué necesitamos la expiación de Jesucristo?

  • Enumere un mínimo de seis profecías que aparezcan en 2 Nefi 3 y que tengan que ver directamente con el profeta José Smith.