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Capítulo 38: Helamán 13–16


Capítulo 38

Helamán 13–16

Introducción

El evangelio de Jesucristo ofrece a todas las personas la oportunidad de cambiar. A lo largo de gran parte del Libro de Mormón, las obras de los lamanitas “[habían] sido… malas”, pero “la predicación de los nefitas” (Helamán 15:4) condujo a “la mayoría de ellos” a recibir el Evangelio (Helamán 6:1) y experimentar un poderoso cambio en el corazón. Aquí en el libro de Helamán se invierten los papeles de forma evidente: las personas a las que otrora se les había enseñado se convertían en los maestros. Muchos nefitas, por otra parte, se habían vuelto orgullosos y hacían caso omiso de sus propios profetas, por lo que el Señor les envió un profeta lamanita para que les advirtiera que debían arrepentirse y prepararse para la venida del Señor. Preste atención a la reacción colectiva e individual de los nefitas ante el mensajero lamanita del Señor. Las palabras de Samuel le importaban al Salvador lo suficiente como para que Él las defendiera durante Su ministerio personal en América y testificara que todas se habían cumplido (véase 3 Nefi 23:9–13).

Comentario

Helamán 13:3. “Todas las cosas que le vinieran al corazón”

  • Samuel, quien era profeta, no se tomó la libertad de decidir qué predicar a los nefitas. En Helamán 13:3, vemos que enseñaba “todas las cosas que le [venían] al corazón”. En lo que respecta a este proceso de revelación, el presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la forma en que frecuentemente llega la voz del Señor:

    “La revelación se recibe en palabras que sentimos, más de las que oímos. Nefi les dijo a sus hermanos desobedientes que habían recibido la visita de un ángel: ‘…habíais dejado de sentir, de modo que no pudisteis sentir sus palabras’ [1 Nefi 17:45; cursiva agregada].

    “Las Escrituras están repletas de expresiones como éstas: ‘El velo fue retirado de nuestras mentes, y los ojos de nuestro entendimiento fueron abiertos’ [D. y C. 110:1], o ‘…hablaré a tu mente y a tu corazón…’ [D. y C 8:2], o ‘…te iluminé la mente…’ [D. y C. 6:15], o ‘…expresad los pensamientos que pondré en vuestro corazón…’ [D. y C. 100:5]. Hay cientos de pasajes que enseñan sobre la revelación” (véase Liahona, enero de 1995, pág. 69).

Helamán 13:11–16. Salvados por causa de unos pocos justos

  • Ha habido muchas ocasiones en que los inicuos se han salvado de destrucciones terribles debido a que algunas personas justas vivían entre ellos. El malvado pueblo de Zarahemla debía agradecerles a los justos el haber sido preservados de la destrucción; aunque, naturalmente, ellos no lo sabían. En unos pocos años, Zarahemla perdió esta silenciosa y poco apreciada protección, y las palabras de Samuel se cumplieron (véase 3 Nefi 9:3). Aun Sodoma y Gomorra se habrían salvado si hubieran vivido allí apenas diez personas rectas (véase Génesis 18:23–33).

    La forma en que vivimos realmente puede marcar la diferencia. La rectitud personal de unos pocos puede convertirse en una gran bendición para los demás, especialmente para los de nuestra propia familia y nuestra comunidad local.

Helamán 13:19–22. Riquezas y espiritualidad

  • El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la relación que existe entre el materialismo y la espiritualidad:

    “El materialismo, que da prioridad a las necesidades y los objetos materiales, obviamente es lo opuesto a la espiritualidad. El Salvador enseñó que no debemos hacernos ‘tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan’ (Mateo 6:19), sino que debemos hacernos tesoros en el cielo: ‘Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón’ (Mateo 6:21)…

    “No hay nada malo en el dinero de por sí. El buen samaritano empleó, para servir a su prójimo, la misma clase de monedas que Judas usó para traicionar al Maestro. Es ‘el amor al dinero [lo que] es la raíz de todos los males’ (1 Timoteo 6:10; cursiva agregada). La diferencia fundamental se halla en el nivel de espiritualidad con que vemos, evaluamos y utilizamos las cosas de este mundo y nuestras experiencias en él.

    “Si permitimos que se vuelva objeto de adoración o que tenga mayor prioridad que todo lo demás, el dinero puede hacernos egoístas y orgullosos, engreídos ‘con las vanidades del mundo’ (Alma 5:37). En contraste, si lo empleamos para cumplir con nuestras obligaciones legales y para pagar los diezmos y las ofrendas, el dinero servirá para demostrar nuestra integridad y desarrollar la generosidad. Cuando la espiritualidad ilumina el uso de los bienes, éstos nos ayudan a prepararnos para la ley superior de una gloria celestial” (véase Liahona, enero de 1986, pág. 48).

Helamán 13:23–29. Seguir al profeta viviente

  • El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que es importante seguir al profeta y a los apóstoles vivientes: “Ahora bien, mis queridos hermanos y hermanas, les ruego que pongan atención a lo que han enseñado los líderes de la Iglesia… Pongan en práctica las enseñanzas que les ayudarán a ustedes y a sus familias. Llevemos todos a nuestros hogares, sin importar las circunstancias familiares, las enseñanzas de los profetas y apóstoles, a fin de fortalecer nuestras relaciones el uno con el otro y con nuestro Padre Celestial y con el Señor Jesucristo. Les prometo, en el nombre del Señor, que si escuchan, no sólo con sus oídos, sino también con sus corazones, el Espíritu Santo les manifestará la verdad de los mensajes dados por el presidente [de la Iglesia], sus consejeros, los apóstoles y los demás líderes de la Iglesia. El Espíritu les indicará lo que deben hacer en forma individual y como familias, con objeto de seguir nuestro consejo para que se fortalezcan sus testimonios y tengan paz y gozo” (Liahona, julio de 2001, pág. 82).

Helamán 13:38. La iniquidad va en contra de la naturaleza de la felicidad

  • Samuel advirtió a los nefitas que habían estado buscando la felicidad cometiendo iniquidades, lo cual va en contra de la naturaleza de la misma. Al hablar de este problema y de cómo se logra la felicidad verdadera, el élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló que la felicidad sólo llega por la rectitud:

    “¿Te has dado cuenta de cómo actúa Satanás para capturar la mente y las emociones con imágenes destellantes, música estridente y la estimulación de todos los sentidos físicos al extremo? Con diligencia, él se esfuerza por llenar la vida con acción, diversiones y estímulos para que nadie se pueda detener a reflexionar en las consecuencias de sus tentadoras invitaciones. ¡Piénsalo! Algunos se sienten tentados a violar los mandamientos más básicos de Dios debido a que las acciones seductoras se representan como aceptables; se las hace parecer atractivas e incluso deseables; no parecen tener serias consecuencias, sino una dicha y felicidad perdurables; pero debes tener en cuenta que esas actuaciones están controladas por libretos y actores, y que las consecuencias de las decisiones que se toman son a la vez manipuladas para que sean lo que el productor quiere.

    “La vida no es así. Sí, el albedrío moral permite que tú elijas lo que desees, pero no puedes controlar las consecuencias de esas elecciones. A diferencia de las creaciones falsas del hombre, nuestro Padre Celestial determina las consecuencias de tus elecciones. La obediencia proporcionará felicidad, mientras que la violación de Sus mandamientos no lo hará” (Liahona, mayo de 2004, pág. 102).

Helamán 14. La profecía de Samuel acerca de la venida del Salvador

Helamán 14:11. “Para que conozcáis las condiciones del arrepentimiento”

  • El élder Richard G. Scott enseñó acerca de las condiciones del arrepentimiento:

    “En El milagro del perdón, Spencer W. Kimball ofrece una espléndida guía para obtener el perdón mediante el arrepentimiento, la cual ha ayudado a muchos a regresar al camino. Él describe cinco elementos esenciales del arrepentimiento:

    El dolor por haber pecado. Estudia y medita para saber cuán grave es tu pecado según la definición del Señor. Eso te proporcionará un dolor y un remordimiento sanadores; además, despertará en ti el deseo sincero de cambiar y la disposición de someterte a todo requisito para alcanzar el perdón…

    El abandono del pecado. Es la determinación inalterable y permanente de no repetir la transgresión, y, si se cumple con esa determinación, no habrá por qué sentir otra vez el sabor amargo que deja el pecado…

    La confesión del pecado. Siempre tienes que confesar tus pecados al Señor; si son transgresiones graves, como la inmoralidad, debes confesarlas también al obispo o al presidente de estaca. Por favor, entiende que la confesión no es arrepentimiento; es un paso esencial, pero no es de por sí suficiente. Y la confesión parcial, en la que se mencionan sólo los pecados más leves, no te ayudará a resolver los más graves que quedan encubiertos…

    La restitución por el pecado. Debes restaurar en todo lo posible lo que hayas robado, dañado o manchado. La restitución voluntaria demuestra de forma clara al Señor que estás decidido a hacer todo lo que puedas por arrepentirte.

    La obediencia a todos los mandamientos. La obediencia total te brinda el pleno poder del Evangelio, con la fortaleza para concentrarte en abandonar ciertos pecados, y comprende acciones que quizás al principio no consideres parte del arrepentimiento, como asistir a las reuniones, pagar el diezmo, prestar servicio y perdonar a los demás…

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    Jesucristo defendiendo a la mujer adúltera

    Paul Gustave Dore

    “Yo agregaría un sexto paso: Reconocer al Salvador. De todos los pasos necesarios para el arrepentimiento, testifico que el más importante es que tengas la convicción de que el perdón se recibe por causa del Redentor; es esencial que sepas que sólo podrás recibirlo de acuerdo con Sus condiciones” (véase Liahona, julio de 1995, pág. 86).

  • Además de las importantes enseñanzas arriba mencionadas del presidente Kimball y del élder Scott, el arrepentimiento también debe incluir el cambio. El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó lo siguiente: “Debemos cambiar todo aquello que forme parte del problema… Le agradecemos a nuestro Padre Celestial que se nos permita cambiar. Le agradecemos a Jesús que podamos cambiar, y finalmente lo hacemos sólo con Su ayuda divina. Es verdad que todos nuestros problemas no son el resultado de nuestros hechos; a menudo son la consecuencia de los hechos de otras personas o simplemente las circunstancias comunes de la vida. Pero debemos cambiar todo lo que podamos cambiar, y perdonar lo demás. De esa forma nuestro acceso a la expiación del Salvador queda tan libre de obstáculos como nosotros, con nuestras imperfecciones, podamos lograrlo. Él hará lo demás” (Liahona, julio de 2006, pág. 70).

Helamán 14:11–12. El propósito de Samuel al enseñar

  • En Helamán 14:11–12, el profeta Samuel enumeró cuatro verdades que quería que la gente aprendiera de sus enseñanzas:

    Saber acerca de los juicios de Dios

    Conocer las condiciones del arrepentimiento

    Saber acerca de la venida de Jesucristo

    Saber acerca de las señales de Su venida

Helamán 14:15–19. La Expiación vence a la muerte

  • Samuel el lamanita describió la diferencia entre la muerte física, la primera muerte espiritual y la segunda muerte espiritual, así como la manera en que la expiación del Salvador nos ayuda a vencer esas muertes.

    La muerte física. El élder Earl C. Tingey, de la Presidencia de los Setenta, dio una definición de lo que es la muerte física y explicó quiénes la experimentarán: “La muerte física es la separación del espíritu y el cuerpo físico. Por motivo de la caída de Adán, todo el género humano sufrirá la muerte física” (Liahona, mayo de 2006, pág. 73).

    La primera muerte espiritual. La muerte espiritual ocurre cuando somos “separados de la presencia del Señor” (Alma 42:9).

    El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) explicó que estas dos muertes son el resultado de la caída de Adán y Eva: “Nuestros primeros padres, Adán y Eva, desobedecieron a Dios. Al participar del fruto prohibido se hicieron mortales. Como consecuencia, ellos y todos sus descendientes quedamos sujetos tanto a la muerte temporal como a la espiritual (muerte temporal: la separación del cuerpo y el espíritu; muerte espiritual: la separación del espíritu de la presencia de Dios, y muerte con relación a todo lo que pertenece a las cosas del espíritu)” (véase Liahona, agosto de 1978, pág. 6).

    Para nosotros, esta muerte espiritual se dio cuando abandonamos la presencia de Dios para nacer en la vida terrenal. Samuel el lamanita le llamó “la primera muerte” (Helamán 14:16) a ser separados de Su presencia.

    Samuel el lamanita enseñó que todos los hijos del Padre Celestial que tengan vida terrenal vencerán las muertes física y espiritual mediante los poderes de la expiación de Jesucristo (véase Helamán 14:17), hecho del que testifican muchos otros pasajes de las Escrituras (véanse 2 Nefi 2:9–10; 9:15, 22, 38; Alma 11:43–44; 12:12–15, 24; 42:23; 3 Nefi 26:4).

    La segunda muerte espiritual. La segunda muerte es una muerte espiritual final, la cual no llega por causa de haber abandonado la presencia de Dios y haber nacido en la vida terrenal sino por motivo del pecado personal sin arrepentimiento.

    El Salvador también ha brindado ayuda para vencer esta segunda muerte espiritual. Al haber sufrido por nuestros pecados, Él nos ofrece la oportunidad de arrepentirnos, pero para los que no se arrepienten “viene otra vez sobre ellos una muerte espiritual; sí, una segunda muerte, porque quedan nuevamente separados de las cosas que conciernen a la justicia” (Helamán 14:18). Esto quiere decir que alguien que no haya resuelto sus pecados, no puede permanecer en la presencia de Dios una vez que se presente ante Él para ser juzgado.

    El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió tal estado:

    “Si la muerte física llega antes de que los errores morales se corrijan, la oportunidad del arrepentimiento se habrá perdido. Por eso, el verdadero ‘aguijón de la muerte es el pecado’ (1 Corintios 15:56).

    “Ni siquiera el Salvador puede salvarnos en nuestros pecados; Él nos redime de nuestros pecados, pero sólo con la condición de que nos arrepintamos. Somos responsables de nuestra propia supervivencia o muerte espiritual (véanse Romanos 8:13–14; Helamán 14:18; D. y C. 29:41–45)” (véase Liahona, julio de 1992, pág. 81).

Helamán 15:3–4. El divino amor de Dios

  • El Señor ama a todas las personas, pero no puede tolerar el pecado. A pesar de que Helamán 15:4 dice que el Señor aborrecía a los lamanitas “porque sus obras han sido continuamente malas”, Samuel es un ejemplo de los muchos lamanitas a los cuales se les enseñó el Evangelio y se ganaron el favor de Dios una vez que se convirtieron.

    El élder Russell M. Nelson habló acerca del amor de Dios por quienes pecan: “¿Significa esto que el Señor no ama al pecador? Por supuesto que no. El amor divino es infinito y universal; el Señor ama tanto a santos como a pecadores. El apóstol Juan afirmó: ‘Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero’ [1 Juan 4:19]. Y Nefi, al ver en visión el ministerio terrenal del Señor, declaró: ‘…Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su amorosa bondad y su longanimidad para con los hijos de los hombres’ [1 Nefi 19:9; cursiva agregada]. Conocemos la amplitud del amor del Redentor porque Él murió para que todos los que mueran puedan vivir de nuevo” (“Amor divino”, Liahona, febrero de 2003, pág. 16).

Helamán 15:7–8. Un cambio perdurable en el corazón

  • El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) entendía el poder que tienen las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón, para cambiarnos la vida. Recalcó la importancia de que llevemos en lo profundo de nuestro corazón las doctrinas que se enseñan en las Escrituras de los últimos días, si hemos de mantenernos “firmes e inmutables en la fe” (Helamán 15:8). El presidente Benson enseñó: “Los conversos sociales, éticos, culturales o educacionales no lograrán sobrevivir al calor del día, a menos que sus raíces profundicen en la plenitud del Evangelio que contiene el Libro de Mormón” (véase Liahona, agosto de 1975, pág. 42).

Helamán 16:2–3, 6–8. Protección divina

  • La protección con la que contó Samuel al dar el mensaje del arrepentimiento no es inusual. Las Escrituras incluyen varios ejemplos de profetas que se vieron amenazados pero cuyas vidas fueron salvaguardadas de forma milagrosa para que pudieran terminar sus misiones. Piense en los siguientes ejemplos y recuerde la manera en que estos profetas pudieron presentar las palabras del Señor a pesar de verse amenazados de muerte o de lesión: Noé (véase Moisés 8:18), Abraham (véase Abraham 1:5, 12, 15–19), Lehi (véase 1 Nefi 1:19–20; 2:1–4), Nefi (véase 1 Nefi 17:48–55) y Abinadí (véase Mosíah 13:1–5). A veces los siervos del Señor al final pierden la vida, pero esto no sucede sino hasta después de que, como dijo Abinadí, hayan “comunicado el mensaje que el Señor [les] mandó que die[ran]” (Mosíah 13:3).

    El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos recordó lo siguiente:

    “Los profetas de todas las dispensaciones han arriesgado su vida de buena gana y, con valor, han hecho la voluntad de Dios y proclamado Su palabra…

    “…sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo y Sus profetas, tanto los del pasado como los del presente. Es probable que no se nos requiera dar la vida como mártires, como a muchos de ellos, pero lo que se nos exige es la obediencia a los mandamientos del Señor y la fidelidad a los convenios que hayamos hecho con Él” (véase Liahona, julio de 1996, pág. 38).

Helamán 16:2–20. Reacciones al profeta

  • En Helamán 16 se hace una relación de las maneras en que los inicuos reaccionaron hacia el profeta Samuel y su mensaje. El presidente Ezra Taft Benson habló acerca de cómo reaccionan los inicuos a los profetas de la actualidad:

    “El profeta no va a ser forzosamente popular en el mundo o entre las personas mundanas.

    “Al revelar la verdad el profeta, la gente se divide. Los de corazón sincero dan oído a sus palabras, mientras que los que no son rectos no le hacen caso, o luchan contra él. Cuando el profeta señala los pecados del mundo, los mundanos quieren cerrarle la boca o hacer de cuenta que él no existe, en lugar de arrepentirse de sus pecados. La popularidad jamás sirve para comprobar la verdad; muchos profetas sufrieron la muerte o el exilio. Cuanto más se acerque la segunda venida del Señor, podemos anticipar que la gente del mundo se hará más malvada y el profeta tendrá cada vez menos popularidad entre ella” (“Fourteen Fundamentals in Following the Prophet”, en 1980 Devotional Speeches of the Year, 1981, pág. 29; véase también The Teachings of Ezra Taft Benson, 1988, pág. 133).

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    El presidente Ezra Taft Benson y su esposa rodeados de niños

    La siguiente lista incluye algunas de las razones por las que las personas que aparecen en Helamán 16:2–21 rehusaron hacer caso a las palabras del profeta:

    1. El posterior esparcimiento de los judíos (véanse los versículos 17–20)

    2. El enojo personal (véase el versículo 2)

    3. Los profetas de vez en cuando al profetizar adivinan con acierto (véase el versículo 6)

    4. La gente confía más en sus propias fuerza y habilidad (véase el versículo 15)

    5. Las enseñanzas suelen no ser razonables (véase el versículo 18)

    6. Se confunden las enseñanzas de los profetas con las tradiciones, y no se pueden comprobar (véase el versículo 20)

    7. Los profetas nos engañan en vez de hacer milagros verdaderos (véase el versículo 21)

Helamán 16:15, 18, 20. Confiarse en la propia fuerza y en la sabiduría de uno

  • El élder Dallin H. Oaks nos amonestó a que tengamos cuidado de confiarnos únicamente en el estudio personal y la razón para determinar las verdades espirituales:

    “El Libro de Mormón describe [una] actitud entre un pueblo que confiaba únicamente ‘en su propia fuerza y en su propia sabiduría’ y en lo que podía ver ‘con [sus] propios ojos’. (Hel. 16:15, 20.) Basándose en el raciocinio, estas personas rechazaron las profecías, diciendo: ‘No es razonable que venga tal ser como un Cristo…’. (Vers. 18.) Con la misma actitud, un profesor prominente descartó el Libro de Mormón asegurando que ‘los libros no los traen los ángeles. Es así de sencillo’.

    “Los que procuran obtener conocimiento del Evangelio únicamente por vía del estudio y la razón se prestan de forma particular a la autosuficiencia y a la presunción que a veces caracteriza los emprendimientos académicos. Como señaló el apóstol Pablo en su época: ‘El conocimiento envanece…’, y presentó esta advertencia a los eruditos: ‘Pero mirad que esta libertad [conocimiento] vuestra no sea tropezadero para los que son débiles… Y por tu conocimiento pere[zca] el hermano débil por quien Cristo murió’ (1 Cor. 8:1, 9, 11)” (The Lord’s Way, 1991, págs. 46–47).

Helamán 16:22. Satanás disemina la contención

  • ¿Por qué es importante evitar la contención con los demás? El élder Russell M. Nelson explicó que la respuesta a esa pregunta data de la vida preterrenal:

    “Para comprender por qué el Señor nos ha mandado no ‘contender unos con otros’, tenemos que conocer la verdadera fuente de la contención. Un profeta del Libro de Mormón reveló ese importante conocimiento aun antes del nacimiento de Cristo… [Véase Helamán 16:22]…

    “La contención existía antes de que se formara la tierra. Cuando por primera vez se anunció el plan de Dios de crear la tierra y la vida terrenal, se regocijaron los hijos de Dios. El plan estaba sujeto al albedrío del hombre, a su subsiguiente caída de la presencia de Dios y a la misericordiosa disposición de un Salvador que redimiera al género humano. Las Escrituras revelan que Lucifer procuró con tesón enmendar el plan por medio de la destrucción del albedrío del hombre…

    “El afán egoísta de Satanás por modificar el plan de Dios produjo una gran contención en el cielo…

    “La guerra que hubo en el cielo no fue de efusión de sangre; fue una guerra de ideas opuestas: el origen de la contención.

    “Las Escrituras advierten reiteradamente que el padre de la contención se opone al plan de nuestro Padre Celestial. El método de Satanás se vale de la contagiosa llaga de la contención. El móvil de Satanás: lograr la aclamación personal aun sobre Dios mismo” (véase Liahona, julio de 1989, págs. 81–82).

Para meditar

  • Determine si usted, en caso de haber vivido en los días de Samuel, hubiese aceptado a estos profetas e incluso tal vez si se hubiese plantado en contra de la muchedumbre para defenderlos. ¿De qué formas considera que en su propia vida está siguiendo al profeta?

  • Helamán 15:7 describe qué llevó al cambio poderoso en los lamanitas. ¿Conoce usted a alguna persona que haya tenido una experiencia que le cambiara la vida después de conocer las Escrituras?

  • Lea Helamán 16:22. ¿Qué considera usted que es la herramienta más útil para mantener la paz y la armonía con su familia y con las personas con las que se relaciona?

Tareas sugeridas

  • Escriba una carta a un misionero en la que incluya la descripción de algún principio que haya aprendido de las enseñanzas de Samuel. Explique cómo cree que se aplica a su vida.

  • Dé una lección de noche de hogar sobre la diferencia que hay entre tener el corazón endurecido y tenerlo quebrantado. Considere la posibilidad de valerse de los pasajes de Helamán 16:13–23 y 3 Nefi 9:20.