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Capítulo 22: Mosíah 25–29


Capítulo 22

Mosíah 25–29

Introducción

Muchos de la “nueva generación” rechazaron el testimonio de sus padres y fueron los causantes de que algunos miembros de la Iglesia “comet[ieran] muchos pecados” (véase Mosíah 26:1, 6). Como resultado, Alma buscó la guía del Señor para saber cómo tratar a los miembros de la Iglesia que violaban las leyes de Dios, y además oró para que su hijo fuera “traído al conocimiento de la verdad” (véase Mosíah 27:14). Las respuestas a ambas solicitudes proveen valiosas enseñanzas para nosotros en la actualidad. Nos enteramos de la manera en que los líderes del sacerdocio deben amonestar a quienes cometen pecados graves y ayudarlos en el proceso de arrepentimiento. También, en el relato de Alma, hijo, y los cuatro hijos de Mosíah, vemos que toda la humanidad tiene necesidad de “nacer de Dios”. A medida que estudie, considere usted la forma en que aceptar la expiación de Jesucristo lleva al arrepentimiento, la conversión total y el deseo de trabajar por la salvación de los demás.

Comentario

Mosíah 25–29. Mosíah2

Mosíah 25:5–11. El poder de las Escrituras

  • En Mosíah 25:5–11, Mosíah “hizo que se leyeran” las Escrituras al pueblo. La siguiente lista muestra los efectos que tuvieron las Escrituras en las personas:

    1. Imagen
      El poder de las Escrituras

      Jerry Thompson, © IRI

      Se llenaron “de admiración y asombro” (versículo 7).

    2. “Se sintieron llenos de un gozo sumamente grande” (versículo 8).

    3. Sintieron “tristeza” por las muchas muertes (versículo 9).

    4. Reconocieron la “bondad de Dios” (versículo 10).

    5. Sintieron que era necesario dar “gracias a Dios” (versículo 10).

    6. Los pecados de otros los “llenaron de dolor y angustia” (versículo 11).

Mosíah 26:1–4. La nueva generación

  • El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, recalcó la importancia de enseñarles a los jóvenes de la Iglesia a creer en Dios: “No hay cometido en el reino más importante que el de inculcarles fe a los jóvenes. Cada joven de cada generación escoge entre la fe y la incredulidad. La fe no viene por herencia sino por elección. Los que le creyeron al rey Benjamín aprendieron esto cuando muchos de sus hijos después optaron por no creer. Las Escrituras nos dan una razón: ‘…porque no querían invocar al Señor su Dios’ (Mosíah 26:4)” (“Inquire of the Lord”, palabras pronunciadas en una noche con el élder Neal A. Maxwell, 2 de febrero de 2001, pág. 1, www.ldsces.org).

  • Al hablar a los jóvenes de la Iglesia, el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó por qué los miembros de la Iglesia con más años guían a los que tienen menos edad: “Gran parte de lo que hacemos en la Iglesia está dirigido a ustedes, los que el Libro de Mormón llama ‘la nueva generación’ (Mosíah 26:1; Alma 5:49). Nosotros, los que hemos recorrido ya los senderos en los cuales ustedes se encuentran, tratamos de explicarles algo de lo que hemos aprendido; les damos voces de aliento y procuramos advertirles de las trampas y los peligros que nosotros hayamos enfrentado en ese camino. Siempre que es posible, nos esforzamos por caminar a su lado y por mantenerlos cerca de nosotros” (Liahona, julio de 1995, pág. 43).

Mosíah 26:8–12. ¿Por qué rehusó el rey Mosíah juzgar a los miembros de la Iglesia?

  • Después de que el rey Mosíah (como rey y profeta) le dio a Alma la autoridad para establecer iglesias por todo el país, a Alma le pareció lógico llevar a los miembros desobedientes de la Iglesia ante Mosíah para que los juzgara. Sin embargo, habiendo delegado la autoridad del sacerdocio a Alma, el rey indicó que la responsabilidad de tratar a quienes habían transgredido las leyes de la Iglesia le correspondía a Alma. Mosíah, por su parte, retuvo la autoridad de juzgar a quienes violaran las leyes del país.

Mosíah 26:20. “Tendrás la vida eterna”

  • El Señor declaró que Alma tendría “la vida eterna” (Mosíah 26:20). El profeta José Smith (1805–1844) esbozó el proceso mediante el cual uno obtiene esa promesa: “Después que una persona tiene fe en Cristo, se arrepiente de sus pecados, se bautiza para la remisión de ellos y recibe el Espíritu Santo (por la imposición de manos)… entonces si continúa humillándose ante Dios, teniendo hambre y sed de justicia y viviendo de acuerdo con todas las palabras de Dios, el Señor le dirá poco después: ‘Hijo, serás exaltado’. Cuando el Señor lo haya probado en todas las cosas, y haya visto que aquel hombre está resuelto a servirlo, pase lo que pase, este hombre verá que su vocación y elección han sido confirmadas, y entonces será suyo el privilegio de recibir el otro Consolador que el Señor ha prometido a los santos, según se halla escrito en el testimonio de San Juan” (History of the Church, tomo III, pág. 380).

Mosíah 26:24–28. Conocer al Señor

  • El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó cómo podemos conocer al Señor: “Podemos optar por conocer al Señor leyendo las Escrituras todos los días; comunicándonos con Él en ferviente oración al menos por la mañana y por la noche, y, en los momentos de pruebas, en cada hora o con más frecuencia, si es necesario; y guardando Sus mandamientos. Recuerden: ‘Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido: si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le he conocido, pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en él el amor de Dios verdaderamente se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él’ (1 Juan 2:3–5)” (Finding Peace in Our Lives, 1995, pág. 74).

Mosíah 26:29–30. Confesión de los pecados

  • La confesión de los pecados es necesaria como parte del proceso de arrepentimiento. El Señor declaró: “Por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará” (D. y C. 58:43 ). En Leales a la fe: Una referencia del Evangelio, 2004, aparece la siguiente descripción:

    Confesión. ‘El que encubre sus pecados no prosperará; pero el que los confiesa y los abandona alcanzará misericordia’ (Proverbios 28:13). Para recibir el perdón es esencial estar dispuesto a confesar totalmente a tu Padre Celestial todo lo que hayas hecho. Arrodíllate ante Él en humilde oración y reconoce tus pecados. Confiésale la vergüenza y la culpa que sientes, y después suplícale Su ayuda.

    “Las transgresiones serias, como las violaciones a la ley de castidad, pueden poner en peligro tu condición de miembro de la Iglesia; por lo tanto, debes confesar esos pecados tanto al Señor como a los representantes de Él en la Iglesia. Esto se hace bajo el cuidado del obispo o del presidente de rama y posiblemente del presidente de estaca o de misión, quienes sirven como atalayas y jueces en la Iglesia. Aunque sólo el Señor puede perdonar los pecados, estos líderes del sacerdocio ejercen una función vital en el proceso del arrepentimiento. Ellos mantendrán tu confesión en forma confidencial y te ayudarán en el proceso del arrepentimiento. Sé completamente honrado con ellos. Si sólo confiesas parcialmente, mencionando sólo errores menores, no podrás resolver una transgresión más seria que no se haya divulgado. Cuanto más pronto comiences el proceso, más pronto hallarás la paz y el gozo del milagro del perdón” (2004, pág. 134).

Mosíah 26:32–36. “Sus nombres fueron borrados”

  • La palabra “borrados” de Mosíah 26:36 se refiere a la excomunión. Cuando un miembro de la Iglesia comete un pecado grave, los siervos del Señor tienen que dar pasos para ayudar al pecador mediante el arrepentimiento, lo cual a veces puede involucrar aplicar la disciplina formal o informal de la Iglesia. El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó:

    “La disciplina de la Iglesia alienta a los miembros a guardar los mandamientos de Dios. Su mera existencia… recalca la seriedad de dicho mandamiento de Dios y aclara su significado. Esto es sumamente importante en una sociedad que por lo demás es permisiva…

    “El pastor tiene la responsabilidad de proteger a su rebaño… Tal responsabilidad puede requerirle que niegue [al pecador] la hermandad de los santos o incluso que ponga fin a su condición de miembro del rebaño. Como enseñó Jesús: ‘Pero si no se arrepiente, no será contado entre los de mi pueblo, a fin de que no destruya a mi pueblo, pues he aquí, conozco a mis ovejas, y están contadas’ (3 Ne. 18:31; véase también Mosíah 26:34–36)” (The Lord’s Way, 1991, págs. 216, 227).

  • El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, señaló algunas faltas que conducen a que se aplique la disciplina de la Iglesia:

    “La disciplina de la Iglesia no se limita a los pecados sexuales sino que se aplica a diversos actos como el homicidio, el aborto, el robo, el fraude y otras acciones deshonestas de desobediencia premeditada a las normas y reglas de la Iglesia; asimismo, a la defensa o práctica de la poligamia, la apostasía o cualquier otro tipo de conducta que no sea cristiana, incluso la de desafiar o ridiculizar a los ungidos del Señor, lo cual está en desacuerdo con la ley de Dios y con el orden de la Iglesia…

    “La Iglesia entiende por actos de apostasía, entre otros, el caso de miembros ‘(1) que en forma reiterada actúan en oposición clara, directa e intencional contra la Iglesia o sus líderes; (2) que persisten en enseñar como doctrina de la Iglesia elementos que no son tal cosa, aun después de haber sido reprendidos por su obispo o por una autoridad mayor; o (3) que continúan ciñéndose a las enseñanzas de cultos apóstatas (como aquellos que sostienen el matrimonio plural) aun después de haber sido reprendidos por su obispo o por una autoridad mayor’ (Manual General de Instrucciones, 1989, págs. 10–13)” (véase Liahona, enero de 1994, págs. 43–44).

  • En 1985, la Primera Presidencia extendió una invitación a todos a regresar, lo cual nos recordó el deber que tenemos hacia las personas cuyos nombres hayan sido “borrados”:

    “Estamos al tanto de que algunos están inactivos, de que otros se han vuelto críticos y se inclinan a encontrar faltas, y de que hay personas a quienes se les han suspendido los derechos o se les ha excomulgado por causa de transgresiones graves.

    “A todos ellos extendemos la mano con amor. Estamos ansiosos por perdonar con el espíritu de Aquél que dijo: ‘Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres’ (D. y C. 64:10).

    “Instamos a los miembros de la Iglesia a perdonar a aquellos que los hayan ofendido. A los que no son activos o se inclinan a criticar, les decimos: ‘Regresen. Regresen a deleitarse a la mesa del Señor, y a probar otra vez los dulces y satisfactorios frutos de la hermandad con los santos’.

    “Estamos seguros de que muchos han anhelado regresar, pero el pensar en hacerlo les ha provocado inseguridad. Les aseguramos que los recibirán con los brazos abiertos y que encontrarán manos dispuestas a ayudarlos” (Ezra Taft Benson, Gordon B. Hinckley y Thomas S. Monson, “An Invitation to Come Back”, Church News, 22 de diciembre de 1985, pág. 3).

Mosíah 27:14. Un ángel enviado por Dios

  • Una de las funciones que desempeñan los ángeles es llamar a los inicuos al arrepentimiento (véase Moroni 7:29, 31). Fíjese en que el ángel no se les apareció a Alma y los cuatro hijos de Mosíah porque fueran rectos, sino “para que las oraciones de sus siervos sean contestadas según su fe” (Mosíah 27:14).

  • El ministerio de ángeles debe alinearse con la voluntad de Dios y no siempre sucede en el momento en que lo desea la persona que lo solicita. Hablando de un hombre que había orado para que lo visitaran ángeles, el presidente Wilford Woodruff (1807–1898) dijo:

    “Le dije que, aunque orara mil años al Dios de Israel pidiéndole esa dádiva, no se le otorgaría, a menos que el Señor tuviera algún motivo para mandarle un ángel. Le dije que el Señor nunca había mandado ni jamás mandaría un ángel a nadie meramente para satisfacer el deseo de esa persona de ver un ángel. Si el Señor le manda un ángel a alguien, lo manda para llevar a cabo alguna obra que no se puede efectuar sino por la administración de un ángel. Le dije que ése era mi punto de vista. El Señor les ha mandado ángeles a los hombres desde la creación del mundo, en distintos momentos, pero siempre con un mensaje o con algo que cumplir lo cual no podía hacerse sin el ángel. Le hice un recuento de varias ocasiones en que los ángeles se les han aparecido a los hombres, y, naturalmente, hice mención del ángel que visitó a José Smith. El revelador Juan dijo que en los últimos días un ángel volaría por en medio del cielo, que tendría el Evangelio eterno para predicarlo a los que morasen en la tierra. La razón por la que se necesitó que un ángel hiciera tal obra era que el Evangelio no se hallaba en la tierra. El Evangelio y el sacerdocio habían sido quitados de entre los hombres, y por tanto Dios tenía que volver a restaurarlo.

    “Ahora, siempre he dicho, y quiero volver a decirles hoy a ustedes, que el Espíritu Santo es lo que necesita todo Santo de Dios. Es mucho más importante que un hombre tenga ese don que la ministración de un ángel, a menos que sea necesario que un ángel le enseñe algo que no se le ha enseñado” (“The Administration of Angels”, en Brian H. Stuy, recopilador, Collected Discourses, cinco tomos, 1987–1992, tomo V, pág. 233).

Mosíah 27:22–23. El ministerio a los que se han descarriado

  • Uno de los deberes principales que Dios exige a quienes Él llama a servir es que ayuden a volver al rebaño a aquellos que se hayan alejado de éste. Mientras servía en calidad de Setenta, el élder Theodore M. Burton (1907–1989) compartió lo que sentía por esta sagrada obra: “Me han preguntado: ‘¿No es deprimente tener que repasar los pecados y las transgresiones de las personas que se han metido en esas dificultades?’. Lo sería si mi interés fueran los pecados y las transgresiones; pero trabajo con personas que se están arrepintiendo, las cuales son hijos e hijas de Dios, que han cometido errores, algunos de éstos muy graves, pero que no son pecadores; fueron pecadores en el pasado, pero han aprendido por amarga experiencia la angustia que sobreviene por desobedecer las leyes de Dios. Ahora, ya no son pecadores sino hijos arrepentidos de Dios que desean volver a Él y que se esfuerzan por lograrlo. Han cometido faltas y las han pagado. Ahora buscan comprensión, amor y aceptación” (véase Liahona, enero de 1986, pág. 50).

Mosíah 27:25. Nacer de nuevo

  • El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) nos dejó un recordatorio importante en nuestros esfuerzos por nacer de nuevo y llegar a ser como nuestro Salvador Jesucristo:

    “Al procurar llegar a ser más y más como Dios, debemos tener cuidado de no desanimarnos y perder las esperanzas. El llegar a ser como Cristo es una actividad de toda la vida y, con frecuencia, requiere un crecimiento y un cambio lentos, casi imperceptibles. En las Escrituras encontramos ejemplos notables de hombres en cuyas vidas se produjeron cambios drásticos, en forma instantánea, por así decirlo: Alma, hijo; Pablo, en el camino hacia Damasco; Enós, que oró aun hasta después de bien entrada la noche; el rey Lamoni. Estos ejemplos asombrosos acerca del poder de cambiar aun a grandes pecadores nos dan la seguridad de que los efectos del sacrificio expiatorio pueden alcanzar incluso a los que están sumidos en la más profunda desesperanza.

    “Pero debemos tener cuidado cuando hablamos acerca de esos ejemplos sobresalientes, porque, si bien son reales y potentes, son excepciones de la regla. Por cada Pablo, por cada Enós y por cada rey Lamoni, hay cientos y miles de hombres y mujeres cuyo proceso de arrepentimiento es mucho más sutil e imperceptible. Día a día se van acercando más al Señor, sin siquiera darse cuenta de que están forjándose una vida cuyas cualidades se asemejan a las divinas. Esas personas llevan una vida sencilla de bondad, servicio y determinación; son como los lamanitas, de quienes el Señor dijo que ‘…fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión, por motivo de su fe en mí, y no lo supieron’ (3 Nefi 9:20, cursiva agregada)” (véase “Un poderoso cambio en el corazón”, Liahona, enero de 1990, pág. 7).

  • Para consultar información adicional sobre el tema de nacer de nuevo y experimentar un poderoso cambio en el corazón, léanse los comentarios de Mosíah 5:2 (véase la página 148), Alma 5:12–14 (véase la página 183) y Alma 36:17–21 (véase la página 241).

  • El élder Dallin H. Oaks analizó lo que significa nacer de nuevo:

    “La pregunta de si una persona es salva, a menudo se formula en el sentido de si esa persona ha ‘vuelto a nacer’. El ‘volver a nacer’ es una referencia familiar de la Biblia y del Libro de Mormón. Como dije antes, Jesús enseñó que a menos que un hombre ‘naciere de nuevo’ (Juan 3:3), de agua y del Espíritu, no podrá entrar en el reino de Dios (véase Juan 3:5). El Libro de Mormón contiene muchas enseñanzas sobre la necesidad de ‘nacer otra vez’ o ‘nacer de Dios’ (Mosíah 27:25; véanse los versículos 24–26; Alma 36:24, 26; Moisés 6:59). Según entendemos estos pasajes, la respuesta que damos a la pregunta de si hemos nacido de nuevo es un contundente ‘sí’. Volvimos a nacer cuando entramos en una relación de convenio con nuestro Salvador al nacer de agua y del Espíritu y al tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo. Y ese renacimiento lo podemos renovar todos los días de reposo al participar de la Santa Cena.

    “Los Santos de los Últimos Días afirmamos que aquellos que han vuelto a nacer de esta manera son engendrados hijos e hijas espirituales de Jesucristo (véase Mosíah 5:7; 15:9–13; 27:25). Sin embargo, a fin de recibir las bendiciones que pueden llegar por causa de esta condición de volver a nacer, debemos seguir honrando nuestros convenios y perseverar hasta el fin. Mientras tanto, mediante la gracia de Dios, hemos vuelto a nacer como nuevas criaturas con una nueva paternidad espiritual y las perspectivas de una herencia gloriosa” (véase Liahona, julio de 1998, pág. 65).

Mosíah 27:28. Después de mucha tribulación viene la bendición

  • Aunque Alma, hijo, tuvo que pasar mucha tribulación, el resultado final de su arrepentimiento fue un gozo profundo e intenso (véase Alma 36:21). El siguiente cuadro ayuda a poner de manifiesto el efecto del arrepentimiento de Alma.

    Antes

    Después

    “Carnal y caído”, para “ser destruido” (Mosíah 27:25–27; Alma 36:11)

    Redimido por Dios, “nacido del Espíritu”(Mosíah 27:24–25; Alma 36:23)

    Pasó “mucha tribulación” (Mosíah 27:28)

    Arrebatado “de un fuego eterno” (Mosíah 27:28)

    En “la hiel de amargura, y… los lazos de iniquidad” (Mosíah 27:29)

    “Redimid[o] de la hiel de amargura, y de los lazos de iniquidad” (Mosíah 27:29)

    “En el más tenebroso abismo” (Mosíah 27:29)

    Vio “la maravillosa luz de Dios” (Mosíah 27:29)

    Atormentado por “un suplicio eterno” (Mosíah 27:29)

    Su alma “no [sentía] más dolor” (Mosíah 27:29)

    Lo “atribulaba el recuerdo” de sus muchos pecados (Alma 36:17)

    Ya no lo “atribulaba el recuerdo” de sus muchos pecados (Alma 36:17)

    Sintió un dolor profundo e intenso (Alma 36:20–21)

    Sintió un gozo profundo e intenso (Alma 36:20–21)

    Pensar en estar en la presencia de Dios atormentaba su alma con horror (Alma 36:14–15)

    Su alma anhelaba estar en la presencia de Dios (Alma 36:22)

    Extraído de El Libro de Mormón Doctrina del Evangelio: Manual para el maestro, 1999, pág. 106.

  • El élder Jeffrey R. Holland explicó que debemos cobrar conciencia del alto precio del pecado y de que por más que el arrepentimiento sea difícil, el resultado final siempre supera en valor al precio que se paga:

    “Descubrimos que el arrepentimiento es un proceso muy doloroso. El mismo Alma admitió que pasó ‘mucha tribulación, arrepintiéndome casi hasta la muerte’, que se vio consumido por un ‘un fuego eterno… Me hallaba en el más tenebroso abismo’, dijo. ‘Atormentaba mi alma un suplicio eterno’ (Mosíah 27:28–29) …

    “Por tres días y noches que parecieron eternos se sintió destrozado por ‘las penas de un alma condenada’ (Alma 36:16), un dolor tan real que se vio físicamente inhabilitado y espiritualmente aterrado por lo que parecía ser su destino final. Nadie debe pensar que el don del perdón se realiza plenamente sin un esfuerzo importante de parte de la persona perdonada. Nadie debe ser tan insensato como para pecar de forma intencional o licenciosa, creyendo que el perdón se obtiene fácilmente.

    “El arrepentimiento forzosamente involucra sufrimiento y pesar. Si alguien piensa lo contrario es porque no ha leído sobre la vida del joven Alma o porque no ha tratado él mismo de arrepentirse. En el proceso del arrepentimiento se nos permite probar levemente el padecimiento que tendríamos que sufrir si no nos alejamos del mal. Ese dolor, aunque sólo es momentáneo para quien se arrepiente, es la más amarga de las copas. No hay persona que deba ser tan insensata como para creer que se puede probar esa copa, aunque sea brevemente, sin consecuencias…

    “Descubrimos que cuando se completa el arrepentimiento, volvemos a nacer y dejamos atrás por siempre la persona que antes fuimos. Para mí, no hay forma menos eficaz de enseñar el arrepentimiento que con la bien intencionada sugerencia de que ‘aunque se saque el clavo del poste de madera, siempre quedará un agujero’. Sabemos que el arrepentimiento (el sacar el clavo, por así decirlo), puede ser una tarea muy larga y dolorosa y difícil. Lamentablemente, algunos jamás tendrán el incentivo necesario para emprenderla. Incluso sabemos que hay unos pocos pecados de los cuales no es posible arrepentirse. Pero donde sea posible el arrepentimiento, y se busque lograr y completar de forma fiel sus requisitos, no ‘queda un agujero en el poste’ por la fuerte razón de que ya no es el mismo poste. Es un poste nuevo. Podemos empezar de nuevo, totalmente limpios, con una voluntad nueva y una forma de vivir nueva” (However Long and Hard the Road, 1985, págs. 83–84).

Mosíah 28:3. “Que la salvación fuese declarada a toda criatura”

  • El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) describió la manera en que el deseo de compartir el Evangelio viene como resultado natural de la conversión personal:

    “Está el ejemplo de los cuatro hijos de Mosíah —Ammón, Aarón, Omner e Himni—, que recibieron el perdón de sus pecados mediante la Expiación y trabajaron por años entre los lamanitas para llevarlos a Cristo. Los anales indican que no podían soportar la idea de que alma alguna pereciera (véase Mosíah 28:3)…

    “Un gran indicador del nivel de conversión individual de cada uno es el deseo de compartir el Evangelio con los demás. Ésa es la razón por la que el Señor le dio la obligación de ser misionero a todo miembro de la Iglesia” (The Teachings of Howard W. Hunter, editor Clyde J. Williams, 1997, pág. 249).

  • El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, sugirió una forma eficaz que tienen los miembros de la Iglesia en la actualidad de compartir el Evangelio: “La clave del éxito en la obra entre miembros y misioneros es el ejercicio de la fe. Una manera de demostrar su fe en el Señor y en Sus promesas es orar con el fin de fijar una fecha en la cual tener preparada a una persona para reunirse con los misioneros. He recibido cientos de cartas de miembros que ejercieron su fe de esa sencilla manera. Incluso las familias a las que no se les ocurría nadie a quien dar a conocer el Evangelio, fijaron una fecha, oraron y después hablaron con muchas personas más. El Señor es el Buen Pastor y conoce a Sus ovejas, las que han sido preparadas para escuchar Su voz. Él nos guiará cuando busquemos Su ayuda para hablar con los demás de Su Evangelio” (Liahona, mayo de 2006, pág. 86).

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    Misioneros conversando con un señor

Mosíah 28:11–20. Los anales jareditas y las piedras videntes

  • El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) habló sobre el uso de los intérpretes al traducir el registro de los jareditas:

    “El pueblo de Limhi le trajo a Mosíah unos anales ‘…grabad[os] sobre planchas de metal’ [Mosíah 21:27], los cuales Mosíah tradujo con la ayuda de ‘dos piedras que estaban colocadas en los dos aros de un arco’…

    “José Smith recibió, junto con el ‘pectoral’ y las planchas del Libro de Mormón, el Urim y Tumim, que Moroni había escondido para que saliese a luz en los últimos días como medio por el cual traducir los antiguos anales, y ese Urim y Tumim era el que había sido entregado al hermano de Jared [D. y C. 17:1]” (Answers to Gospel Questions, comp. de Joseph Fielding Smith, hijo, cinco tomos, 1957–1966, tomo I, págs. 161–162).

Mosíah 29:26–27. El peligro de que la mayoría escoja “lo que no es justo”

  • El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, advirtió que no debemos ser indiferentes a la iniquidad de la sociedad puesto que a las naciones que escojan lo que no es recto les espera la destrucción:

    “Hablando de conducta, cuando lo que era antes la minoría de la voz del pueblo se vuelve más dominante, entonces vienen los juicios de Dios y las consecuencias del necio egoísmo (véase Mosíah 29:26–27).

    “El deterioro cultural se acelera cuando hay segmentos de la sociedad que, concentrados en un solo interés, se vuelven indiferentes a los valores generales en que alguna vez muchos coincidieron. El indiferente o el que se complace a sí mismo facilita la caída, a la vez que se conduce astutamente a la sociedad al infierno. (Véase 2 Nefi 28:21.) Algunos quizás no se unan a la caída, pero le dan la espalda cuando podrían haberla limitado, a lo cual tienen derecho representativo…

    “Tenemos, en verdad, una obligación de notar las señales auténticas y reveladoras de la sociedad…

    “Tanto los líderes como los seguidores son realmente responsables de lo que sucede en un deterioro cultural. Por supuesto, históricamente es fácil criticar a los malos líderes, pero no debemos excusar la conducta de los seguidores; de lo contrario, al justificar su degeneración, ¡quizás digan que sólo seguían órdenes, y el líder por su parte no hacía más que dar órdenes a los seguidores! Sin embargo, en una sociedad democrática en la que el carácter individual tiene mucha importancia tanto en líderes como en seguidores, de éstos se requiere mucho más” (véase Liahona, julio de 1999, págs. 27–28).

  • El presidente Boyd K. Packer también habló en cuanto a las tendencias recientes de distorsionar la tolerancia:

    “La virtud de la tolerancia se ha tergiversado y elevado a una posición de tal prominencia que se considera como igual o aun de mayor valor que la moralidad. Una cosa es ser tolerante de algún comportamiento individual, e incluso estar dispuesto a perdonarlo. Pero otra es legislar en forma colectiva y legalizar para proteger una conducta inmoral que puede debilitar y aun destruir a la familia.

    “Existe una trampa peligrosa cuando se exagera la tolerancia para proteger los derechos de aquellos cuya conducta amenaza a la familia y vulnera los derechos de la mayoría de las personas. Nos estamos acercando en forma peligrosa a la condición que describió el profeta Mosíah [en Mosíah 29:26–27]” (“Children of God”, Conferencia de la Mujer de BYU, 5 de mayo de 2006, pág. 6).

Mosíah 29:41–44. El reinado de los jueces

  • El cambio en el sistema de gobierno que se instituyó por medio del rey Mosíah fue tan significativo que desde entonces hasta el nacimiento de Cristo (véase 3 Nefi 2:8), los nefitas marcaron el transcurso del tiempo en relación al principio del reinado de los jueces. Hasta entonces habían contado el tiempo a partir del año en que Lehi salió de Jerusalén.

Para meditar

  • ¿Qué considera usted que motiva a quienes están plenamente convertidos a compartir el Evangelio con los demás?

  • ¿Por qué cree que es importante llevar registros en la familia y en la Iglesia?

Tareas sugeridas

  • Ofrézcase para dar una lección en la noche de hogar sobre la conversión de Alma, hijo, y los hijos de Mosíah que se describe en Mosíah 27–28. Invite a las personas que enseñe a aplicar los principios demostrados por Alma y los hijos de Mosíah en Mosíah 27:32–36; 28:3.

  • Cree una entrada en su diario personal que describa un “cambio de corazón” que haya experimentado al cultivar su testimonio.