Instituto
Capítulo 26: Alma 13–16


Capítulo 26

Alma 13–16

Introducción

Usted usó su albedrío en la vida preterrenal para tomar decisiones rectas y prepararse para la vida terrenal (véase Alma 13:3–5). Como resultado de su rectitud preterrenal, se le han preparado más bendiciones y oportunidades, con la condición de que siga siendo fiel. Fíjese en que Alma hizo hincapié en nuestra necesidad de ser santificados en la vida terrenal y de prepararnos para esa meta final de entrar “en el reposo del Señor” (Alma 13:12).

Recuerde que la misericordia y la justicia de Dios son más grandes que la iniquidad del mundo. En Ammoníah, los que se arrepintieron y aceptaron las enseñanzas de Alma recibieron las bendiciones del Señor aunque muchos fueron expulsados o destruidos (véase el comentario de Alma 14:7–11 en la página 201). Amulek le pidió a Alma que le solicitase al Señor que salvara a los justos de los actos de los inicuos. Sin embargo, la explicación que le dio Alma a Amulek confirma el principio del albedrío y las bendiciones que esperan a los que sufren por causa del Evangelio. Los malvados recibirán la justicia de Dios, ya sea en esta vida o en la venidera.

Comentario

Alma 13:1–2. Sacerdotes ordenados “según el orden de su Hijo”

  • Alma hizo mención de los sacerdotes que fueron ordenados “según el orden de su Hijo” (Alma 13:1). La frase según el orden de su Hijo se refiere al Sacerdocio de Melquisedec. En una revelación moderna, el Señor declaró que antes de los días de Melquisedec, el sacerdocio se llamaba “el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios. Mas por respeto o reverencia al nombre” de Dios, se cambió el nombre por el de Sacerdocio de Melquisedec (D. y C. 107:3–4).

    El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó lo siguiente en cuanto a la palabra sacerdotes que aparece en Alma 13 y en muchos otros pasajes del Libro de Mormón: “Los profetas del Libro de Mormón conferían el título de sacerdote a los oficiales que en esta dispensación se conocen como sumos sacerdotes. Es decir, eran sacerdotes del Sacerdocio de Melquisedec, o como lo expresó Alma, ‘el Señor Dios ordenó sacerdotes, según su santo orden, que era según el orden de su Hijo’ (Alma 13:1–20)” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 599).

Alma 13:3–5. “Llamados y preparados” antes de la fundación del mundo

  • El profeta José Smith (1805–1844) enseñó que aquellos que son ordenados a un llamamiento en la vida terrenal fueron preordenados para tal llamamiento en la vida preterrenal: “Todo hombre que recibe el llamamiento de ejercer su ministerio fue ordenado para ese propósito en el gran concilio celestial, antes de que este mundo fuese. Supongo que me fue conferido este oficio en aquel gran concilio” (History of the Church, tomo VI, pág. 364).

  • Aquéllos “llamados y preparados desde la fundación del mundo” fueron elegidos por Dios en la vida preterrenal a causa de “su fe excepcional y buenas obras” (Alma 13:3; véanse también D. y C. 138:55–56; Abraham 3:22–23).

    El presidente Wilford Woodruff (1807–1898) enseñó que, además de los profetas, todos los élderes de Israel que poseen el Sacerdocio de Melquisedec fueron preordenados: “José Smith fue nombrado por el Señor antes de nacer, así como lo fue Jeremías… Por eso digo con respecto a José Smith que él recibió su nombramiento antes de la fundación del mundo, y que vino en el momento señalado por el Señor para establecer esta obra en la tierra. Y ése mismo es el caso con decenas de miles de élderes de Israel. El Señor Todopoderoso les ha conferido a ustedes el santo sacerdocio y los ha hecho instrumento en Sus manos para edificar este reino. ¿Contemplamos estas cosas tan plenamente como deberíamos?” (Discourses of Wilford Woodruff, editor G. Homer Durham, 1990, págs. 281–282; véase también Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, 2005, pág. 15).

  • El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó que tanto hombres como mujeres recibieron asignaciones en la vida preterrenal: “En el mundo en el que estábamos antes de venir a éste, a las mujeres fieles se les dieron ciertas asignaciones, y a los hombres fieles se los preordenó para determinados deberes en el sacerdocio. Aunque ahora no recordemos estos detalles, ello no altera la gloriosa realidad de aquello con lo que en una oportunidad estuvimos de acuerdo. ¡Ustedes son responsables del cumplimiento de todo lo que hace mucho tiempo se esperó de ustedes, en la misma forma en que lo son aquellos a quienes sostenemos como profetas y apóstoles!” (véase “Vuestro papel como mujeres justas”, Liahona, enero de 1980, pág. 167).

  • El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, describió las responsabilidades que los hijos de Dios tienen en la vida terrenal, sin importar su estado selecto en la vida preterrenal: “La doctrina de la vida premortal no abre paso a la pasividad. Todos tenemos decisiones que tomar, interminables y difíciles tareas que realizar, ironías y adversidades que experimentar, tiempo y talentos y dones que emplear bien. El haber sido escogidos ‘allí y entonces’ no significa en modo alguno que podamos ser indiferentes ‘aquí y ahora’. Ya sea la preordenación del hombre o la predesignación de la mujer, aquellos que son llamados y escogidos deben también probar que son ‘escogidos y fieles’ (véanse Apoc. 17:14; D. y C. 121:34–36)” (véase Liahona, enero de 1986, págs. 12–13).

  • El presidente Harold B. Lee (1899–1973) habló sobre la fuente de algunas de las bendiciones que recibimos en esta vida: “Parece que todos estos galardones se prometieron, o preordenaron, antes de que el mundo fuese. Sin duda estos asuntos se deben de haber decidido en base al tipo de vidas que llevábamos en ese mundo espiritual y preterrenal. Algunos podrán poner en tela de juicio estos supuestos, pero a la vez aceptarán sin reservas la creencia de que cada uno de nosotros será juzgado, cuando abandone esta tierra, conforme a sus hechos durante su vida en la tierra. ¿Acaso no es igual de razonable creer que lo que hemos recibido acá en la vida [terrenal] nos fue otorgado a cada uno según el mérito de nuestra conducta antes de venir aquí?” (en Conference Report, octubre de 1973, págs. 7–8; o Ensign, enero de 1974, pág. 5).

Alma 13:4. En el mundo preterrenal hubo albedrío

  • ¿Cómo pudieron quienes estaban en el mundo preterrenal “rechaza[r] el Espíritu de Dios”? (Alma 13:4). Al contestar esa pregunta, el presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) confirmó que el albedrío es un principio eterno:

    “Dios dio el… albedrío a Sus hijos aun en el mundo espiritual mediante el cual los espíritus tuvieron el privilegio, tal como hoy en día lo tienen los hombres aquí, de elegir el bien y rechazar el mal, o de participar del mal y sufrir las consecuencias de sus pecados. A causa de esto, aun allá algunos eran más fieles que otros en obedecer los mandamientos del Señor…

    “Los espíritus de los hombres tenían su… albedrío… Los espíritus de los hombres no eran iguales. Tal vez hayan tenido un comienzo igual, y sabemos que al principio todos eran inocentes; pero el derecho del… albedrío que les fue dado los capacitó para que unos aventajasen a otros, y así, a través de eones de existencia inmortal, llegasen a ser más inteligentes, más fieles, pues ellos eran libres para actuar por sí mismos, de pensar por sí mismos, para recibir la verdad o rebelarse contra ella” (Doctrina de Salvación, comp. de Bruce R. McConkie, tres tomos, 1995, tomo I, págs. 55–56).

  • En calidad de espíritus durante la vida preterrenal, desarrollamos características dignas que demostraron nuestras habilidades. Dios observó nuestro progreso y nos dio responsabilidades conforme a nuestra fidelidad. El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “Durante las eras en que morábamos en el estado preterrenal, no solamente desarrollamos nuestras distintas características y demostramos nuestras dignidad y habilidad, o falta de ellas, sino que también estábamos en condición de que se observase tal progreso. Los seres celestiales vivían en una sociedad perfectamente ordenada en la que cada persona sabía cuál era su lugar. Sin lugar a dudas se había conferido el sacerdocio, y se habían escogido líderes para que oficiaran. Se requirieron ordenanzas pertinentes a esa preexistencia, y el amor de Dios prevaleció. En tales condiciones lo natural era que el Padre discerniera y escogiera a quienes eran más dignos, y que evaluara los talentos de cada persona. Él sabía no sólo lo que cada uno de nosotros podía hacer sino además lo que cada uno de nosotros habría de hacer cuando fuese puesto a prueba y cuando recibiese responsabilidades. Entonces, cuando llegó el momento de nuestra vida en la tierra mortal, todo fue preparado y los siervos del Señor fueron escogidos y ordenados a sus respectivas misiones” (The Way to Perfection, 1970, págs. 50–51).

Alma 13:9. “Llegan a ser sumos sacerdotes para siempre”

  • Por motivo de que el Sacerdocio de Melquisedec “no tiene principio de días ni fin de años” (Alma 13:9; D. y C. 84:17; véase también Hebreos 7:3), aquellos que obtienen el sacerdocio en la tierra siguen ejerciéndolo aun después de morir. Por tanto, los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec que mueren siendo rectos “llegan a ser sumos sacerdotes para siempre” (Alma 13:9).

    El presidente Harold B. Lee relató una experiencia que explica que cada oficio del sacerdocio que la persona posee en esta vida tendrá efecto en el mundo venidero:

    “Yo había reorganizado la presidencia de la Estaca Ensign. Habíamos nombrado al obispo de uno de los barrios como presidente de la estaca…

    “Seis semanas después de que fueron sostenidos, ese presidente de estaca falleció repentinamente.

    “Entonces empecé a recibir montones de cartas. ¿Dónde se supone que estaba la inspiración al llamar a un hombre a quien el Señor iba a dejar morir a las seis semanas? Se me invitó a hablar en los servicios fúnebres, y algunas personas parecían estar esperando que yo tratara de explicar por qué había nombrado a un hombre que el Señor iba a llevarse a casa a las seis semanas.

    “El presidente Joseph Fielding Smith se encontraba en el estrado y, escuchando mi intento de satisfacer a estas personas, me dijo: ‘No te mortifiques; si has llamado a un hombre a un puesto en esta Iglesia y éste muere al día siguiente, dicho puesto tiene algo que ver con lo que él será llamado a desempeñar cuando salga de esta tierra’.

    “Yo lo creo. Creo que cada presidente de esta Iglesia, cada apóstol de ella, cada obispo, cada presidente de estaca, cada puesto de presidencia jugará un papel importante en lo que seamos llamados a desempeñar al salir de esta tierra” (véase Liahona, septiembre de 1973, pág. 34).

Alma 13:10–13. Muchos fueron llamados y preordenados

  • Alma enseñó que muchos fueron llamados en la vida preterrenal por causa de su “fe excepcional” (Alma 13:10). Suplicó a sus hermanos que nuevamente ejercieran fe y que “dies[en] frutos dignos de arrepentimiento” (Alma 13:13).

    El presidente Harold B. Lee explicó que aunque muchos fueron llamados y preordenados en la vida preterrenal por motivo de su valentía, éstos deben ejercer la fe y hacer buenas obras durante esta vida para obtener la realización de las plenas bendiciones de su llamamiento (véase D. y C. 121:34):

    “Dios habrá llamado y escogido hombres en el mundo espiritual, o sea, en el primer estado, para realizar cierta obra, pero el que ellos acepten ese llamamiento aquí y lo magnifiquen por medio del servicio fiel y las buenas obras mientras se encuentren en la vida terrenal yace en el derecho y privilegio de ellos de ejercer su albedrío para escoger el bien o el mal.

    “…Temo que entre nosotros haya muchos a quienes por causa de su fidelidad en el mundo de los espíritus se les haya ‘llamado’ para hacer una gran obra aquí, pero que como descuidados despilfarradores ejerzan su albedrío llevando una vida desenfrenada y como consecuencia estén perdiendo su primogenitura y las bendiciones que serían suyas si demostraran ser fieles a su llamamiento. De ahí lo que dijo el Señor de que ‘muchos son llamados y pocos escogidos’”(Decisions for Successful Living, 1973, pág. 169).

Alma 13:11–12. Santificación

  • Alma enseñó que muchos llegaron a estar limpios “mediante la sangre del Cordero” y fueron “santificados por el Espíritu Santo” (Alma 13:11–12; véase también Moroni 10:32–33). Una vez santificados, “no podían ver el pecado sino con repugnancia” (Alma 13:12; véase también 2 Nefi 4:31). Sin embargo, aun después de que la persona ha sido santificada y se ha sentido purificada por el Espíritu Santo, seguirá sufriendo tentaciones a lo largo de la vida terrenal. Las revelaciones modernas dan esta advertencia: “Por lo tanto, cuídese la iglesia y ore siempre, no sea que caiga en tentación; sí, y cuídense aun los que son santificados” (D. y C. 20:33–34).

    El presidente Brigham Young (1801–1877) definió lo que es la santificación:

    “Daré mi propia definición del término santificación, y diré que consiste en vencer todo pecado y hacer que todo se someta a la ley de Cristo. Dios ha colocado en nosotros un espíritu puro; cuando [este espíritu] domina sin impedimentos y vence a la carne y gobierna y controla… a eso le llamo la bendición de la santificación. ¿Se destruirá de forma perfecta el pecado? No, no se lo destruirá, porque no está así provisto en la economía de los cielos.

    “No supongan que en algún momento estaremos libres en la carne de las tentaciones del pecado. Algunos suponen que en la carne pueden santificarse el cuerpo y el espíritu para llegar a ser tan puros que nunca más sentirán los efectos del poder del enemigo de la verdad. Si fuese posible que alguien lograra este grado de perfección en la carne, tal persona no moriría ni permanecería en un mundo en el que predomina el pecado. El pecado entró en el mundo, y, por el pecado, la muerte. [Rom. 5:12.] Creo que de una forma u otra sentiremos los efectos del pecado mientras vivamos hasta que finalmente tengamos que atravesar las difíciles experiencias de la muerte” (en Daniel H. Ludlow, A Companion to Your Study of the Book of Mormon, 1976, tomo II, págs. 248–249).

Alma 13:13–19. Melquisedec, el gran sumo sacerdote

  • Los Santos de los Últimos Días le tienen un gran respeto al sumo sacerdote Melquisedec. Alma señaló la importancia de Melquisedec cuando dijo que “ninguno fue mayor que él” (Alma 13:19). ¿Quién fue este gran profeta? Melquisedec vivió alrededor del año 2000 a.C., y fue el sumo sacerdote y rey de Salem (Jerusalén; véase Génesis 14:18). Era la autoridad presidente del sacerdocio en su época, y a él pagó los diezmos Abraham (véase Génesis 14:20). Cuando era niño, Melquisedec “temía a Dios, y tapaba la boca de leones y apagaba la violencia del fuego” (Traducción de José Smith, Génesis 14:26 en la Guía para el Estudio de las Escrituras). A pesar de que la Biblia no lo menciona más que brevemente, las revelaciones modernas confirman que fue un hombre de suma fe. Por causa de la rectitud de Melquisedec, su ministerio presagió el de Jesucristo, y por tanto su nombre llegó a ser el del sacerdocio mayor (véanse Hebreos 7:15; D. y C. 107:2–4).

Alma 13:16. “El reposo del Señor”

  • Alma 13:6, 12–13, 16, 29 menciona el “reposo del Señor” (véase también D. y C. 84:24). El presidente Joseph F. Smith (1838–1918) comentó acerca del significado de esta frase cuando dijo: “¿Qué significa entrar en el reposo del Señor? Para mí, significa que a través del amor de Dios me he ganado Su voluntad, de manera que puedo sentirme tranquilo en Cristo, que ya no me inquietará más todo viento de doctrina ni las estratagemas de hombres que acechan para engañar; y que me he cimentado en el conocimiento y el testimonio de Jesucristo, de tal modo que ningún poder me apartará del sendero estrecho y angosto que conduce de regreso a la presencia de Dios, para gozar de la exaltación en Su glorioso reino; que desde ahora en adelante disfrutaré de esa tranquilidad hasta que repose con Él en los cielos” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1999, pág. 456).

Alma 13:20. ¿Qué quiere decir “tergiversar” las Escrituras?

  • El diccionario define tergiversar así: “Dar una interpretación forzada o errónea a palabras o acontecimientos… Trastrocar, trabucar” (Diccionario de la lengua española, 2001). Por tanto, los que tergiversan las Escrituras cambian o distorsionan el significado real de ellas para ajustarlo a su propia opinión o interpretación. A aquellos que manipulan las Escrituras para incitar a la contención los inspira el diablo (véase Alma 12:1–6; 14:6–7). El destino de quienes tergiversan las Escrituras es su propia destrucción (véase Alma 13:20).

Alma 13:22–26. La realidad de los ángeles

  • El Libro de Mormón da testimonio de la autenticidad y del propósito de los ángeles (véanse Alma 13:22–26; 32:23; 3 Nefi 17:24; Moroni 7:29–31; D. y C. 20:10). Al respecto de la realidad de los ángeles, el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo:

    “Estoy convencido de que uno de los temas profundos del Libro de Mormón es la función y la prevalencia y la participación principal de los ángeles en el relato del Evangelio…

    “Una de las cosas que cobrará más importancia para nosotros, cuanto más vivamos, es que los ángeles son reales así como su obra y su ministerio. En esto no me refiero únicamente al ángel Moroni sino también a aquellos ángeles ministrantes más íntimos que están con nosotros y a nuestro alrededor facultados para ayudarnos y que hacen precisamente eso (véase 3 Ne. 7:18; Moro. 7:29–32, 37; D. y C. 107:20)…

    Imagen
    La ascensión de Cristo

    Harry Anderson, © IRI

    “Creo que tenemos que hablar, creer y testificar del ministerio de ángeles, más de lo que a veces lo hacemos. Ellos son uno de los grandiosos métodos de Dios para dar testimonio a través del velo, y no existe documento en todo el mundo que enseñe ese principio con tanta claridad y tanto poder como el Libro de Mormón” (“For a Wise Purpose”, Ensign, enero de 1996, págs. 16–17).

Alma 13:28. No seremos tentados “más de lo que [podamos] resistir”

  • El presidente Brigham Young enseñó acerca de la lucha constante que tenemos contra Satanás y el pecado: “El hombre y la mujer que deseen obtener un lugar en el reino celestial descubrirán que tienen que esforzarse [contra el enemigo de toda justicia] cada día” (Discourses of Brigham Young, sel. de John A. Widtsoe, 1954, pág. 392). Cada uno de nosotros debe decidir activamente evitar las tentaciones y resistirlas.

    Alma enseñó que debemos velar y orar “incesantemente” para no ser “tentados más de lo que podáis resistir” (Alma 13:28). El apóstol Pablo asimismo declaró que “fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). Si seguimos el consejo de Alma en Alma 13:28, siempre podremos resistir la tentación.

Alma 14:7–11. El martirio de los justos

  • Por medio de su fe y del poder del sacerdocio que poseía, Alma tenía la capacidad de librar a las mujeres y a los niños fieles de Ammoníah de sus terribles muertes, pero el Señor no se lo permitió (véase Alma 14:11). Alma explicó a Amulek que el Señor habría de recibir a los rectos mártires para Sí como testimonio en contra de los hechos malignos de quienes los perseguían (véase Alma 14:11; 60:13).

    Mientras servía en calidad de Setenta, el élder Ronald E. Poelman afirmó que hay ocasiones en que el Señor permite a los justos sufrir cuando otros ejercen el albedrío de forma no recta: “La adversidad en la vida de las personas obedientes y fieles puede ser el resultado de enfermedades, accidentes, ignorancia o la influencia del adversario. Para preservar el albedrío, el Señor permite que a veces los justos sufran las consecuencias de las acciones malignas de otros (véase 1 Nefi 18:16)” (véase Liahona, julio de 1989, pág. 28).

  • Sin duda nos apesadumbra pensar en la muerte que los rectos han sufrido a manos de los inicuos, pero nos regocijamos al saber de su recompensa en el mundo de los espíritus (véase Alma 40:12) y de su estado final en el reino celestial (véase D. y C. 76:50–70). Doctrina y Convenios 42:46 nos recuerda lo siguiente: “…los que mueran en mí no gustarán la muerte, porque les será dulce”. Esto no quiere decir que la muerte de los justos no incluya dolor sino que los galardones eternos que les aguardan serán tan grandes que en comparación sus dolores no son nada.

    El presidente Joseph F. Smith explicó: “Es cierto que soy tan débil que lloro cuando mueren mis amigos y mis familiares, y podré derramar lágrimas al ver el pesar de los demás. Siento compasión en mi alma por los hijos de los hombres. Puedo llorar con ellos cuando lloran, puedo regocijarme con ellos cuando se regocijan; pero no tengo motivo para lamentarme ni para estar triste porque existe la muerte en el mundo… Los Santos de los Últimos Días le han perdido todo miedo a esta muerte. No le temen a la muerte temporal porque saben que así como la muerte les sobreviene por la transgresión de Adán, así también por la rectitud de Jesucristo les vendrá la vida y que, aunque mueran, volverán a vivir. Con este conocimiento, tienen dicha aun en la muerte, porque saben que se levantarán otra vez y se reencontrarán más allá del sepulcro” (en Conference Report, octubre de 1899, pág. 70).

  • Cuando los rectos y los inocentes sufren, algunas personas empiezan a criticar o pierden la fe. El presidente Spencer W. Kimball nos ofreció el siguiente consejo para cuando presenciemos sufrimiento:

    “Si consideráramos la vida terrenal como el todo de la existencia, entonces las penas, las aflicciones, los fracasos y la muerte prematura serían una calamidad. Mas, si al contrario, vemos la vida como algo eterno que se extiende más allá del pasado premortal y que se prolonga hasta el futuro eterno después de la muerte, entonces podemos colocar cada suceso que acontece en la perspectiva adecuada.

    “¿Es que no podemos ver la sabiduría de que se nos den pruebas a las que sobreponernos, responsabilidades que cumplir, trabajo que vigorice nuestros músculos, penas que pongan a prueba nuestras almas? ¿No se nos expone a las tentaciones para probar nuestra fortaleza, a la enfermedad para probar nuestra paciencia, a la muerte para que podamos ser un día inmortalizados y glorificados?

    “Si todos los enfermos por quienes oramos fuesen sanados, si todos los justos fuesen protegidos y los pecadores destruidos, se anularía así todo el programa del Padre y se daría fin al principio más básico del Evangelio, el albedrío, y nadie tendría que vivir por la fe.

    “Si al hacedor del bien se le recompensara inmediatamente con gozo, paz y todo lo que mereciera, entonces no existiría el mal —todos harían el bien mas no por las razones justas—. No habría prueba de fortaleza, ni desarrollo del carácter, ni expansión de poderes, ni libre albedrío, sino únicamente controles satánicos.

    “Si todas las oraciones se contestaran inmediatamente, de acuerdo con nuestros deseos egoístas y nuestra limitada comprensión, entonces existiría muy poco o ningún sufrimiento, dolor, decepción, o ni la muerte aun; y si éstos no existieran, tampoco habría gozo, éxito, resurrección, ni vida eterna o divinidad” (véase La fe precede al milagro, 1983, págs. 96–97).

Alma 14:25–28. La liberación de Alma y Amulek

  • El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, se valió de la historia de Alma y Amulek para poner de manifiesto que el Señor nos librará de nuestras aflicciones, pero sólo después de que hayamos comprobado nuestra fe sometiéndonos a Su voluntad:

    “La ayuda que proviene del Señor siempre se rige por una ley eterna, y cuanto mejor entiendas esa ley, más fácil te será recibir Su ayuda…

    “…El ejemplo de Alma y Amulek es inspirador. Mientras se hallaban tratando de hacer el bien entre el pueblo de Ammoníah, los llevaron cautivos. Amulek se fiaba de su compañero, Alma, que tenía más experiencia y que lo inspiró a tener más confianza en el Señor. Obligados ambos a contemplar cómo consumía el fuego a las mujeres y los niños, Amulek comentó: ‘…quizá nos quemen a nosotros también’, a lo que Alma contestó: ‘…Hágase según la voluntad del Señor’, un principio vital, ‘mas… nuestra obra no se ha cumplido; por tanto, no nos quemarán’ (Alma 14:12–13; cursiva agregada).

    “Durante muchos días, el juez superior y otros los golpearon, les escupieron, les hicieron pasar hambre, los interrogaron y los injuriaron con palabras burlonas y con amenazas. Aunque se les mandó hablar, ellos permanecieron en silencio, desnudos y atados con cuerdas, esperando pacientemente que el Señor les inspirara lo que debían hacer. Después, ‘el poder de Dios descendió sobre Alma y Amulek, y se levantaron’. Alma clamó: ‘…fortalécenos según nuestra fe que está en Cristo hasta tener el poder para librarnos. Y rompieron las cuerdas con las que estaban atados’ (Alma 14:26; cursiva agregada) [véanse los versículos 15–26]. La tierra se estremeció, y los muros de la prisión se partieron en dos; todos los que habían golpeado a Alma y a Amulek quedaron muertos, y ellos dos salieron libres…

    “…Si buscas la liberación con humildad y fe en Jesucristo, el Señor te dará alivio con Su poder divino” (véase Liahona, julio de 1995, págs. 7–8).

Alma 15:2–3. Zeezrom

  • El cambio en Zeezrom demuestra el amor que Dios tiene por cada uno de Sus hijos, y muestra que Él está dispuesto a perdonar a quienes hacen convenio de seguir a Su Hijo. Zeezrom era un abogado engañoso de la ciudad de Ammoníah, quien empleó su cargo para acusar a Alma y Amulek y destruir lo bueno (véase Alma 10:13, 31; 11:21). Sin embargo, se dio a conocer el engaño de Zeezrom, y él, “consciente de su culpabilidad, empez[ó] a temblar” (Alma 12:1, 7). Pasó de ser antagonista a ser un investigador sincero (véase Alma 12:8). Cuando Alma y Amulek llegaron a la ciudad de Sidom, hallaron a Zeezrom sufriendo “grandes tribulaciones mentales que sus iniquidades le habían ocasionado” (Alma 15:3), pero en condición de creyente arrepentido, Zeezrom fue sanado conforme a su fe en Cristo, se bautizó y de ahí en adelante se convirtió en un poderoso predicador (véase Alma 15:6–12). Años más tarde, Zeezrom sirvió una misión junto a Alma y Amulek entre los zoramitas (véase Alma 31:6).

Alma 15:3–5. Los pecados atormentaban la mente de Zeezrom

  • Mientras Zeezrom se arrepentía y buscaba el perdón, su mente y espíritu se habían atormentado, y se agravaron (véase Alma 15:3). El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, habló acerca de lo reales que son los trastornos espirituales que pueden provocar un sufrimiento fuerte:

    “Hay otra parte de nosotros, no tan tangible, pero tan real como el cuerpo físico mismo. A esta parte intangible nuestra, se la describe como mente, emoción, intelecto, temperamento y muchas otras cosas, pero muy rara vez como algo espiritual.

    “Sin embargo, hay espíritu en el hombre, y no reconocerlo, es no reconocer la realidad. También se producen trastornos espirituales, así como enfermedades espirituales que pueden causar intenso sufrimiento.

    “El cuerpo y el espíritu del hombre están ligados. A menudo, muy a menudo, cuando ocurren trastornos, es muy difícil determinar cuál es cuál” (véase Liahona, febrero de 1978, págs. 82–83).

Alma 16:2–3, 9–10. Se cumplieron todas las palabras de Alma

  • Alma suplicó “con gran angustia” desde “lo más íntimo” de su corazón al pueblo de Ammoníah para que se arrepintiese (Alma 13:27). Como profeta de esas personas, Alma les advirtió que se arrepintieran o serían completamente destruidos “de sobre la superficie de la tierra” (Alma 9:12). El Señor ha prometido cumplir todas las palabras de Sus profetas (véase D. y C. 1:37–38). En Alma 16:2–3, 9–10 se documenta el cumplimiento de las palabras de Alma al dejar registrada la destrucción de quienes rechazaron a los profetas y ejecutaron a los inocentes.

Para meditar

  • ¿Cómo mostraron los hombres en la vida preterrenal que eran dignos de ser preordenados para recibir el Sacerdocio de Melquisedec? (véase Alma 13:3–5).

  • ¿Por qué hay ocasiones en que el Señor permite que los inocentes sufran a manos de los inicuos? (véase Alma 14:9–11).

  • ¿Qué puede aprender usted del cambio de Zeezrom de abogado engañoso a predicador poderoso?

Tareas sugeridas

  • ¿Por qué Alma dijo lo siguiente acerca de Melquisedec: “Hubo muchos antes que él, y también hubo muchos después, mas ninguno fue mayor que él; por tanto, han hecho de él mención más particular”? (Alma 13:19). Conteste a la pregunta tras investigar los siguientes versículos a fin de determinar por qué Alma resaltó la importancia de la misión de Melquisedec: Alma 13:14–19; Génesis 14:18–20; Traducción de José Smith, Génesis 14:25–40, en la Guía para el Estudio de las Escrituras; Traducción de José Smith, Hebreos 7:3, en la Guía para el Estudio de las Escrituras; Doctrina y Convenios 107:2–4.

  • Utilizando pasajes de Alma 14 y la información disponible en el comentario de Alma 14:7–11 (página 201), redacte un ensayo corto en el que conteste a las siguientes preguntas: ¿Por qué les ocurren tragedias a las personas rectas? ¿Qué impacto tienen la misericordia y la justicia de Dios en las tragedias de la vida terrenal?