2021
El sacerdocio actúa, incluso en la enfermedad
Octubre de 2021


El sacerdocio actúa, incluso en la enfermedad

Soy José Sillon, miembro de la Iglesia en Martinica desde 1985 y padezco de anemia falciforme. Esta es una enfermedad genética de los glóbulos rojos y la hemoglobina. Los glóbulos rojos, que tienen el papel de transportar oxígeno a los órganos a través de la hemoglobina, tienen forma de medialuna. Esto les impide entrar en los capilares sanguíneos, lo que tiene como consecuencia bloquear la circulación sanguínea, provocando la ocurrencia de un ataque vaso oclusivo en el lugar exacto donde se encuentra el tapón, haciendo que un dolor muy fuerte se produzca.

Hoy en día, debido a la falta de oxigenación, mis riñones ya no funcionan y están en un estado de insuficiencia renal crónica, en etapa terminal. Para compensar esta falta de oxigenación de los riñones, me veo obligado a ser dializado.

Nuestra vida familiar siempre ha girado en torno a la enfermedad. Estábamos viviendo una vida bastante normal, sin embargo, sabíamos que siempre había un riesgo de que se produjera una crisis y que pronto me internaría en un hospital.

Una de las experiencias más preciadas para nosotros con respecto al sacerdocio ocurrió apenas una semana después de nuestro matrimonio. Después de una gran crisis, estuve en coma. Mi esposa Marjorie, quien en ese momento no era miembro de la Iglesia, se hizo la pregunta: “¿Qué haría José?”. Inmediatamente pensó que me hubiera gustado recibir una bendición de salud. Entonces, fue a buscar a un hermano para pedirle que me bendijera.

Por otro lado, el médico le había explicado que había hecho todo lo posible para ayudarme y que ahora todo lo que quedaba era creer en Dios. Tres días después de la bendición, estaba de pie. ¡Esa bendición me trajo de vuelta! Esta es sin duda una de las bendiciones más grandes que he recibido.

Marjorie también es bendecida por el sacerdocio. A menudo, pide que yo reciba una bendición cuando se da cuenta de que no estoy bien. Del mismo modo yo, a pesar de estar enfermo, le otorgo bendiciones y el Señor la bendice para que pueda sentirse mejor física y emocionalmente.

He sido testigo muchas veces de ver a la gente sanar o ser consolada como resultado de una bendición que se les había otorgado. Estas experiencias han alimentado y fortalecido mi fe en Dios y en el sacerdocio. Me ayudaron a darme cuenta de que necesito a los demás.

El Señor creyó oportuno, hace unos años, llamarme a servir como presidente de rama, a pesar de que yo estaba en cuidados intensivos en ese momento. Es el Señor quien llama; es Su Iglesia. No hay nada que pueda impedir que alguien sirva cuando el Señor llama.

Como repitió el élder Dale G. Renlund: “Si estamos dispuestos, el Señor puede hacernos capaces”.