2022
Seguir adelante después de mi segundo divorcio
Abril de 2022


“Seguir adelante después de mi segundo divorcio”, Liahona, abril de 2022.

Seguir adelante después de mi segundo divorcio

Un simple consejo me ayudó a seguir adelante cuando no sabía qué hacer.

Imagen
Un joven camina por una rampa amarilla

Imagen de Getty Images

Me hallaba en completa oscuridad en la habitación de invitados en casa de mis padres, bajo un montón de capas de ropa de cama. No sé si era mediodía o medianoche; había perdido la noción del tiempo. Había empacado todo lo que poseía en cajas de mudanza, que ahora estaban apiladas en una torre que se tambaleaba junto a mi cama. Me iba a divorciar por segunda vez en cuatro años y era demasiado para mí.

Atrapado en la desesperación

El final de mi segundo matrimonio fue un periodo horrible, lleno de ansiedad, incertidumbre y alojamiento en varios hoteles. No sabía qué hacer. No me sentía capaz de hacer otra cosa que acostarme bajo las cobijas y tratar de no sentir nada más.

Ya había afrontado momentos difíciles con anterioridad, pero aquel día era diferente. No quería ir a la Iglesia ni leer las Escrituras, ni siquiera levantarme de la cama. Incluso orar me quitaba más de lo que sentía que me podía ofrecer. Me acosté en la cama y oré para tener el deseo de orar, y eso fue todo. Sin duda alguna, estaba atrapado en la desesperación.

Mi familia y otras personas preocupadas por mí querían ayudarme, pero simplemente no sabían cómo hacerlo. Intentaron animarme, traerme comida o asegurarme que las cosas saldrían bien, pero yo aún no estaba preparado para escuchar eso. Era casi imposible que alguien me ayudara, porque ni siquiera yo sabía qué tipo de ayuda necesitaba. Una cosa es sentirse abrumado cuando se sabe todo lo que hay que hacer para superar los obstáculos en el camino, pero fue algo muy diferente para mí cuando ni siquiera podía empezar a entender qué hacer a continuación.

Mi primer divorcio fue un golpe devastador y tardé un año completo de agotador esfuerzo en recuperarme. Pero, de alguna manera, me levanté y pude volver a funcionar. Esta vez no fue así; no era capaz de comenzar de cero nuevamente. En ese momento estaba completamente agotado mental, emocional y físicamente.

De repente, llegó a mi mente un vívido recuerdo de años atrás.

“Elige solamente una cosa”

Había dejado de ir a la Iglesia cuando era adolescente porque no creía que fuera verdadera e incluso dejé de creer en Dios. Posteriormente, entre mis veinte y treinta años, tuve una experiencia de conversión y supe que la Iglesia era verdadera. Recuerdo haber sentido la emoción de descubrir la veracidad del Evangelio. Esa emoción duró solamente un minuto antes de sentir un vuelco en el corazón por la realidad abrumadora de que toda mi vida requeriría un cambio drástico a causa de mi conversión. ¿Cómo cambias prácticamente todo en tu vida y llegas a ser la persona que sabes que debes ser?

Ese día, a los veintitantos años, llamé a mi abuelo. Sabía que podía confiar en su consejo en cuanto a ese problema. Él escuchó mis preocupaciones sobre cómo cambiar toda mi vida cuando no estaba seguro de cómo hacerlo. Luego me dijo: “Elige solamente una cosa. Elige una cosa, trabaja en ella y, cuando estés listo, elige otra. Eso es todo lo que tienes que hacer”.

No sé lo que esperaba oír, pero definitivamente no era aquello. Tenía que ser mucho mejor de lo que era, y pensé que cambiar una cosa a la vez no sería suficiente en absoluto. Pero, de alguna manera, en un momento fugaz de madurez espiritual, decidí seguir su consejo. Con una cantidad tan asombrosa de cambios que estaba afrontando en ese momento de regresar a la Iglesia, ¿qué debía elegir primero? El peso de esa lista que todos conocemos (ir a la Iglesia, leer las Escrituras, orar, pagar el diezmo, servir en un llamamiento, etc.) era abrumador por sí solo.

Había muchas cosas que sabía que tendría dificultades para cambiar y todavía no me sentía lo suficientemente fuerte como para afrontarlas, así que decidí escoger algo que podía hacer, algo importante, pero pequeño. Eso me pondría en el camino en el que quería estar y yo sería capaz de edificar sobre ese éxito.

Línea por línea

Años más tarde, cuando carecía de la fuerza para ofrecer una simple oración después de mi segundo divorcio, el Espíritu Santo me trajo ese recuerdo a la mente.

Mientras continuaba inmóvil dentro de mi refugio formado por la ropa de cama y recordaba aquel consejo, supe que el Espíritu me estaba dando indicaciones que podía aplicar a mis circunstancias actuales. Tal vez podía hacer una cosa; no tenía que ser algo muy importante, solo tenía que ser algo. Lo primero que tenía que hacer era levantarme de la cama. Así que eso fue lo que hice; después de unos minutos, retiré las sábanas y me levanté. Luego volví a meterme en la cama. Pero eso estaba bien, porque había hecho una cosa que había elegido. Mantuve esa meta durante unos días más antes de elegir lo siguiente, y seguí edificando a partir de aquello.

Ahora entiendo que lo que me dijo mi abuelo era algo más que un buen consejo. Las Escrituras enseñan: “Pues he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más” (2 Nefi 28:30). Lo intenté porque confiaba en mi abuelo y funciona porque es un principio del Evangelio. Aprender a ser mejores cambiando una cosa a la vez es la manera en que aprendemos y progresamos.

Por lo general, este sería el momento de la historia en el que les diría cuán maravillosa es mi vida hoy en día. La verdad es que estoy mejor, pero eso no es lo único que importa. Lo que importa es que el Señor esperaba que, simplemente, hiciera todo lo que pudiera en cada momento con Su ayuda. Él entendía que, algunos días, todo lo que podía hacer era, literalmente, reunir las fuerzas para levantarme de la cama. Tal como enseñó el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Dios los aceptará como son en este preciso momento y empezará a ayudarlos. Todo lo que necesitan es tener un corazón dispuesto, un deseo de creer y confiar en el Señor” 1 .

Sentí amor y aceptación por parte de nuestro Padre Celestial. Mi ofrenda de mejorar continuamente, línea por línea, para Él es aceptable. El esfuerzo, no importa cuán imperfecto sea, sigue siendo aceptable si es mi mejor esfuerzo. El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) enseñó: “Hagan lo que puedan. Eso es todo lo que les pedimos […]. El Señor no espera que ustedes hagan más que eso. Simplemente hagan todo lo que puedan” 2 . No tenía que pulsar un interruptor y transformarme completamente de la noche a la mañana. Progresamos línea por línea.

Ya sea que me esfuerce por ser mejor ministrando a las personas de mi entorno o simplemente tratando de ponerme en pie, es importante que lo esté intentando.

El Señor estará allí

De mis esfuerzos por recuperarme de dos divorcios —y de todos los demás desafíos de mi vida— he aprendido dos lecciones clave. La primera es que el Señor ama el esfuerzo sincero de cualquier índole 3 . En segundo lugar, el Señor llegará allí donde ustedes estén. Independientemente de dónde se hallen en el camino hacia la recuperación y la sanación, si están en ese camino, Él estará allí.

Debido a que el Salvador ha tomado sobre Sí todos nuestros dolores y pesares, Él sabe lo que necesitamos, sea lo que sea. Aunque no lo sepamos nosotros mismos, Él sí lo sabe y nos ayudará a seguir adelante.

A menudo escucho a otras personas expresar su gratitud por los desafíos de su vida. Quiero sentirme agradecido por la adversidad. Todavía no soy ese tipo de persona, pero ahora mismo, esa es la cosa que he escogido. Estoy trabajando en ella y, cuando esté listo, escogeré otra.

El autor vive en Utah, EE. UU.

Notas

  1. Dieter F. Uchtdorf, “¡Funciona de maravilla!”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 23.

  2. Gordon B. Hinckley, en “Messages of Inspiration from President Hinckley”, Church News, 3 de julio de 2003, thechurchnews.com.

  3. Véase Russell M. Nelson, en Joy D. Jones, “Un llamamiento especialmente noble”, Liahona, mayo de 2020, pág. 16.