2022
Nunca solos
Abril de 2022


“Nunca solos”, Liahona, abril de 2022.

Voces de los Santos de los Últimos Días

Nunca solos

Aquel hombre enfermo era un desconocido para mí, pero no para el Padre Celestial.

Imagen
dos misioneros dando una bendición del sacerdocio a un hombre

Composición fotográfica de Adobe Stock y Janae Bingham

Éramos seis misioneros brasileños que acabábamos de aterrizar en Argentina y estábamos esperando los vuelos a nuestras misiones. En cuanto entramos en la zona de embarque de nuestros vuelos, quisimos tomar fotografías de la pista del aeropuerto, con la ciudad en el horizonte. Mientras los otros cinco iban a tomar fotos, yo me quedé cerca vigilando nuestro equipaje.

Cuando regresaron, miré alrededor y vi un lugar desde el que deseaba tomar una foto. “Vuelvo enseguida”, les dije a los demás.

Después de tomar la foto, oí que alguien decía: “Élder”. Rápidamente miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. Luego lo oí por segunda vez: “Élder”.

Cuando volví a mirar a mi alrededor, vi a un anciano sentado en un banco cercano. Cuando me acerqué a él, me dijo: “Élder, quisiera recibir una bendición del sacerdocio para los enfermos”.

Su petición me sorprendió. Un hombre que no conocía me había pedido una bendición en mi primer día en un país donde apenas podía hablar el idioma.

En un español torpe, le hice varias preguntas: “¿Tiene fe? ¿Cree en el poder del sacerdocio? ¿Conoce La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?”.

Algo confundido por mis preguntas, respondió: “Soy miembro de la Iglesia, élder. Soy de Salta, en el norte. Estoy solo y enfermo y necesito una bendición”.

Fui a buscar a los otros misioneros, nos presentamos y conversamos con el hombre durante un minuto. Luego, mi compañero y yo lo llevamos al baño, donde le dimos una bendición.

En esa ocasión, no tuve tiempo para pensar mucho en lo que el hombre me había dicho, aparte de que necesitaba una bendición. Pero más tarde, sus palabras, “Estoy solo”, me conmovieron profundamente el corazón. Se sentía solo, pero tenía un Padre Celestial que sabía dónde estaba y que estaba enfermo. En lugar de abandonarlo, el Padre Celestial envió a misioneros para consolarlo, darle una bendición y recordarle que no estaba solo.

Esa experiencia fortaleció mi testimonio de que tenemos un Padre Celestial que nos conoce y que nunca nos abandonará.