2022
El Señor guía Su Iglesia de acuerdo con nuestro idioma y entendimiento
Agosto de 2022


Este artículo ha sido revisado por el Departamento de Templos.

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El Señor guía Su Iglesia de acuerdo con nuestro idioma y entendimiento

A lo largo de la historia, el Señor ha revelado cambios en las normas relativas a las ordenanzas y la adoración relacionada con el Evangelio.

El autor vive en Utah, EE. UU.

Imagen
Una Biblia antigua abierta con letra gótica

Fotografía por Mary Alice Grover-Bacher

En el Libro de Mormón, Nefi concluye su registro con una perspectiva importante sobre cómo el Señor enseña e instruye a Su pueblo: “… Porque el Señor Dios ilumina el entendimiento; pues él habla a los hombres de acuerdo con el idioma de ellos, para que entiendan” (2 Nefi 31:3; cursiva agregada).

“De acuerdo con el idioma de ellos”

La mayoría de nosotros reconoce que Dios habla a todos Sus hijos en su propio idioma. Es probable que hayamos visto las maneras en que Él se comunica con nosotros en nuestro idioma y cómo se comunica con los demás en su idioma. Esto se nota en particular si hemos tenido la oportunidad de vivir en un país que no sea el nuestro. Me di cuenta de ese principio por primera vez siendo un joven misionero, cuando mi primer compañero y yo enseñamos el evangelio de Jesucristo en italiano estándar, un idioma que no era nuestra lengua materna.

Durante el tiempo que estuvimos juntos en Lugano, Suiza, mi compañero y yo encontramos y enseñamos a una familia de Sicilia, Italia. Nosotros hablábamos italiano, pero la familia hablaba siciliano, que es lo suficientemente distinto del italiano estándar como para ser considerado otra lengua. Los miembros de la rama local hablaban una variedad diferente del italiano que es aún menos conocida: el italiano suizo. Sin embargo, los miembros de la rama utilizaron su italiano suizo natal para ayudarnos a hermanar y enseñar a aquella joven familia.

A pesar de las diferencias entre el italiano estándar, el italiano suizo y el siciliano, el Señor nos habló a cada uno de nosotros por medio del Espíritu Santo, de acuerdo con nuestro idioma y entendimiento. Con el tiempo, los integrantes de aquella joven familia entraron en las aguas del bautismo y fueron confirmados miembros de la Iglesia.

De la misma manera en que lo hizo en mi experiencia en el sur de Suiza, el Señor nos habla a cada uno en nuestro idioma. Cuando el Señor habla a un alumno de escuela primaria de ocho años en Lima, Perú, habla en el idioma que el niño entiende. Lo mismo sucede cuando se dirige a un profesor universitario en Tokio, Japón; le habla en el idioma que el profesor entiende.

Lo que quizás no nos resulte tan familiar es que el Señor también habla en el contexto cultural de la vida y la época de una persona o de un pueblo. El Señor se comunica de acuerdo con su entendimiento.

“Para que entiendan”

He descubierto que, en diferentes épocas y lugares a lo largo de los tiempos, el Señor siempre ha hablado a Sus hijos de acuerdo con el idioma y entendimiento de ellos cuando comparte Su mensaje y Sus ordenanzas y verdades en el idioma y la cultura de las personas. Aunque los hijos de Dios están limitados en su idioma (ningún idioma es perfecto) y en su entendimiento cultural (las culturas se adaptan, incorporan aspectos de otras culturas y cambian con el tiempo), el Señor, con bondad, condesciende a comunicar Su voluntad en el idioma y la cultura de ellos para poder instruirlos y socorrerlos. En Doctrina y Convenios 1:24, el Señor dice:

“He aquí, soy Dios, y lo he declarado; estos mandamientos son míos, y se dieron a mis siervos en su debilidad, según su manera de hablar, para que alcanzasen entendimiento” (cursiva agregada).

Por lo tanto, cuando una cultura cambia drásticamente con el tiempo, no debería sorprendernos que el Señor, que es el mismo hoy en día que en la antigüedad (véase Hebreos 13:8), revele Su disposición en un nuevo contexto cultural de acuerdo con la época, el lugar y el entendimiento de las personas.

Ósculo [beso] y salutación santos

Por ejemplo, cuando el apóstol Pablo escribió a los santos de Roma, Corinto y Tesalónica, los invitó a “[s]aluda[rse] los unos a los otros con ósculo [beso] santo” (Romanos 16:16; véanse también 1 Corintios 16:20; 2 Corintios 13:12; 1 Tesalonicenses 5:26). Esa instrucción tenía mucho sentido en la antigua cultura mediterránea, donde los hombres se saludaban unos a otros con un beso.

En todas las culturas, tanto las antiguas como las modernas, saludar a alguien siempre ha sido una señal de afecto, amistad, reconocimiento y reverencia. Sin embargo, la forma exacta de realizar esos saludos a menudo depende de lo que resulte apropiado o previsible para la ocasión concreta y para la cultura. En algunas épocas y lugares, esto podría consistir en hacer una reverencia, dar un apretón de manos, un abrazo o un beso en los labios o en la mejilla, o frotarse la nariz con la otra persona.

El mandato de Pablo de que los santos se saludasen unos a otros “con ósculo santo” se habría considerado una señal de hermandad cómoda y familiar en su antiguo contexto mediterráneo, pero en el contexto cultural occidental de los Estados Unidos en la década de 1800, el Señor inspiró a José Smith a adaptar este mandato del Nuevo Testamento a “saludaos con salutación santa”1, tal vez como una manera de aplicar este concepto a Su pueblo que vivía en una época y en un lugar distintos, donde los besos no se consideraban una forma cómoda de saludo en una comunidad eclesiástica.

A medida que la situación de los hijos de Dios va cambiando con el tiempo, este contexto podría ser una forma en que el Señor habla a Su pueblo “para que alcan[c]en entendimiento”.

Cambios en el contexto cultural

Esto también podría explicar, en parte, por qué podríamos considerar que ciertos relatos de las Escrituras son difíciles de entender, aun cuando las Escrituras se hayan traducido a nuestro propio idioma. Nuestro contexto cultural suele ser tan radicalmente diferente de la época en que ocurrió el acontecimiento de las Escrituras que el resultado puede dificultar la comprensión del relato en la actualidad (véase 2 Nefi 25:1).

Cuando el Señor establece Sus convenios y ordenanzas con Su pueblo, lo hace en el contexto de una cultura específica y en un momento y lugar específicos. “Todo ajuste que se haga a las ordenanzas y los procedimientos no modifica el carácter sagrado de los convenios que se hacen” 2. El Señor siempre preserva la naturaleza eterna de Sus promesas que se hallan en los convenios que Él hace con Sus hijos.

Mark Alan Wright, profesor de la Universidad Brigham Young, observa: “El idioma no se limita a las palabras que usamos, sino que también incluye signos, símbolos y gestos corporales que están impregnados de significado por las culturas que los generaron”3. Las Escrituras brindan ejemplos de cómo funciona esto.

Ejemplos del Antiguo Testamento

En el contexto del Antiguo Testamento del antiguo Cercano Oriente, no es sorprendente descubrir que poner la mano debajo del muslo de otra persona para hacer un juramento se menciona en Génesis 24:9 y 47:29. En aquellos tiempos, esa práctica era una manera culturalmente apropiada de hacer una promesa o de jurar lealtad a alguien, incluso entre un padre y un hijo.

Otra práctica habitual en el antiguo Cercano Oriente era partir los animales y las aves por la mitad para que las personas pudieran caminar entre ellos al hacer un convenio, un gesto ritual que hicieron Abraham y otras personas en el Antiguo Testamento4.

Además, el convenio abrahámico incluía la circuncisión, una señal del convenio (véanse Génesis 12–17).

En el mundo del Antiguo Testamento, el Señor a menudo revelaba Su convenio eterno en la forma y la terminología que se asemejaban a los acuerdos de los tratados en el antiguo Medio Oriente circundante. Esto tiene sentido, ya que el Señor habla a Su pueblo en el contexto cultural de ellos “para que alcan[c]en entendimiento”.

Prácticas sacramentales

Durante el ministerio terrenal del Salvador, Él reveló Su convenio de una nueva manera. En ese caso, Jesús tomó los emblemas de la Pascua y les dio un nuevo sentido y significado durante la Última Cena. Esos símbolos eran el pan sin levadura y el vino, el cual bebían de una sola copa (véase Mateo 26:20–29).

En una época y un lugar muy diferentes de Su ministerio terrenal en el mundo oriental mediterráneo del siglo I, el Señor reveló lo siguiente a José Smith en el mundo norteamericano del siglo XIX:

“Escucha la voz de Jesucristo, tu Señor, tu Dios y tu Redentor, cuya palabra es viva y poderosa. Porque he aquí, te digo que no importa lo que comáis o bebáis al tomar el sacramento, si es que lo hacéis con la mira puesta únicamente en mi gloria, recordando ante el Padre mi cuerpo que fue sacrificado por vosotros, y mi sangre que se derramó para la remisión de vuestros pecados” (Doctrina y Convenios 27:1–2).

El pan sin levadura y el vino ya no eran necesarios para la Santa Cena; sin embargo, se siguió utilizando una copa común. Justin Bray, del Departamento de Historia de la Iglesia, observó que el uso de una sola copa era típico en aquella época: “Más allá de los entornos religiosos, compartir una copa era una práctica habitual en los Estados Unidos en el siglo XIX. Las fuentes de agua en las escuelas públicas, los parques y los vagones de ferrocarril solían tener una copa o un cucharón encadenado en el que todos ponían los labios”5.

Con el tiempo, el Señor inspiró a Sus profetas y apóstoles a suspender en 1912 el uso de una copa común para ofrecer la Santa Cena6. Aunque había un hermoso simbolismo de unidad y solidaridad al beber de la misma copa, donde todos compartían la Santa Cena juntos independientemente de sus diferencias, la cultura había cambiado. El Señor volvió a hablar a Su pueblo “en su debilidad […], para que alcanzasen entendimiento”7.

Las funciones que desempeñan el Salvador y Sus seguidores

No obstante, el Señor advierte a los hombres y a las mujeres que no es prerrogativa de ellos cambiar los medios o las palabras en la forma en que hacemos los convenios sagrados que Él ha revelado8.

Solamente Jesucristo tiene el derecho de modificar las ordenanzas y los procedimientos mediante los cuales recibimos Sus convenios, de acuerdo con la época, el lugar y las circunstancias de Su pueblo. Nosotros solamente tenemos el derecho de aceptar esos convenios, no de cambiarlos ni cambiar las ordenanzas. Por ello, el pueblo del Señor aceptó el derecho que Él tenía de poner fin a la circuncisión y a todos los sacrificios de animales9, y aceptó que Él cambiara el día de reposo del sábado al domingo como señal del convenio cristiano. Asimismo, tenemos la oportunidad de seguirlo de la manera en que Él revele por medio de Sus profetas para que Su obra se lleve a cabo en la actualidad.

Revelación a los profetas vivientes, incluso en la adoración en el templo

Hemos sido testigos de cómo el Señor ha inspirado a Su profeta moderno, el presidente Russell M. Nelson, a revelar Sus enseñanzas, convenios y ordenanzas en nuestro “idioma”, de acuerdo con nuestro “entendimiento”, incluso en relación con los testigos para los bautismos10 o con la edad para la ordenación al Sacerdocio Aarónico11. Esto es particularmente cierto en la adoración en el templo.

Los cambios inspirados que la Primera Presidencia ha hecho en los últimos años —de acuerdo con nuestras circunstancias, lugar y época— fueron revelados “con el fin de mejorar la experiencia de los miembros en el templo y ayudar a todas las personas que entren en él a sentirse más cerca de Dios en ese espacio sagrado”12.

Al recibir humildemente la singular bendición de inspiración y revelación celestiales por medio de un profeta moderno, ruego que recordemos, con un renovado sentimiento de aprecio, el noveno Artículo de Fe que afirma: “Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios” (cursiva agregada).