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Capítulo 14: HONREMOS LOS CONVENIOS


CAPÍTULO 14

HONREMOS LOS CONVENIOS

INTRODUCCIÓN

El recibir las ordenanzas y el guardar los convenios es algo esencial para el plan de nuestro Padre Celestial. Muy a menudo, las Escrituras hablan de Su pueblo como el “pueblo del convenio”. Las bendiciones del Señor sobrepasan nuestras expectaciones terrenales. Con el fin de vivir en la presencia de nuestro Padre Celestial, debemos recibir todas las ordenanzas necesarias y guardar todos los convenios requeridos.

PRINCIPIOS PARA COMPRENDER

  • Un convenio es una promesa sagrada entre Dios y Sus hijos.

  • Al honrar nuestros convenios nos es posible alcanzar nuestro potencial divino.

  • La autoridad del sacerdocio es necesaria para recibir los convenios y las ordenanzas de salvación.

  • El honrar nuestros convenios nos prepara para recibir la vida eterna.

CITAS Y ESCRITURAS CORROBORATIVAS

Un convenio es una promesa sagrada entre Dios y Sus hijos.

“Además, toda persona que pertenezca a esta Iglesia de Cristo procurará guardar todos los mandamientos y convenios de la iglesia” (D. y C. 42:78).

“Y estamos dispuestos a concertar un convenio con nuestro Dios de hacer su voluntad y ser obedientes a sus mandamientos en todas las cosas que él nos mande, todo el resto de nuestros días” (Mosíah 5:5).

“[Un convenio es un] acuerdo entre Dios y el hombre, aunque las dos partes no se encuentran al mismo nivel. Dios fija las condiciones del convenio o pacto, y el hombre acuerda hacer lo que Él pida. A cambio, Dios promete ciertas bendiciones basadas en esa obediencia.

“Los principios y las ordenanzas se reciben mediante convenios. Los miembros de la Iglesia que hacen estos convenios prometen honrarlos. Por ejemplo, en el bautismo los miembros hacen convenios con el Señor y al participar de la Santa Cena los renuevan. En el templo se hacen convenios adicionales. El pueblo del Señor es el pueblo del convenio y recibe grandes bendiciones al guardar sus convenios con el Señor” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Convenio (Pacto)”, pág. 38).

Élder Jack H. Goaslind Jr., en ese entonces de los Setenta: “Un convenio es un contrato o un acuerdo entre dos o más personas en el que cada una de las partes se compromete a cumplir un principio o principios. En la Iglesia, pensamos en un convenio como un acuerdo que nosotros, como miembros de la Iglesia, hacemos a cambio de las bendiciones que el Padre Celestial ha prometido a todos los que escojan vivir de buena voluntad Sus mandamientos. En muchas ocasiones hablamos de los convenios en conexión con el templo, pero cada miembro de la Iglesia también hace convenio durante el bautismo, el cual renovamos cada semana al participar dignamente de la Santa Cena” (véase “Covenants”, Church News, 13 de febrero de 1993, pág. 8).

Élder Henry B. Eyring del Quórum de los Doce Apóstoles: “Los Santos de los Últimos Días son un pueblo que hace convenios. Desde el momento del bautismo hasta los acontecimientos espirituales más importantes de nuestra vida hacemos promesas con Dios y Él hace promesas con nosotros. Él siempre cumple las promesas que hace por medio de Sus siervos autorizados, pero la prueba crucial de nuestra vida es ver si nosotros haremos convenios con Él y los cumpliremos” (véase “Testigos de Dios”, Liahona, enero de 1997, pág. 33).

Élder L. Tom Perry del Quórum de los Doce Apóstoles: “Nuestro Padre Celestial sabía que nosotros, Sus hijos, necesitamos recordar las promesas que Él nos ha hecho en caso de que obedezcamos Sus leyes. Al hacer esos convenios, el Señor nos ofrece bendiciones a cambio de nuestra obediencia a ciertos mandamientos. Desde el principio se trazó un plan. La figura central en Su plan de salvación es nuestro Señor y Salvador, Jesucristo” (véase “El sacramento de la Cena del Señor”, Liahona, julio de 1996, pág. 62).

Élder M. Russell Ballard del Quórum de los Doce Apóstoles: “El efectuar periódicamente un examen de los convenios que hemos hecho con el Señor nos ayudará a establecer orden en nuestras prioridades y equilibrio en nuestras vidas; nos hará ver de qué tenemos que arrepentirnos y en qué cambiar a fin de asegurarnos de ser dignos de las promesas que acompañan nuestros convenios y sagradas ordenanzas. Para ocuparnos de nuestra salvación tenemos que planificar bien y hacer un esfuerzo deliberado y valiente” (véase “El equilibrio en las exigencias de la vida”, Liahona, julio de 1987, pág. 12).

Al honrar nuestros convenios nos es posible alcanzar nuestro potencial divino.

“[Mediante la gloria y la excelencia de Cristo] se nos han dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4).

“…Bendito eres por haber recibido mi convenio sempiterno, sí, la plenitud de mi evangelio, enviado a los hijos de los hombres para que tengan vida y lleguen a ser partícipes de las glorias que serán reveladas en los postreros días, como lo escribieron los profetas y los apóstoles en días antiguos” (D. y C. 66:2).

Élder Russell M. Nelson del Quórum de los Doce Apóstoles: “Con cada ordenanza se hace un convenio: una promesa. Un convenio que se hace con Dios no es una restricción, sino una protección. Ese concepto no es nuevo. Por ejemplo, si el suministro de agua que recibimos no es puro, la filtramos para eliminar los elementos dañinos. Los convenios divinos nos sirven para filtrar y eliminar de nuestra mente las impurezas que podrían hacernos daño. Si escogemos abstenernos de toda impiedad [véase Moroni 10:32], no perdemos nada de valor y obtenemos la gloria de la vida eterna. Los convenios no nos limitan; nos elevan más allá de los límites de nuestro propio poder y perspectiva” (véase “La preparación personal para recibir las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 2001, págs. 38–39).

Élder Joseph B. Wirthlin del Quórum de los Doce Apóstoles: “Dios es verdaderamente nuestro Padre, el Padre de los espíritus de toda la humanidad. Nosotros somos literalmente Sus descendientes y hemos sido creados a Su imagen. Hemos heredado características divinas de Él. El conocer la relación que nos une a nuestro Padre Celestial nos ayuda a comprender la naturaleza divina y el potencial que tenemos dentro de nosotros mismos. La doctrina de que Dios es nuestro Padre es en sí un fundamento sólido para basar nuestra propia estima. El himno titulado, ‘Soy un hijo de Dios’ (Himnos, Nº 196), enseña esta doctrina con palabras sencillas. ¿Puede alguien que comprenda su ascendencia divina tener falta de autoestima? Conozco personas que tienen una firme y profunda certeza de esta verdad, mientras que otras sólo la comprenden superficial e intelectualmente. La diferencia de actitudes y el efecto que éstas tienen en sus vidas se puede notar en forma muy evidente” (véase “Los frutos del Evangelio restaurado de Jesucristo”, Liahona, enero de 1992, pág. 16).

Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce Apóstoles: “La verdad es que los investigadores no sólo escuchan nuestro testimonio de Cristo, sino también el eco de otros testimonios anteriores, incluso su propio testimonio del Salvador, porque ellos estuvieron entre los fieles que guardaron su primer estado y que se ganaron el privilegio de un segundo estado. ¡Siempre debemos recordar que esos investigadores, cada hombre, mujer y niño, estuvieron entre los valientes que una vez vencieron a Satanás por medio del poder del testimonio! Por tanto, cuando ellos oigan a otras personas dar testimonio de la misión salvadora de Cristo, sentirán que les es familiar; resonará en ellos como un eco de la verdad de lo que ellos ya saben” (véase “La obra misional y la Expiación”, Liahona, octubre de 2001, pág. 29).

Élder Dallin H. Oaks del Quórum de los Doce Apóstoles: “Todos los innumerables seres humanos que han nacido en esta tierra eligieron el plan del Padre y lucharon para defenderlo; muchos de nosotros también hicimos convenios con nuestro Padre con respecto a lo que haríamos en la vida terrenal” (“El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1992, pág. 84).

El profeta José Smith: “Todo hombre que recibe el llamamiento de ejercer su ministerio a favor de los habitantes del mundo, fue ordenado precisamente para ese propósito en el gran concilio celestial antes que este mundo fuese. Supongo que me fue conferido este oficio en aquel gran concilio” (véase Enseñanzas del profeta José Smith, págs. 453–454).

Élder Robert D. Hales del Quórum de los Doce Apóstoles: “Los lazos eternos no existen sólo como resultado de los convenios selladores que hacemos en el templo. La conducta que llevemos en esta vida determinará lo que seremos en las eternidades por venir. A fin de recibir las bendiciones del sellamiento que nuestro Padre Celestial nos ha dado, debemos obedecer los mandamientos y conducirnos de tal forma que nuestra familia quiera estar con nosotros en la eternidad” (véase “La familia eterna”, Liahona, enero de 1997, pág. 73).

Presidente James E. Faust de la Primera Presidencia:

“Para que puedan alcanzar todo su potencial, precisarán honrar en la vida cuatro principios sagrados, los cuales son:

  1. Reverencia por la Deidad.

  2. Respetar y honrar los lazos familiares.

  3. Reverencia y obediencia a las ordenanzas y a los convenios del santo sacerdocio.

  4. Respeto por ustedes mismos como hijos de Dios” (véase “Honraré a los que me honran”, Liahona, julio de 2001, pág. 53).

La autoridad del sacerdocio es necesaria para recibir los convenios y las ordenanzas de salvación.

“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19 [Dominio de las Escrituras, Mateo 16:15–19]).

“Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios.

“Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad.

“Y sin sus ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, el poder de la divinidad no se manifiesta a los hombres en la carne” (D. y C. 84:19–21).

Élder Robert D. Hales: “Piensen en ello, hermanos y hermanas: el sacerdocio ha sido restaurado y se encuentra hoy sobre la tierra. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles son los apóstoles del Señor Jesucristo en nuestros días. Bajo la dirección de esos profetas, videntes y reveladores, que poseen las llaves de esta dispensación, los poseedores del sacerdocio de la Iglesia hoy día tienen el derecho legítimo de actuar en el nombre de Dios. Como Sus agentes autorizados, están comisionados para ir a bendecir a otras personas por medio del poder y la autoridad del sacerdocio, y efectuar todos los convenios, las ordenanzas y las bendiciones del sacerdocio disponibles en la actualidad” (véase “Las bendiciones del sacerdocio”, Liahona, enero de 1996, pág. 37).

Presidente James E. Faust: “El sacerdocio es el poder más grande que hay en la tierra; con él y por medio de él se crearon los mundos. Con el fin de salvaguardar este poder sagrado, todo poseedor del sacerdocio actúa bajo la dirección de los que poseen las llaves del sacerdocio, las cuales proporcionan orden a nuestra vida y a la organización de la Iglesia. Para nosotros, el poder del sacerdocio es el poder y autoridad delegados por Dios para actuar en Su nombre para la salvación de Sus hijos. El velar por los demás es la esencia misma de la responsabilidad del sacerdocio; es el poder para bendecir, sanar y administrar las ordenanzas salvadoras del Evangelio. Donde más se necesita la recta autoridad del sacerdocio es entre los muros de nuestro propio hogar, y debe ejercerse con gran amor. Esto se aplica a todos los poseedores del sacerdocio: diáconos, maestros, presbíteros, élderes, sumos sacerdotes, patriarcas, setenta y apóstoles” (véase “El poder del sacerdocio”, Liahona, julio de 3 1997, pág. 46).

Élder David B. Haight del Quórum de los Doce Apóstoles:

“El 3 de abril de 1836, en el Templo de Kirtland, los mismos personajes celestiales que aparecieron al Salvador y a Sus tres apóstoles en el monte, aparecieron y confirieron autoridad y llaves adicionales del sacerdocio a José Smith y a Oliver Cowdery para la edificación de la Iglesia en preparación al tiempo en que Cristo venga a regir y a reinar en la tierra para siempre. Se les manifestó Moisés y les entregó las llaves de la congregación de Israel; Elías les restauró los convenios y la autoridad dada a Abraham; Elías el profeta les dio las llaves y el poder para convertir los corazones de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres. (Véase D. y C. 110:11–16.)

“Las mismas llaves del reino que tenían Pedro, Santiago y Juan, quienes sirvieron en calidad de miembros de la Primera Presidencia en la dispensación del meridiano de los tiempos, [han sido] conferidas a José Smith y a todos los subsiguientes Presidentes de la Iglesia” (véase “Las llaves del reino”, Liahona, febrero de 1981, págs. 148–149).

El honrar nuestros convenios nos prepara para recibir la vida eterna.

“…sed fieles; guardad mis mandamientos y heredaréis el reino de los cielos” (D. y C. 6:37).

“Mi siervo eres tú; y hago convenio contigo de que tendrás la vida eterna” (Mosíah 26:20).

“…presta atención a estas cosas y sé diligente en guardar mis mandamientos, y serás bendecido para vida eterna” (D. y C. 30:8).

Élder Russell M. Nelson: “Las ordenanzas, los convenios, la investidura y los sellamientos del templo permiten a las personas reconciliarse con el Señor y a las familias ser selladas más allá del velo de la muerte. La obediencia a los convenios del templo nos hace merecedores de la vida eterna, el mayor de todos los dones de Dios al hombre [véase D. y C. 14:7]. La vida eterna es más que la inmortalidad. La vida eterna es la exaltación en el cielo más alto: la clase de vida que vive Dios” (véase “La preparación personal para recibir las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 2001, págs. 37–38).

Élder Joseph B. Wirthlin: “Los ideales de la fe, la esperanza y la caridad se hacen más evidentes en los santos templos. Allí aprendemos el propósito de la vida, fortalecemos nuestro cometido como discípulos de Cristo al hacer convenios sagrados con Él y al sellar a nuestra familia por la eternidad a lo largo de las generaciones. El recibir nuestra investidura en el templo y regresar con frecuencia para efectuar las ordenanzas sagradas por nuestros seres queridos que han fallecido, aumenta nuestra fe, fortalece nuestra esperanza y profundiza nuestra caridad. Recibimos nuestra investidura con fe y esperanza de que comprenderemos el plan que tiene el Señor para Sus hijos, de que nos daremos cuenta del potencial divino que interiormente tenemos como hijos de nuestro Padre Celestial y de que guardaremos hasta el fin los convenios que hemos hecho” (véase “El cultivar atributos divinos”, Liahona, enero de 1999, pág. 31).

Élder Henry B. Eyring: “Sé que las llaves del Sacerdocio de Melquisedec fueron restauradas por aquellos que las recibieron del Salvador… Solemnemente doy testimonio de que ésta es la verdadera Iglesia de Jesucristo, en la cual se ofrecen las ordenanzas y los convenios que, si se aceptan y se honran, brindan la paz en esta vida y nos aseguran la salvación eterna en la vida venidera” (“Testigos de Dios”, Liahona, enero de 1997, pág. 36).

Élder Russell M. Nelson: “El don de la inmortalidad que nos dio el Salvador es para todos los que han vivido, pero Su don de la vida eterna, requiere el arrepentimiento y la obediencia a ciertas ordenanzas y convenios. Hay ordenanzas esenciales en el Evangelio que simbolizan la Expiación. El bautismo por inmersión es simbólico de la muerte, sepultura y resurrección del Redentor. El participar de la Santa Cena renueva los convenios bautismales y también renueva nuestro recuerdo del cuerpo quebrantado del Salvador y la sangre que derramó por nosotros. Las ordenanzas del templo simbolizan nuestra reconciliación con el Señor y sellan a las familias para siempre. La obediencia a los convenios sagrados hechos en el templo nos hace merecedores de la vida eterna: el don más grande de Dios a la humanidad [véase D. y C. 14:7]” (“La Expiación”, Liahona, enero de 1997, pág. 39).

Hermana Bonnie D. Parkin, Presidenta General de la Sociedad de Socorro:

“Los convenios —o las promesas que tienen validez entre nosotros y nuestro Padre Celestial— son esenciales para nuestro progreso eterno. Paso a paso, Él nos instruye para que seamos como Él al invitarnos a participar en Su obra… ¿Cuán a menudo reflexionan en que sus convenios se extienden más allá de la vida terrenal y en que nos ponen en contacto con lo Divino? El hacer convenios es la manifestación de un corazón dispuesto; el guardarlos es la manifestación de un corazón fiel…

“…al llevarlo a la práctica es donde probamos quiénes somos en realidad. Por eso, cada vez que tendemos la mano con amor, paciencia, bondad y generosidad, honramos nuestros convenios al decir: ‘Heme aquí, envíame’…

“La integridad espiritual para guardar nuestros convenios se deriva del ser constantes en el estudio de las Escrituras, de la oración, del servicio y del sacrificio. Esos pasos sencillos nutren nuestras almas para poder decir: ‘Envíame a ayudar a una hermana y a su recién nacido; envíame a instruir a un alumno con dificultades; envíame a amar a una persona que no sea miembro de la Iglesia; envíame donde me necesites y cuando me necesites’ ” (véase “Con santidad de corazón”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 103, 105).

APLICACIÓN Y EJEMPLOS

Edson es un miembro recién bautizado en la Iglesia. A él le encanta la hermandad que ha encontrado allí y espera con entusiasmo asistir a las reuniones todos los domingos. Él se esfuerza por guardar los convenios que hizo al bautizarse y pone todo su empeño en cambiar algunas pequeñas malas costumbres que había adquirido durante los años anteriores a su conocimiento del Evangelio.

Debido a esas imperfecciones, Edson se siente a menudo indigno de tomar la Santa Cena.

  • ¿De qué parte de las oraciones sacramentales hablarías con Edson con el fin de ayudarlo a comprender mejor esa ordenanza sagrada? (véase D. y C. 20:77, 79).

  • ¿Qué le enseñarías para ayudarlo a guardar sus convenios sin desalentarse?

  • ¿Qué efecto tienen en el Señor nuestros deseos a medida que nos esforzamos por guardar Sus mandamientos? (véase Mosíah 4:27; D. y C. 137:9).

Moua ha entrado recientemente en el templo para recibir la investidura. Ella se sintió muy entusiasmada y agradecida de haber recibido esa bendición; y a la vez emocionada por la experiencia. Se le dijo que no esperara comprender todo la primera vez, y ella recibió un fuerte sentimiento que le testificaba que los convenios que había hecho ese día eran correctos. Ahora se pregunta qué podría hacer para comprender más plenamente lo que había tenido lugar y qué podría hacer para aprender más.

  • ¿Qué le aconsejarías a Moua?

Élder Boyd K. Packer del Quórum de los Doce Apóstoles dijo: “La Primera Presidencia informa con frecuencia al Quórum de los Doce que cuando llaman a un hombre y a su esposa para hablar con ellos sobre si van a aceptar o no un llamamiento misional, la respuesta inmediata es: ‘¡Hemos ido al templo!’ Lo cual significa: Estamos bajo convenio. La palabra convenio es poderosa y motivadora” (véase The Holy Temple, 1980, pág. 166).

  • ¿Por qué crees que la palabra convenio es tan motivadora para los Santos de los Últimos Días?

  • ¿De qué modo han influido en tu vida los convenios que has hecho?

RESUMEN ANALÍTICO

  • ¿Qué ordenanzas has recibido? ¿Qué convenios específicos has hecho con cada ordenanza?

  • ¿Por qué es tan importante el hacer y el guardar convenios para alcanzar la exaltación?

  • ¿Qué diferencia existe entre el hacer convenios con el Señor y el hacer contratos entre personas?

  • ¿En qué forma el guardar los convenios se puede convertir en una parte más significativa de tu vida?

NOTAS E IMPRESIONES: