2022
¿Se me hizo tarde para servir en una misión?
Julio de 2022


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

¿Se me hizo tarde para servir en una misión?

A los 25 años, pensé con certeza que se me escaparía la oportunidad de servir en una misión.

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Misioneros caminando por un sendero

Al graduarme de la escuela secundaria, decidí mudarme a Utah, EE. UU., donde mis dos hermanos mayores se habían establecido después de regresar de la misión. Habían comenzado sus propias compañías de construcción y me dieron la oportunidad de trabajar para ellos mientras trataba de averiguar lo que quería hacer con mi vida.

Ambos trataron de persuadirme para que sirviera en una misión. Siempre había sentido la impresión de hacerlo, pero no me preparé. En lugar de hacer los preparativos necesarios para servir en una misión, decidí prestar servicio en una función diferente. A la edad de 20 años, me alisté como médico en el ejército de los Estados Unidos.

A pesar de que me uní al ejército, la impresión de servir en una misión nunca se fue. Al ingresar en el último año de mi alistamiento, medité sobre qué sería lo siguiente.

“¿Vuelvo a alistarme en el ejército? ¿Concluyo mi licenciatura? ¿O salgo y hago los cambios necesarios en mi vida, me arrepiento y me preparo para servir en una misión? Aunque tengo deseos de servir, ¿seré muy mayor para hacerlo?”. Esas fueron algunas de las preguntas que me cruzaron por la mente.

Al considerar si debía servir en una misión, sentí firmemente que había personas esperando que yo las invitara a venir a Cristo. Esa impresión fue el catalizador de mi decisión de prepararme para ello. Decidí que, aunque solo tuviera una leve posibilidad de servir en una misión a mi edad, tenía que intentarlo.

Creo que para la mayoría de los futuros misioneros, el torrente de emoción y el poder del Espíritu Santo les impactan al abrir y leer su llamamiento misional. Sin embargo, en mi caso, eso sucedió el día en que se me informó que todavía dentro de la edad para enviar mi solicitud de servir en una misión.

Al arrepentirme y prepararme para servir, sentí una inmensa gratitud hacia mi Salvador, Jesucristo, y mi Padre Celestial. Sentí como si me rodeasen Sus brazos y me dijeran: “Te perdonamos. Aceptamos tu arrepentimiento y los cambios que has hecho y lo que has llegado a ser. Eres digno de servir”. Me sentí triunfante.

Con el tiempo, recibí mi llamamiento para servir en la Misión Filipinas Ciudad Quezón.

Entrar en el centro de capacitación misional a la edad de 25 años fue una experiencia única. La mayoría de los otros misioneros eran mucho más jóvenes. Muchos se habían graduado recientemente de la escuela secundaria o habían terminado su primer año de universidad. Varios estaban experimentando su primera vez lejos de casa y de su familia. En cuanto a mí, acababa de pasar cuatro años en el ejército de los Estados Unidos y ya estaba acostumbrado a muchos de los sacrificios y ajustes que los otros misioneros estaban a punto de enfrentar. Mis vivencias me dieron la oportunidad de centrarme menos en mí mismo y más en ofrecer empatía y aliento a los demás. Mi edad y experiencia también me dieron perspectivas sobre el valor del tiempo y me dieron motivación para servir con enfoque, intención y diligencia.

Mi misión siempre será una de las experiencias más importantes de y para mi vida. Solidificó y selló mi fundamento edificado sobre la roca de mi Redentor (véase Helamán 5:12). Estoy inmensamente agradecido de haber tenido la oportunidad de servir.

Testifico que nunca son demasiado mayores para traer almas a Cristo, ya sea como misionero de tiempo completo o como amigo y vecino. El Señor acepta todos nuestros esfuerzos por servirle, a cualquier edad.