2022
Recibir gozo y fortaleza al guardar los convenios del templo
Julio de 2022


Solo para versión digital

Recibir gozo y fortaleza al guardar los convenios del templo

Asistir solos al templo a veces puede ser difícil, pero el Padre Celestial nos llena de Su amor puro, fortaleza duradera y gozo sempiterno al esforzarnos por honrar nuestros convenios del templo.

Nota: Este artículo ha sido revisado por el Departamento de Templos.

La autora vive en Utah, EE. UU.

Imagen
Una mujer sentada frente al templo

En la fotografía posó una modelo

Como miembro de la Iglesia que aún no se ha casado, he estado investida durante más de 18 años sin un cónyuge que me acompañe en el templo. Para algunos de nosotros en esta situación, junto con aquellos que están divorciados, viudos o casados, pero cuyo cónyuge no posee una recomendación vigente para el templo, a menudo puede resultar difícil servir y adorar en el templo. Es posible que nuestros sentimientos de soledad aumenten debido a los mensajes del matrimonio eterno y de la familia entretejidos a lo largo de las ordenanzas. Aunque en ocasiones me identifico con esos sentimientos encontrados, he llegado a darme cuenta de que, en lugar de centrarme en si he recibido o no todas las bendiciones prometidas en el templo, puedo centrarme en ofrecer todo lo que pueda dar dentro y fuera del templo al Padre Celestial y a Jesucristo.

Imagen
Simeón conoce al Cristo niño

Simeón venera al Cristo niño, por Greg K. Olsen

Durante cinco años, trabajé como secretaria del presidente del Templo de Salt Lake. Una hermosa pintura, “Simeón venera al Cristo niño”, colgaba en la pared cerca de mi escritorio. Representa a María y José presentando a Jesús en el templo y ofreciendo un par de tórtolas de acuerdo con la ley de Moisés, una como ofrenda por el pecado y otra para holocausto (véase Levítico 12:6, 8).

Cada vez que pasaba junto a la pintura, los ojos de los pájaros parecían mirarme justo a mí, y sentía como si el Señor me preguntaba mediante esa imagen simbólica: “¿Qué tienes para ofrecer al presentarte ante Mí?”.

A menudo sentía: “Yo soy la ofrenda que le debo presentar a Él”. Toda mi vida —mi obediencia individual a mis convenios con Él— es en última instancia mi dádiva y ofrenda, mi “santidad al Señor”.

Como nos invitó el apóstol Pablo, podemos “present[ar n]uestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es [n]uestro servicio razonable” (Romanos 12:1; cursiva agregada). Para mí, parte de este sacrificio vivo a Dios puede incluir mi ofrenda de

  • cumplir las promesas que le he hecho a Él por medio de mis convenios del templo,

  • esforzarme por honrar y obedecer los mandamientos,

  • “dejar que Dios prevalezca”1 al darle prioridad a Él en mi vida diaria,

  • ministrar a los demás de manera natural y enriquecedora como Cristo lo haría,

  • demostrar gratitud por las oportunidades que el Padre Celestial me ha dado de participar en Su obra en la tierra,

  • y estar dispuesta a confiar en el Señor conforme Él me guíe por las diversas sendas que Él tiene reservadas para mi vida.

Siempre que busquemos y prestemos atención a la revelación, sé que el Padre Celestial nos ayudará a saber qué ofrendas le haremos a Él cada día y a lo largo de nuestra vida.

El amor y las promesas del Señor

Al esforzarme por dar una ofrenda santa a Dios por medio de la manera en que elijo vivir, soy plenamente consciente de que es solo por medio de mi Salvador y Su sacrificio infinito que esto es posible. Porque “no se dará otro nombre, ni otra senda ni medio, por el cual la salvación llegue […], sino en el nombre de Cristo, […] y por medio de ese nombre” (Mosíah 3:17). Este conocimiento fundamental me ayuda con mayor fortaleza para aumentar mi relación personal con Él.

Cuando Cristo vino a las Américas después de Su resurrección, los nefitas salieron “uno por uno […] y vieron con los ojos y palparon con las manos, y supieron con certeza […] que era él […] que había de venir” (3 Nefi 11:15; cursiva agregada).

El día que entré en el templo para recibir mi investidura sentí una dulce seguridad similar. Mientras me llevaban a la zona para la ordenanza iniciatoria, mi corazón (así como los alrededores) estaba muy tranquilo y apacible. Cada parte de la ordenanza me recordó cuán individual es mi salvación y cómo el tierno amor de Cristo por nosotros se demuestra uno por uno. Me motivó a meditar en la importancia de mis convenios.

Desde ese día, me he aferrado a la fortaleza que obtengo de un deseo continuo de guardar las promesas que le he hecho a Él, y en especial me aferro a las promesas que Él me ha hecho a mí.

Por ejemplo, algunas bendiciones específicas prometidas en la ordenanza iniciatoria relacionadas con el matrimonio aún no se han cumplido en mi vida. Sé que a veces puede ser natural luchar con una visión terrenal limitada, pero creo de manera plena que el Señor ve todas las cosas com que están presentes ante Él ahora2, incluso los deseos que anhelamos recibir en el futuro.

Cuando el Salvador habla, podemos confiar en que Él cumplirá Sus promesas, porque siempre es digno de confianza. Y en Su perspectiva omnisciente y eterna, Su parte del convenio ya se ha cumplido.

Uno de mis pasajes favoritos de las Escrituras es el siguiente:

“Dios es poderoso para cumplir todas sus palabras.

Porque él cumplirá todas las promesas que te haga” (Alma 37:16–17; cursiva agregada).

¡Esa profunda declaración me brinda un gozo y una fortaleza inmensos para seguir adelante!

Gozo para prosperar

El hecho de creer en esas promesas y confiar en ellas —aun cuando algunas estén “lejos” (Hebreos 11:13)— puede llevarnos a recibir una capacidad aún mayor de gozo para prosperar en nuestra vida, tanto ahora como después. La vida no está libre de desafíos, sin importar nuestras circunstancias actuales. Las pruebas son parte del plan de salvación del Padre Celestial, pero también lo es la felicidad.

Como miembros solteros en la actualidad, podemos anhelar compañerismo y pertenencia en este trayecto de la vida terrenal que a veces puede parecer un mundo solitario y lúgubre. Pero permanecer cerca de Cristo puede brindarnos fortaleza y felicidad eterna.

Alma nos recordó que “el Señor les proveyó a fin de que no padeciesen hambre, ni tuviesen sed; sí, y también les dio fuerza para que no padeciesen ningún género de aflicciones que no fuesen consumidas en el gozo de Cristo” (Alma 31:38; cursiva agregada).

Estoy agradecida de que al honrar mis convenios bautismales y del templo como mi ofrenda a Él, Cristo ha proveído —y continuará proveyéndome— a fin de cubrir mis necesidades, sean espirituales, temporales o emocionales. También he sido llena de “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7), y que me permite soportar el viaje de mi vida con gozo.

Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “… podemos sentir gozo independientemente de lo que esté sucediendo —o no esté sucediendo— en nuestra vida. El gozo proviene de [Jesucristo], y gracias a Él. Él es la fuente de todo gozo”3.

Una ofrenda de santidad

Cada vez que pienso en la pintura de las tórtolas, recuerdo repetidamente que me ofrezco a Cristo al vivir mis convenios. Estoy especialmente agradecida por las promesas que Él me ofrece al guardar mis convenios del templo.

Si aún no han recibido sus propias ordenanzas de salvación en el templo o no han asistido a fin de adorar de manera personal en el templo por algún motivo, los invito con amor a dejar de lado cualquier barrera pasada o actual y a hacer los esfuerzos necesarios para entrar por esas puertas sagradas. Al hacerlo, podrán recibir la fortaleza y el gozo que el Padre Celestial y Jesucristo nos ofrecen por medio de la adoración en el templo y los convenios.

Sé que el templo es un lugar que puede cambiarnos, no por el edificio santo en sí, sino por la Persona que representa y por la forma en que nos dirige a Jesucristo. Cuando entramos por esas puertas sagradas, siento como si cada uno de nosotros estuviera llenando nuestras lámparas de aceite espiritual al prepararnos para el regreso del Salvador (véase Mateo 25:1–13). El hacer y guardar nuestros convenios bautismales y del templo nos prepara para recibir todo lo que el Padre tiene reservado para nosotros.

Al guardar nuestros convenios, confío en que nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador llenarán nuestra vida con un poder magnificado para actuar con fe y con gozo iluminador a fin de vivir la vida que Dios nos ha dado tan generosamente.