2022
¿Dejar mis creencias religiosas a cambio de nada?
Agosto de 2022


Sección Doctrinal

¿Dejar mis creencias religiosas a cambio de nada?

Yo nací católico en Madrid en el año 1950; hace ya mucho de eso: ¡demasiado, para mi gusto! Y creo que ya lo he comentado otras veces, porque quizá sea una de las cosas más importantes de mi vida; por tanto, lo repito.

A medida que iba tomando conciencia de mi existencia, me daba cuenta de que el catolicismo que me rodeaba era más fruto de la tradición que de la convicción. Asistíamos a los bautizos, a las primeras comuniones, a las bodas, a los entierros… como parte de la costumbre o de la cultura religiosa heredada; y de eso tengo bastantes fotografías de mi familia. Pero, repito, esas fotografías no representaban ni reflejaban religiosidad alguna, porque entre esas ceremonias religiosas había un gran vacío en la espiritualidad.

Cuando estudié en un colegio religioso, teníamos misa diaria; pero esa misa diaria no parecía influir mucho en la forma de vivir de los jóvenes; y la mayoría de ellos dejaban de ir a misa cuando salían del colegio, y ya no era obligatorio ir a la Iglesia.

Por razones que ignoro, a mí aquello no me influyó, y aunque era un adolescente que se criaba en un ambiente no religioso, decidí que yo sí iba a ser lo que entonces se conocía como “católico practicante”; y tomé la decisión de que iba a cumplir todos los mandamientos de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia. Y cuando era domingo o “fiesta de guardar”, y aunque los demás miembros de mi familia estaban durmiendo, yo me levantaba y me iba a misa solo. Aquello contrastaba tanto con lo que se hacía en mi familia que mi madre, al ver mi religiosidad, me dijo un día: “Pero tú, ¿de quién eres hijo!”.

Al mismo tiempo que cumplía estrictamente con mi catolicismo, yo tenía dudas de algunas de las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre el plan de salvación; dudas que despertaban en mi interior un gran sufrimiento. Pero yo sentía que no debería usar aquellas dudas como una razón o una excusa para dejar de cumplir los mandamientos; por tanto, seguía yendo a misa y esforzándome por ser un buen católico.

Finalmente, los cielos acudieron en mi ayuda: entre los meses de septiembre y octubre de 1970, dos misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días me encontraron en Madrid. Yo había terminado el curso Preuniversitario, y estaba preparándome para entrar en la Universidad Complutense de Madrid. Por razones que no puedo explicar en este artículo, ahora, más de medio siglo después, puedo decir que sé sin ninguna duda que era el momento apropiado para que yo diera un paso adelante en mi vida religiosa: después de quedar profundamente impresionado con la lección que me dieron los misioneros sobre la Primera Visión de José Smith, el domingo siguiente falté por primera vez a misa, para asistir a las reuniones de aquella iglesia; y, desde entonces, como hice con la Iglesia Católica, no he faltado a ninguna de las reuniones de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Yo nunca he dejado de ser “religioso”; dejé la Iglesia Católica, no para alejarme de Dios, sino para acercarme más a Él; y no entiendo que alguien decida dejar sus creencias religiosas, sean cuales sean, a cambio de nada, como desgraciadamente vemos con demasiada frecuencia que hacen los que abandonan la Iglesia. Y yo me pregunto: “Si no hacen eso en lo material, porque sería la ruina de la familia, ¿por qué lo hacen en lo espiritual?”.