2023
Desarrollar y mostrar empatía
Septiembre de 2023


“Desarrollar y mostrar empatía”, Liahona, septiembre de 2023.

Jóvenes adultos

Desarrollar y mostrar empatía

El ejemplo perfecto del Salvador nos enseña acerca del poder de mostrar empatía para bendecir a los demás.

Imagen
niño llorando en un avión

¿Qué se obtiene al combinar un avión pequeño con una madre abrumada y un niño irritable? Una situación muy estresante. Desde atrás, a pocas filas, vi cómo se desencadenaba el drama. Fue algo así:

Niño: ¡Tengo hambre!

Madre: Bueno, busquemos en mi bolso y veamos qué tengo.

Niño: ¡Nooooo!

Madre: Pero ¿no tienes hambre?

Niño: ¡Dame eso!

Madre: ¿Te doy qué?

Niño: ¡Eeeeso!

Madre: Cariño, no te puedo dar mi collar.

Niño: ¡Lo quiero!

Se lo pueden imaginar. Durante los siguientes veinte minutos, la madre utilizó una variedad de tácticas para tratar de calmarlo: soborno, distracción, humor, incluso una o dos amenazas leves. Nada funcionó. “Es un vuelo corto”, me recordé a mí mismo. “Ella estará bien”.

Pero no estaba bien. Su estrés iba en aumento y comenzaba a secarse las lágrimas. Aunque no la conocía, sentí que debía ayudarla y, sin pensarlo, comencé a orar por ellos dos.

No fui el único pasajero afectado por la escena. Justo cuando su tensión emocional llegó al límite, otra pasajera acudió en su ayuda. Era una mujer de mucha más edad, que estaba sentada al otro lado del pasillo. Irradiando bondad, se volvió hacia la joven madre, dijo en voz baja algunas palabras tranquilizadoras y le tomó la mano. Eso fue todo; y fue suficiente.

Las dos mujeres permanecieron tomadas de la mano a través del pasillo durante el resto del vuelo. Aunque el niño siguió dando voces con una intensidad impresionante, su madre parecía serena. Fue un milagro.

Empatía y compasión: Dos características del discipulado

En nuestro vocabulario moderno, ese milagro tiene un nombre: empatía. La empatía, por definición, es el acto consciente de experimentar de forma vicaria los pensamientos, sentimientos o experiencias de otra persona. “Empatía” es un término moderno que no se encuentra en ninguna parte de las Escrituras, pero los lingüistas han señalado que está estrechamente relacionada con la compasión. Como término, la compasión abunda en las Escrituras.

La empatía es la capacidad de sentirse identificado con el dolor de otra persona, y la compasión es el acto solidario que surge de esa capacidad. Jesucristo demostró tanto empatía como compasión al ministrar, bendecir, sanar y llevar a cabo la Expiación. Como discípulos de Cristo, debemos aprender a sentir empatía y mostrar compasión. Estas se encuentran entre las características que definen el discipulado.

Cuando la empatía obra su mayor prodigio, nos ayuda a comprender y luego responder al dolor, la necesidad, el temor o el pesar de otra persona. En el caso de la joven madre, una mujer mayor que supuestamente tenía décadas de experiencia cuidando de hijos y nietos pudo brindar consuelo porque ella misma había sobrellevado dificultades similares. En virtud de su propia experiencia, estaba facultada para actuar como consoladora.

¿Qué faculta a Jesucristo para consolarnos? El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “… Jesús sabe cómo socorrernos en medio de nuestros dolores y enfermedades precisamente porque Él tomó sobre sí nuestros dolores y enfermedades [véase Alma 7:11–12]. Él los conoce por experiencia propia, con lo cual ha obtenido una comprensión profunda de ellos”1.

Imagen
Jesús visita a los nefitas

Christ in the Land Bountiful [Cristo en la tierra de Abundancia], por Simon Dewey

Desarrollar empatía y ayudar a los demás

¿Qué dificultades han sobrellevado por las que hayan “desarrollado” la capacidad de empatizar con los demás y de mostrar compasión hacia ellos? ¿Han sufrido los efectos de la pobreza, el maltrato, la ignorancia, las enfermedades, la negligencia, el pecado o las dificultades de cualquier tipo? Si lo han hecho, probablemente hayan salido de sus sufrimientos como seres humanos más sabios, más fuertes y más comprensivos.

En resumen, han desarrollado empatía. Están listos para marcar la diferencia en la vida de quienes sufren. ¿Por dónde empezar? Tengo dos sugerencias:

En primer lugar, esfuércense por llegar a ser más perceptivos ante el sufrimiento de los demás. Lamentablemente, es posible estar en compañía de alguien que siente dolor y, sin embargo, permanecer ajenos a su sufrimiento. ¿Cómo podemos llegar a ser más perceptivos? El ejemplo de Jesucristo puede enseñarnos.

Después de Su resurrección, cuando Jesús visitó a los nefitas, explicó Su doctrina y les enseñó Su evangelio. Cuando hizo una pausa, miró al pueblo y dijo: “Veo que sois débiles, que no podéis comprender todas mis palabras” (3 Nefi 17:2). Luego Jesús los invitó a regresar a casa, descansar, meditar en Sus enseñanzas y regresar al día siguiente renovados y listos para recibir más (véase 3 Nefi 17:3).

Fin de la historia, ¿verdad? Pues no precisamente. La percepción de Jesús se hizo entonces más aguda al examinar el rostro de Sus seguidores:

“Y sucedió que cuando Jesús hubo hablado así, de nuevo dirigió la vista alrededor hacia la multitud, y vio que estaban llorando, y lo miraban fijamente, como si le quisieran pedir que permaneciese un poco más con ellos.

Y les dijo: He aquí, mis entrañas rebosan de compasión por vosotros” (3 Nefi 17:5–6). Al observarlos más atentamente, los vio más plenamente y eso dio lugar a Su respuesta compasiva.

En un mundo caído lleno de personas caídas, no tenemos que buscar mucho para ver lágrimas en los ojos de los hijos de nuestro Padre Celestial. Pero sí tenemos que observar. Al igual que el Salvador, podemos escoger ver a las personas a través del lente de sus necesidades. Y una vez que podemos ver, podemos servir.

El élder Ulisses Soares, del Cuórum de los Doce Apóstoles, señaló que “… al esforzarnos de manera deliberada por incorporar una actitud compasiva en nuestro modo de vida, tal como lo ejemplificó el Salvador, llegaremos a ser más sensibles a las necesidades de las personas. Con esa mayor sensibilidad, los sentimientos de interés y amor genuinos se evidenciarán en todas nuestras acciones”2.

En segundo lugar, ofrezcan el tipo de ayuda que estén especialmente capacitados para brindar. Después de que Jesús percibió las necesidades de los nefitas en Abundancia, los invitó a acercarse más. Luego sanó a los enfermos y bendijo a los niños; hizo cosas que solo el Salvador del mundo podía hacer.

Ustedes y yo también podemos adaptar nuestras experiencias y habilidades para atender las necesidades de los demás. No podemos resolver los problemas de todas las personas, pero podemos aligerar la carga de aquellos con cuyos sufrimientos nos podamos sentir identificados. Tal vez no podamos sanar a un leproso, pero podemos consolar al enfermo. Tal vez no podamos sacar a alguien de la pobreza, pero podemos compartir los principios de la vida providente, compartir alguna comida y donar una ofrenda de ayuno más generosa. Tal vez no podamos perdonar pecados, pero podemos perdonar a los que nos hayan ofendido.

Poner la empatía en acción

¿Qué se obtiene al combinar un avión pequeño con una madre abrumada y un niño irritable? La oportunidad de expresar empatía y compasión.

Nuestro avión aterrizó y la joven madre se bajó con un bolso de mano en un brazo y un niño pequeño en el otro. Resultó que debía alcanzar otro vuelo y estaba a punto de perderlo. La vi entrar en pánico en la pista mientras esperaba su equipaje. Hice un inventario de sus pertenencias: un cochecito (carreola), una silla de bebé para auto, una maleta, un bolso de mano y una bolsa de pañales. Necesitaba ayuda. Mi empatía tenía que transformarse en compasión.

Sin detenerme para presentarme, tomé sus muchas pertenencias y le dije: “Yo los llevaré. Usted llévelo a él. Corra a la puerta y yo la seguiré”. Ella aceptó agradecida y corrimos por el aeropuerto. Al acercarnos a la puerta, vi a otra mujer suplicando al funcionario de la aerolínea que mantuviera el avión en tierra tan solo unos minutos más. Llegamos sin aliento, pero triunfantes. La joven madre y esa mujer se abrazaron con lágrimas de gozo y alivio antes de abordar.

Ese pequeño acto de servicio no cambió el mundo, pero bendijo significativamente la vida de una hija de Dios que lo necesitaba. Así como ayudó a mi nueva amiga a progresar hacia su destino físico, me ayudó a mí a progresar hacia mi destino espiritual. Escoger la empatía y la compasión me ayudó a llegar a ser un poco más semejante a Jesucristo y eso me hizo feliz.

Sin importar dónde estemos —en el trabajo, en la escuela, en la Iglesia o en un avión— podemos ser representantes empáticos del Salvador. ¿A quién desea el Salvador que le muestren compasión hoy?

Notas

  1. Neal A. Maxwell, “Loor a Dios ‘por bendiciones de amor’”, Liahona, julio de 1997, págs. 12–13.

  2. Ulisses Soares, ”La perdurable compasión del Salvador”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 14.