2022
Pascua de Resurrección
Abril de 2022


Mensaje de Área

Pascua de Resurrección

Cuando era niña y se acercaba la fecha de la Pascua de Resurrección, veía con asombro y mucho entusiasmo las vitrinas de las tiendas y en los supermercados los chocolates por doquier. Las ofertas tentadoras provocaban el deseo de obtener el huevito de pascua más grande o el conejo de chocolate más lindo para regalar en aquella ocasión.

Mis compañeros de la escuela me preguntaban si comía carne, si adoraba a Jesús y en qué creíamos los Santos de los Últimos Días acerca de aquella celebración cristiana.

Preguntas que fueron una oportunidad personal para encender la llama de mi testimonio sobre la resurrección de nuestro Salvador Jesucristo y que recordaría a lo largo de mi vida.

Mis padres fueron siempre fieles y amorosos, ellos no tenían los recursos materiales para darnos chocolates a mis hermanos y a mí, sino que se esforzaban por enseñarnos el valor de lo que realmente significaba recordar al Salvador, asistiendo a las reuniones de la Iglesia y conversando sobre lo que habíamos aprendido en nuestras clases.

Cada una de esas experiencias llenaron mi corazón de un profundo amor por el significado de la Resurrección.

En un mundo desconcertante y vertiginoso, hoy las palabras del mismo Salvador resuenan en mi mente como clarines:

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Como consecuencia de la pandemia del Covid-19, la muerte de seres queridos nos ha llevado a reflexionar sobre ello. Quizás veíamos la muerte como algo que tendríamos que pasar, pero al meditar sobre la pérdida de seres queridos y sufrir el dolor de manera cercana es cuando comenzamos a reflexionar más profundamente en cuanto al preciado don de la resurrección que nuestro Salvador Jesucristo nos dio.

Después de que Cristo murió en la cruz, colocaron su cuerpo en un sepulcro y allí permaneció hasta la mañana del tercer día, después de lo cual se levantó como un ser resucitado. Este acontecimiento fue de gran asombro para María Magdalena y los apóstoles. Imagino los rostros de los apóstoles llenos de admiración al tocar sus palmas y sus pies, e inundados de paz y consuelo, ¡porque lo vieron!, luego de pasar días de dolor y angustia por su muerte.

Amaban al Salvador y seguramente el verlo los llenó de amor y alivio, tal como alguien puede sentir al reunirse nuevamente con un ser amado.

En sus propias palabras Jesucristo anuncio: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).

Ya que Jesucristo quebrantó las ligaduras de la muerte, todos los hijos de nuestro Padre Celestial nacidos en este mundo terrenal resucitarán en un cuerpo que nunca morirá. Mi testimonio en cuanto a esta gloriosa verdad es que Él puede quitar el dolor de la pérdida de un ser querido y reemplazarlo con una gloriosa expectativa y esperanza de volver a encontrarnos.

También nos brinda la esperanza de que por medio de la resurrección “El espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta forma…”, como nos declara el profeta Alma en El Libro de Mormón, libres de imperfecciones físicas tales como: dolor, defectos, pérdida de partes de nuestros cuerpos o años de vejez (Alma 11:42–44).

Esta enseñanza ha sido fundamental para mí en momentos donde, por circunstancias terribles de la vida, he visto en seres queridos perder partes del cuerpo por accidentes o enfermedad. Sé que gracias al poder de la resurrección del Salvador experimentaremos la restauración de nuestros cuerpos en perfecta forma. Esta es una verdad consoladora y esperanzadora.

Como Santos de los Últimos Días y fieles creyentes de Cristo, llevemos al mundo esta verdad eterna que nos ayuda a sobreponernos ante la tristeza y la adversidad. Compartamos esto al mundo para que se sepa entre todos: Jesucristo es el pan de vida.

Esto es lo que celebramos el domingo de Pascua de Resurrección, ¡celebramos la vida!

Gracias a Jesucristo nos sobreponemos al desaliento de la muerte y sabemos que abrazaremos a las personas que amamos, derramando lágrimas de un gozo incontenible y gratitud desbordante. Yo sé que Él vive, que fue levantado de la muerte para dar vida, que resucitó al tercer día y ascendió a los cielos. Él es el Alfa y Omega, Él está con nosotros desde el principio hasta el final. En el nombre de Jesucristo. Amén.