2022
Deja que el Señor guíe tu vida
Septiembre de 2022


“Deja que el Señor guíe tu vida”, Liahona, septiembre de 2022.

Jóvenes adultos

Deja que el Señor guíe tu vida

No siempre podía ver cómo saldrían las cosas, pero cuando actué con fe, el Señor me bendijo.

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Hombre de pie en la montaña y mirando el atardecer

La religión no era algo apreciado en mi casa mientras crecía. Aunque mis padres habían sido muy religiosos la mayor parte de su vida, el diagnóstico terminal de mi padre, entre otras pruebas, los llevó a dejar la religión en la que se criaron. Tenía cuatro años cuando mi padre murió de cáncer y también era el menor de 13 hijos, y mi madre viuda simplemente no podía creer que Dios permitiera que algo así le sucediera a nuestra familia.

Pero cuando tenía 14 años, sentí que algo me faltaba en la vida. Me preguntaba si tenía un propósito mayor del que no estuviera al tanto. Me sentía como José Smith, ya que “invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud” (José Smith—Historia 1:8). Aunque nunca había oído hablar de José Smith en ese momento, comencé una búsqueda muy similar a la suya al asistir a muchas iglesias con la esperanza de encontrar la verdad.

Y lo hice, un día, cuando vi a dos jóvenes con trajes que iban a la casa de mi vecino. Sentí curiosidad y les pregunté si podía ir a su cita. Después de obtener la aprobación de mi madre, comencé las lecciones misionales y con el tiempo me uní a la Iglesia.

Unirme a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días me ayudó a encontrar mi propósito, especialmente en mis años de joven adulto, cuando tuve que tomar muchas decisiones con las que las personas que me rodeaban no coincidían. Pero aunque tenía un propósito y dirección, no siempre estaba seguro de cómo iban a salir las cosas.

Sin embargo, al enfrentarme a incógnitas, incertidumbres y tantos cambios, la guía del Padre Celestial era constante conforme recurría a Él. Aprendí algunas maneras de confiar en Él y en mi fe que me ayudaron a seguir adelante y a seguir buscando mi propósito.

Seguir adelante con una misión

A la edad en que la mayoría de los jóvenes como yo se preparaban para ir a la universidad, yo trataba de determinar cómo iba a salir a la misión. En Chile, todos deben presentar un examen antes de ir a la universidad. Solo se toma una vez al año, así que si iba a la misión, no solo retrasaría mi formación académica por dos años, sino que también tendría que esperar un año más para ir a la universidad después de ese tiempo.

Mi familia, en especial mi madre, se oponían a la misión. Para ella era muy importante que recibiera una educación universitaria. Sin embargo, yo creía que el Señor me ayudaría a hacer lo que fuera necesario, así que de todos modos comencé a prepararme con espíritu de oración.

Cuando el obispo vino a casa con los papeles de la misión completos y pidió la firma de mi madre, ella se sorprendió. Yo no le había dicho que estaba avanzando con el proceso. Me costó bastante convencerla, pero el Señor le ablandó el corazón y la ayudó a entender que yo quería servir.

El Evangelio me dio la certeza de que estaba haciendo lo correcto, pero fue solo al avanzar, paso a paso, con fe —incluso con todas mis preguntas e incertidumbres— que seguí progresando.

Seguir revelación tras revelación

Regresar a casa de la misión también significaba regresar a la incertidumbre. Al buscar la guía del Padre Celestial mediante oración y ayuno, recibí la revelación de que debía mudarme a los Estados Unidos y asistir a la Universidad Brigham Young, lo cual parecía una tarea casi imposible.

Hice lo mejor que pude y di los siguientes mejores pasos. A veces sentía que no iba a ningún lado: trabajaba tan arduamente como podía, pero no sabía con certeza si mis esfuerzos me ayudarían a alcanzar mis metas. Sin embargo, mi meta principal era seguir lo que el Señor quería que hiciera, y esa meta era preciada para mí.

En tanto hacía esos esfuerzos, cierto día me sentí inspirado a hablar con un buen amigo que era de los Estados Unidos y vivía en mi ciudad natal. No sabía cómo saldrían las cosas en ese momento —lo hice solo porque el Espíritu me había mandado hacerlo—, pero mi amigo y su padre terminaron siendo fundamentales para ayudarme a saber qué hacer a fin de solicitar y obtener la visa que necesitaba para estudiar en BYU. Con su ayuda y con los enormes sacrificios que hizo mi madre para pagarme el viaje, conseguí llegar hasta allí. Fue un milagro.

Mi vida siguió progresando de la misma manera: hacía lo mejor que podía y luego recibía inspiración, una cosa a la vez, sobre lo que debía hacer a continuación. De esa manera, conseguí un empleo en el centro de capacitación misional, encontré la forma de pagar mis estudios, escogí una carrera, y con el tiempo, me gradué y me casé.

Las respuestas que obtenía no siempre eran inmediatas y nunca recibía un plan perfectamente detallado, mas recibía la certeza de que el Señor estaba complacido con la dirección en la que me dirigía.

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Un hombre mira por una ventana

Cuando la revelación no tiene sentido

Unos años después, aprendí lo esencial que es el sacrificio para vivir el Evangelio. Si deseamos que el Señor nos dé propósito y dirección, tenemos que estar dispuestos a tomar dicha dirección.

Después de la universidad, las cosas no salieron de acuerdo con lo planeado en la empresa para la que trabajaba, así que mi esposa y yo teníamos dos opciones: quedarnos en los Estados Unidos o regresar a Chile. Ambos sentimos claramente que debíamos regresar a Chile. Tal vez parezca normal querer volver a casa, pero era en un momento muy difícil. No había muchos empleos en Chile. Tenía problemas para vender la casa. Económica y logísticamente, aquello no era lo más lógico a hacer; incluso nuestras familias pensaban que actuábamos imprudentemente.

¿Qué haces cuando la revelación entra en conflicto con el sentido común? Aunque era difícil, mi esposa y yo sabíamos qué hacer. Recordamos que el Evangelio nos había conducido hasta ese punto. Sin el Señor, no habría tenido la inspiración que me ayudó a servir en una misión, recibir mi formación académica y conocer a mi esposa. Solo teníamos que confiar en que, cualesquiera que fueran las razones, se nos necesitaba en Chile.

Dejamos nuestra casa al obispo para que se alquilara hasta que él pudiera venderla, y nos mudamos. Fue difícil, pero experimentamos muchísimas bendiciones y milagros al dar oído al llamado del Señor. El Señor sabe dónde se nos necesita y dónde podemos servir mejor a Sus propósitos, y nos bendice por nuestra obediencia.

Buscar soluciones con el Señor

Espero que los jóvenes adultos de hoy sigan el ejemplo del hermano de Jared. Aunque los jareditas sabían que debían viajar a la tierra prometida, no estaban seguros exactamente de cómo llegarían allí. Cuando el hermano de Jared “invocó el nombre del Señor” (Éter 2:15), Él le ofreció algunas soluciones. El Señor le dijo que construyera barcos y le dio guía sobre cómo proporcionar aire a los que viajarían en ellos.

Pero luego el Señor preguntó lo siguiente al hermano de Jared: “¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos?” (Éter 2:23). En lugar de decirle al hermano de Jared exactamente qué hacer, el Señor le pidió que fuera a buscar su propia solución.

Así ha sido mi vida. A veces el Señor me da instrucciones claras. Otras veces, espera que yo acuda a Él con mis propias ideas. Sin embargo, de cualquier manera, es esencial que lo haga participar del proceso. Ayunar, orar y deliberar en consejo con el Señor son pasos necesarios para cualquier persona que trate de tomar decisiones en cuanto a su vida.

A todos los jóvenes adultos que busquen un propósito mayor, les ofrezco este consejo: acudan al Señor en busca de revelación personal. Consulten con frecuencia su bendición patriarcal y estén dispuestos a sacrificar las cosas menos importantes de su vida si el Señor les dice que tiene un propósito mayor para ustedes.

Amo al Señor. El Evangelio lo es todo para mí. Sé que el Señor ve su potencial y desea ayudarles a lograr su propósito divino.