Liahona
Él siempre estuvo conmigo
Febrero de 2024


“Él siempre estuvo conmigo”, Liahona, febrero de 2024.

Voces de los Santos de los Últimos Días

Él siempre estuvo conmigo

Con el tiempo, ser leal al Señor me bendijo más de lo que jamás me costó.

Imagen
Mujer deprimida que camina

Ilustración por Trina Dalziel

Tres meses después del nacimiento de nuestro quinto bebé, mi esposo decidió reducir su ingreso para empezar una nueva carrera y comenzar un programa de estudios de posgrado. Eso nos obligó a mudarnos de nuestro estado a dos estados de distancia. Debido a que me sentía económica y físicamente agotada, y a que estaba socialmente aislada en un nuevo lugar, caí en una profunda depresión.

Era difícil ir a la capilla. Iba a regañadientes, pero me escabullía con rapidez de las reuniones para evitar las entusiastas preguntas de mis conocidos acerca de cómo me estaba adaptando. Ellos esperaban respuestas igual de entusiastas, pero yo no tenía ninguna. Los miembros del barrio a menudo hablaban de cuán bendecidos y felices eran por tener el Evangelio de Jesucristo. ¿Qué estaba pasando conmigo?

Servía en mi llamamiento, oraba y leía las Escrituras sin mucho entusiasmo. Sin embargo, mis esfuerzos no parecían “funciona[r] de maravilla” para mí1.

Casi un año después, la niebla comenzó a disiparse. Gracias a una serie de pequeños cambios mentales, físicos, sociales y espirituales, mejoré poco a poco.

Meses más tarde, con la depresión superada, me encontraba orando cuando me sentí sobrecogida de asombro y gratitud por las bendiciones de vivir el Evangelio. Sentí que no era razonable para mí ser tan bendecida. Fue Dios quien me había concedido el don espiritual de la fe y el deseo de conocerlo. Actué solamente conforme al deseo que Él me había dado.

En una oración, dije: “¿Por qué merecía yo bendiciones por haber hecho solo lo que Tú originalmente habías plantado en mi corazón?”.

Para mi sorpresa, Él contestó mi oración de inmediato con recuerdos del pasado.

“¿Qué hay de las veces que me buscaste incluso cuando era doloroso y difícil? ¿O cuando cediste tu voluntad a la Mía y seguiste viniendo a la iglesia y seguiste sirviendo a Mis hijos de todos modos?”. Sentí que el Espíritu me dijo: “Hija mía, eres bendecida en abundancia por tu fidelidad, por escogerme incluso cuando no querías hacerlo”.

Había pensado que ser fiel significaba siempre cosechar los frutos de Su Espíritu. Ahora sé que la fidelidad significa lealtad y fidelidad a Él, pase lo que pase. La realidad de Dios no cambia si puedo escucharlo o sentirlo. En momentos de gozo o pesar, si me quedo con Él, Él siempre está conmigo.